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"Todos somos europeos" | |||
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Ellos sà tienen conciencia de clase. Lo que hace y dice esta gente, en todo lo que hace y dice, es oficializar la fantasÃa de buena parte de la sociedad porteña (que, por supuesto, se proyecta sobre el resto del paÃs). ¿Por qué la exponen abiertamente? Simple: porque del otro lado no hay una conciencia de clase que se le oponga. Ya no es necesario que disfracen lo que adelantó Marx a mediados del siglo XIX: "La ideologÃa dominante es la ideologÃa de la clase dominante". Conciencia de clase no es sinónimo de ideologÃa, pero su articulación es directa. Son inescindibles. Porque la conciencia de clase es práctica: es el enlace de un grupo social con necesidades y expectativas comunes, para cuya satisfacción es preciso que otros grupos sociales queden al margen. Pero para ello es ineludible arroparse ideológicamente: creer y hacer creer que quienes no comparten estos intereses y valores son enemigos de la sociedad en su conjunto o simples inadaptados. Los que se adapten serán sus empleados muy bien pagos: gerentes, periodistas, profesionales, jueces, polÃticos, por ejemplo. Pero también policÃas y docentes, entre otros empleados muy mal pagos, que desean compartir aquellos intereses, aquellos valores: creen que ellos también pueden ser parte del asunto y se mueren sin haber logrado su objetivo, pero felices por haberlo intentado, por haber "trabajado duro" para alcanzarlo. La ideologÃa también es práctica (ver también mi artÃculo "Incluidos, recluidos, excluidos"). Asà funciona desde siempre la humanidad. Cambian los actores, cambian las tecnologÃas, cambian los modos de producción y distribución de la riqueza. Pero su espÃritu se mantiene inalterable. Contra la evidencia de un gobierno de clase que no disimula su condición, damos por supuesto que pretender hoy una estrategia polÃtica fundada en el "clasismo" suena un poco anticuado. Ya ni la izquierda sobreviviente pretende semejante cosa. Será, tal vez, porque ya no percibimos en la izquierda expresiones marxista-leninistas, ni stalinistas, ni maoÃstas, ni guevaristas: sólo queda el trotskismo. Será, tal vez, porque el "socialismo del siglo XXI" que floreció en Sudamérica no haya logrado estructurar su convivencia con la democracia representativa, lo que también viene a significar que no ha podido imponerse ideológicamente. Será, tal vez, porque la concepción hegemónica que pretende enfrentar al liberalismo (o "neo", como quieran llamarlo) no tiene otro horizonte ideológico que la alianza de clases, fundada en la antinomia "pensamiento nacional vs. pensamiento colonial". El primer problema de esta concepción es que para que haya una alianza de clases, tiene que haber dos o más grupos sociales que se consideren como tales. Pero si esto ocurre, no habrá posibilidad alguna de alianza: en primer lugar, porque ninguna clase resignará sus intereses y valores; en segundo lugar, porque la clase dominante no está dispuesta a permitirlo, como nunca lo estuvo. El segundo problema es que no hay un pensamiento nacional y un pensamiento colonial. O, mejor dicho, por debajo de ellos hay una conciencia de clase que dispara sus estrategias hacia uno u otro, según su conveniencia. El tercer problema es que sólo se piensa y se trabaja polÃticamente el concepto de "pueblo" (aunque se le agregue el adjetivo "trabajador"), que no es lo mismo que pensar y trabajar polÃticamente el concepto de "clase". El primer concepto es difuso e intangible. El segundo concepto es claro y preciso. Sólo se ejerce el poder, como lo está demostrando el gobierno argentino, cuando se administran los propios intereses económicos y hay conciencia de clase. Por todo ello es que en un importante foro internacional, el presidente de la nación argentina afirma sin complejos que los sudamericanos somos todos descendientes de europeos. Y no pasa nada. Sólo hubiese pasado algo si completaba su razonamiento afirmando que el indio es un invento de los cronistas de indias, una estrategia de marketing para vender sus relatos en Europa, práctica milenaria del periodismo: inventar leyendas que luego se convierten en una ilusión colectiva en la que todas y todos creen. Pero no es estúpido: tiene conciencia de clase. (*) Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 26/1/2018 Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/ |