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"Agenda electoral y más allá: Apuntes para un programa comunal de gobierno" | |||
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Este año elegimos legisladores (nacionales, provinciales, municipales). ¿Por qué, entonces, un programa de gobierno? Sencillo: porque los legisladores que pongamos en cada parlamento con nuestro voto tendrán que discutir, promover y/o evitar la implementación de polÃticas públicas. Y este trabajo deberán hacerlo en consonancia con su programa de gobierno, inserto en un proyecto polÃtico y elaborado en sus respectivas organizaciones. Ese programa de gobierno, a su vez, incluye, explÃcita o implÃcitamente, una teorÃa del Estado y una teorÃa de la Democracia. Todo esto puede estar escrito o no. Pero está. Nosotros preferimos dejarlo por escrito… El Estado municipal en tres dimensiones Necesitamos un Estado municipal que reconozca y pretenda superar su hoy escasa credibilidad en tanto foco de identidad colectiva y que, por reconocerla y para superarla, promueva una deliberación pública que indague y resuelva para qué tipo de sociedad se pretende que sea apto ese Estado. Esta deliberación pública no puede ser anterior a una gestión de gobierno que reconozca y revierta la hoy reducida eficacia de su conjunto de burocracias y la limitada efectividad de su sistema legal: debe ser simultánea, porque de otro modo estarÃamos nuevamente postergando las necesidades y expectativas de la población, lo que redundarÃa en la inviabilidad de aquella deliberación, con lo que sólo estarÃamos reproduciendo el Estado que pretendemos transformar. Cuando hablamos de conjunto de burocracias, estamos hablando de las distintas áreas en que se organiza un gobierno para el abordaje de las complejas relaciones sociales del territorio (ambiente, salud, educación, etc.) y cuando hablamos de sistema legal estamos hablando del orden jurÃdico-polÃtico que se intenta establecer para el desarrollo, más o menos pacÃfico, más o menos conflictivo, de aquellas complejas relaciones sociales. Su punto de articulación es aquel foco de identidad colectiva, es decir, un Estado que sea reconocido como propio por el conjunto de la población, porque ese reconocimiento es el que permite, a pueblo y gobierno, identificar sus debilidades y fortalezas, con la finalidad de promover acciones tendientes a la superación de las primeras y la profundización de las últimas (Ver mi artÃculo "Nadie está pensando en la inclusión polÃtica"). Pero, ¿desde dónde llegamos hasta aquÃ? Veamos… La traducción local del orden imperial Nuestra primera hipótesis señala que en el funcionamiento de la Comuna (desde la perspectiva de la configuración del poder polÃtico dominante y su articulación con los efectos sociales derivados de sus polÃticas públicas) podemos describir a escala local el funcionamiento del imperialismo en el mundo (eso que ha dado en llamarse "globalización"). Este planteo incluye el supuesto de que vivimos bajo un orden imperial, entendido como el actual concierto capitalista mundial, que no es sólo dominación económica, sino también -y fundamentalmente- constitución y soporte de un complejo institucional dentro del cual se establecen: a) el orden jurÃdico que legaliza el control oligopólico de la economÃa; b) la organización polÃtica que subordina a los estados nacionales periféricos y c) la estructuración de un sentido común que naturaliza aquel control y esta subordinación. Los imperativos materiales e ideológicos de este complejo institucional son perfectamente adaptables al orden comunal. Sólo se diferencia su desempeño por el alcance territorial de sus proyecciones y los grados de poder y riqueza que pueden acumular sus actores. Imperio. Imperialismo. Globalización. Capitalismo Mundial Integrado. Orden Imperial. Todos estos conceptos remiten a un mismo fenómeno: la imposibilidad de los Estados nacionales periféricos de proyectar polÃticas económicas que no respondan a los lineamientos de la economÃa de mercado, tal como son promovidos por las corporaciones transnacionales en coordinación con los Estados nacionales hegemónicos, casualmente sus Estados de origen, asiento y desarrollo (1). Es esta la más alta forma de expansión del capitalismo, desde sus orÃgenes persiguiendo la dominación y el control económico y polÃtico en todo el mundo, por los medios que resulten necesarios, según el contexto económico, polÃtico e ideológico del momento. Y hasta ahora, lo ha logrado: tiene el poder, tiene el control, domina y explota. La burguesÃa (2) se ha forjado un mundo a su imagen y semejanza y ese mundo incluye a la Comuna: con su población aglomerada, con sus medios de producción concentrados, con su propiedad en pocas manos, con su polÃtica centralizada, con sus incluidos, recluidos y excluidos (Ver mi artÃculo "EconomÃa, deriva social y sufragio: Incluidos, Recluidos y Excluidos"). La única realidad es la que se transforma
Suponemos que no hace falta decir que esta lógica implica la previsión de su disfrute para un 20% o 25% de la población, como máximo. El resto, a trabajar para ellos y a pelearse entre sà por las sobras. Comprender esta realidad no significa aceptarla como un lÃmite, sino como un punto de partida. Para enfrentarla y transformarla, claro está. Como está claro también que los discursos y los proyectos son letra muerta si no se encarnan en actores sociales que los hagan suyos y estén dispuestos a luchar por su predominio. De allà que ningún proceso polÃtico es necesario ni es inevitable, dado que todo proceso polÃtico es la expresión de relaciones de poder y no de dinámicas divinas o naturales (Ver mi artÃculo "El juego de las reglas") Desde esta concepción es que planteamos nuestra segunda hipótesis: la reproducción del orden imperial en la Comuna no es necesaria ni es inevitable, dado que con los mismos recursos humanos y económicos es viable proyectar y sostener una estrategia distinta. La fuerza polÃtica que tiene a su cargo el gobierno comunal no es inocente y actúa como actúa porque no tiene más remedio, sino que expresa en su manera de gobernar su connivencia, consciente o inconsciente, con aquel orden imperial. Asà que es posible pensar -para luego actuar- polÃticas públicas comunales que se proyecten como alternativas a -y hasta contradictorias con- las polÃticas nacionales y provinciales, cuando estas responden a -o están fuertemente condicionadas por- polÃticas imperiales. Porque, después de todo, no es tan difÃcil gobernar: sólo se trata de decidir entre quienes se recauda, cuánto y cómo, y entre quienes se distribuye lo recaudado, cuánto y cómo. Luego, sólo se trata de saber cómo se abordarán los conflictos que estas decisiones motivarán. También desde este simple concepto se puede analizar cualquier gobierno y trazar las lÃneas directrices de cualquier acción legislativa. La elaboración del Presupuesto de Gastos y Cálculo de Recursos es una profunda discusión sobre qué y cómo se hará, sobre quién pagará y cómo, sobre quienes serán beneficiarios de las polÃticas públicas y quienes se sentirán afectados por ellas, y en qué polÃtica económica global se encuadrará. Su diseño y ejecución es la expresión más concreta de una manera de gobernar, su matriz polÃtico-ideológica. Y no sólo por su contenido, sino también por cómo se define ese contenido y entre quienes se discute, porque ese contenido marca la calidad de vida individual y colectiva del pueblo. Contra el sentido común Que no nos hagan creer que "lo macro" está desenganchado de "lo micro". Que no nos hagan creer que nuestro voto es inútil, porque con nuestro voto estamos definiendo quiénes ocuparán los cargos públicos que se ponen en juego en cada elección y qué harán desde esos lugares con "lo macro" y con lo "micro", es decir qué polÃticas públicas ("lo macro") frenarán y/o impulsarán, en consonancia (o no) con la preocupación inmediata del pueblo ("lo micro").
No nos dejemos llevar hacia el desierto de la antipolÃtica, que es el territorio sagrado de estos gobiernos que supimos conseguir y a los que algunos (propios y ajenos) les han dado "gobernabilidad". Es decir: impunidad… Notas: (1) Sabemos que todos estos términos remiten a definiciones conceptuales distintas, según el dogma de cada uno. Pero como no nos interesan el dogma ni la corrección académica (mucho menos, la corrección polÃtica), sino los efectos sociales y su consecuente práctica alterativa, nos dedicamos, más que a tratar de comprender obsesiva y puntillosamente desde y hacia una teorética marxista que excluye a la mayorÃa del pueblo, a intentar el abordaje, junto con el pueblo, de la transformación de la realidad que provoca el imperio, imperialismo, globalización, capitalismo mundial integrado, orden imperial, o como se lo quiera llamar. (2) "Por burguesÃa se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir" (Nota de Engels en la edición del Manifiesto del Partido Comunista de 1888). (*) Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 8/08/2017 Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación de La Plata (COMPA). |