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11-06-2024 | Lanzamiento | |||
Un libro sobre Leopoldo Lugones desmenuza la relaci贸n de los intelectuales y el poder en la Argentina | |||
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El D铆a del escritor en la Argentina se celebra todos los 13 de junio, en honor al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), que lider贸 la vanguardia literaria del modernismo de finales del siglo XIX. Ahora, un nuevo libro aborda la vida del c茅lebre escritor que tuvo un final tr谩gico.
Penguin Random House acaba de lanzar Lugones-Los intelectuales y el poder en la Argentina, de Cristina Mucci, que se centra en la vida y el pensamiento de este escritor, que fue reconocido por sus aportes a la literatura moderna y tambi茅n repudiado por su adhesi贸n a los autoritarismos.
En su vida pol铆tica, que se inici贸 en el socialismo y peg贸 varios giros hasta su apoyo en 1930 al primer golpe de Estado del pa铆s, busc贸 incidir y participar en el poder. La biograf铆a del poeta es en este libro el punto de partida para contar la relaci贸n entre los intelectuales y la vida pol铆tica en la historia argentina. Mucci cuenta ese recorrido hasta llegar a los hechos y los protagonistas que conoce de primera mano por su trayectoria como periodista cultural. El pr贸logo del libro de Cristina Mucci dedicado a Leopoldo Lugones 鈥淗ay muchos suicidas en nuestra literatura: Alfonsina Storni, Francisco L贸pez Merino, Horacio Quiroga. Lo esencial es la sensaci贸n de inutilidad que tienen en este pa铆s las personas que se dedican a las letras鈥. Jorge Luis Borges A fines de la d茅cada del treinta, tres de nuestros m谩s gran颅des escritores 鈥擧oracio Quiroga, Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni鈥 se quitaron la vida con diferencia de meses por diferentes razones, y la noticia de sus muertes conmocion贸 al pa铆s. En 1937, Horacio Quiroga ya hab铆a vuelto a Buenos Ai颅res de su exilio en la selva de Misiones y se hab铆a internado en el Hospital de Cl铆nicas para tratarse de un c谩ncer de pr贸stata. Seg煤n su bi贸grafo Pedro Orgambide, ya hab铆a dicho todo lo que pod铆a y quer铆a decir, y unas p谩ginas que escribi贸 en 1930 pueden leerse como su verdadero testa颅mento: 鈥淓l momento actual ha hallado a su verdadero dios, relegando al olvido toda la errada fe de nuestro pasado ar颅t铆stico. De 茅ste, ni las grandes figuras cuentan. Pasaron鈥. Efectivamente, su suicidio con cianuro de potasio contie颅ne todos los elementos que revelan la suerte de los escritores a los que la sociedad da la espalda. Tuvo un triste velorio en la Casa del Teatro y, a falta de dinero para pagar los servi颅cios f煤nebres, el empresario period铆stico Natalio Botana se hizo cargo de los gastos. El gobierno del Uruguay propuso enterrarlo en ese pa铆s, ya que ese era su lugar de nacimiento, y all铆 fue en parte resarcido: se organiz贸 una gran ceremonia y m谩s de cinco mil personas se sumaron al cortejo. Unos a帽os antes, Alfonsina Storni hab铆a dicho en un reportaje aparecido en Cr铆tica: 鈥淓l uruguayo endiosa a sus escritores, mientras que el argentino los baja del pedestal a pedradas. El 铆mpetu creativo ha disminuido mucho en esta Argentina gobernada por el general Justo, en la que impor颅tan m谩s los negociados que la creaci贸n de los escritores鈥. Alfonsina despidi贸 a su amigo con un poema: 鈥淢orir como t煤, Horacio, en tus cabales, / y as铆 como en tus cuen颅tos, no est谩 mal; / un rayo a tiempo y se acab贸 la feria鈥 / All谩 dir谩n鈥. Leopoldo Lugones, en cambio, se limit贸 a comentar: 鈥渟e mat贸 como una sirvienta鈥, sin comprender a煤n que en realidad no importaba la manera. Lugones y Quiroga se hab铆an conocido en uno de los viajes habituales del uruguayo, cuando junto a un amigo se anim贸 a tocar el llamador de la casa del poeta en la calle Balcarce entre Alsina y Victoria, hoy Hip贸lito Yrigoyen. Lugones era apenas mayor, pero hac铆a un a帽o que viv铆a en Buenos Aires y ya hab铆a publicado Las monta帽as del oro, libro que lo convertir铆a en el s铆mbolo del modernis颅mo en el R铆o de la Plata. 鈥淰enimos de Montevideo, so颅mos admiradores suyos鈥, le dijeron, y all铆 se estableci贸 una amistad. Se distanciar铆an muchos a帽os despu茅s, cuando el ya indiscutido poeta nacional declar贸 en Ayacucho que hab铆a llegado la hora de la espada. Fue entonces cuando el uruguayo, que habitualmente no opinaba sobre pol铆tica, escribi贸: 鈥淪ubleva el alma que sea a veces un alto intelec颅tual 鈥攗n amigo鈥 quien se expresa de esa atroz manera鈥. A partir de all铆 ya no se ver铆an m谩s. Lugones se suicid贸 un a帽o despu茅s que Quiroga, apelan颅do al mismo procedimiento. 鈥淓n esa 茅poca abundaban los suicidios de dom茅sticas con cianuro de potasio en polvo, producto que se adquir铆a con facilidad en las ferreter铆as鈥, explicaba C茅sar Tiempo. Luego ser铆a el turno de Alfonsina. Operada de un c谩ncer de mama, pas贸 su convalecencia en la quinta Los Granados, del gran benefactor indiscutido de los artistas de la 茅poca, Natalio Botana (en realidad, era 铆ntima amiga de Salvadora Medina Onrubia, su mujer), y s贸lo acept贸 someterse a una 煤nica sesi贸n de rayos, que la dej贸 exhausta. A partir de all铆 sufri贸 fuertes dolores y cambi贸 su car谩cter, tradicionalmen颅te alegre y sociable. Una madrugada, dej贸 su habitaci贸n de hotel en Mar del Plata y algunas horas despu茅s la encontra颅ron flotando a doscientos metros de la playa. Seguramente se arroj贸 desde la escollera del Club Argentino de Mujeres, ya que all铆 qued贸 uno de sus zapatos, que debi贸 engan颅charse en los hierros al caer. A diferencia de Quiroga, su cuerpo fue recibido en Buenos Aires por una multitud que la acompa帽贸 hasta el cementerio de la Recoleta, donde fue enterrada (驴d贸nde si no?) en la b贸veda de la familia Botana.
Fue entonces cuando el senador Alfredo Palacios se deci颅di贸 a hablar en el Congreso de la Naci贸n: 鈥淣uestro progre颅so material asombra a propios y extra帽os. Hemos construi颅do urbes inmensas. Centenares de millones de cabezas de ganado pacen en la inmensurable planicie argentina, la m谩s fecunda de la tierra; pero frecuentemente subordinamos los valores del esp铆ritu a los valores utilitarios y no hemos conseguido, con toda nuestra riqueza, crear una atm贸sfera propicia donde pueda prosperar esa planta delicada que es un poeta. En dos a帽os han desertado de la existencia tres de nuestros grandes esp铆ritus, cada uno de los cuales bas颅tar铆a para dar gloria a un pa铆s: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni. Algo anda mal en la vida de una naci贸n cuando, en vez de cantarla, los poetas parten, voluntariamente, con un gesto de amargura y de desd茅n, en medio de una glacial indiferencia del Estado鈥. Al igual que Horacio Quiroga, Palacios se hab铆a desen颅cantado del poeta 鈥攄e quien fue amigo en sus inicios鈥 por sus virajes pol铆ticos, aunque no vacil贸 en solidarizarse con su muerte. 驴Influyeron de alg煤n modo en estos suicidios la indiferencia del Estado o 鈥攍o que es lo mismo鈥 la sensa颅ci贸n de inutilidad que plante贸 Borges (quien, dicho sea de paso, no incluy贸 a Lugones)? Seguramente tuvieron alg煤n peso en el caso de Quiroga, que muri贸 en la soledad y la pobreza, y en menor grado, en el de Alfonsina. Lugones, en cambio, trabaj贸 siempre desde un lugar distinto: el del artista que desarrolla su obra y paralelamente aspira a con颅vertirse en el ide贸logo de su tiempo, ocupando un lugar de cercan铆a al poder. La relaci贸n entre escritores y pol铆tica nunca fue senci颅lla, y abundan los ejemplos. Salvando las distancias, hubo otra escritora que cumpli贸 con un recorrido similar al de Leopoldo Lugones. Marta Lynch desarroll贸, paralelamente a su carrera literaria (de fuerte contenido pol铆tico, con t铆颅tulos como La alfombra roja y La se帽ora Ord贸帽ez), un pretendido rol en la pol铆tica activa que, sin embargo, nun颅ca logr贸 alcanzar. De tradici贸n antiperonista, comenz贸 apoyando la candidatura presidencial de Arturo Frondizi, de quien se distanci贸 prontamente al no obtener el prota颅gonismo al que aspiraba. Luego se declar贸 partidaria de la revoluci贸n cubana, el grupo Montoneros, el peronismo revolucionario y el gobierno de H茅ctor J. C谩mpora, don颅de tampoco encontr贸 un lugar. En 1976 consider贸 que los militares 鈥渘os traer铆an un orden necesario鈥 y termin贸 re颅lacion谩ndose con unos de los personajes m谩s nefastos de la dictadura, el almirante Emilio Eduardo Massera, quien sin embargo al poco tiempo comenz贸 a evitarla. Finalmente, con la recuperaci贸n de la democracia, intent贸 integrarse a los sectores que rodeaban al presidente Ra煤l Alfons铆n, pero su cercan铆a al gobierno de facto impidi贸 que le dieran un espacio. Pese a que unos meses antes hab铆a presentado su 煤ltimo libro con gran 茅xito, se suicid贸 de un tiro en la cabeza en octubre de 1985, despu茅s de algunos desenga帽os amorosos, y fundamentalmente 鈥攁l igual que el poeta鈥 en medio de una enorme sensaci贸n de frustraci贸n personal.
Lugones tambi茅n asumi贸 el riesgo de sus cambios ideol贸gicos, a tono con las tendencias de la 茅poca. En sus comienzos como socialista, fue aclamado en m铆tines par颅tidarios en la plaza Herrera de Barracas y fund贸 el peri贸颅dico La Monta帽a, junto a Jos茅 Ingenieros y Roberto Payr贸. Luego conoci贸 a Julio Argentino Roca y se entusiasm贸 con el proyecto de la generaci贸n del ochenta, con el que colabo颅r贸 desde distintos cargos. Finalmente, termin贸 apelando al militarismo y convirti茅ndose en el ide贸logo de la revoluci贸n de 1930, que iniciar铆a la serie de golpes de Estado que sufri贸 el pa铆s hasta 1983. Sin embargo, el gobierno de Jos茅 F茅lix Uriburu jam谩s lo convoc贸. Y con la asunci贸n de Agust铆n P. Justo (quien arro颅j贸 sus innumerables proyectos al cesto de papeles) perdi贸 definitivamente la esperanza de asumir el rol para el que se consideraba destinado. Tal vez haya aspirado a un lugar imposible en la Argentina, donde salvo en la 茅poca de la organizaci贸n del Estado, los intelectuales jam谩s han tenido una verdadera incidencia en el poder real. Seg煤n la ensayista Mar铆a P铆a L贸pez, 鈥渃on el suicidio de Lugones se agot贸 un modo de ser del escritor argentino, aquel que desde los pr贸ceres de Mayo aunaba de modo in颅disoluble la literatura y la pol铆tica鈥. Efectivamente, el pa铆s cultiv贸 desde sus or铆genes elites intelectuales destinadas a la organizaci贸n del Estado, y a煤n entre enormes contradic颅ciones, Mariano Moreno, Juan Jos茅 Castelli, Manuel Bel颅grano, Bernardo de Monteagudo y tantos otros so帽aron un pa铆s. M谩s adelante, los miembros m谩s relevantes de la generaci贸n del 37 no solo sentaron las bases de la Rep煤blica, sino que fueron los autores de las primeras obras cl谩sicas de la literatura argentina: El matadero y La cautiva, de Esteban Echeverr铆a; Recuerdos de provincia y Facundo, de Sarmiento; Amalia, de Jos茅 M谩rmol; El gigante Amapolas, de Juan Bautista Alberdi. Se reun铆an en el Sal贸n Literario de Marcos Sastre, reivindicaban las ideas de la Revoluci贸n de Mayo, y se diferenciaban de la tradici贸n espa帽ola adop颅tando como doctrina est茅tica el romanticismo franc茅s e ingl茅s. Como apunta el escritor Mempo Giardinelli, 鈥渆n ese momento se dio la situaci贸n excepcional y 煤nica de que nuestros estadistas fueran hombres de letras, y los funda颅dores de nuestra literatura fueran estadistas鈥. Luego el rol de los escritores se tornar铆a m谩s modesto y m谩s confuso, acorde a las 茅pocas que les tocar铆a transitar. Aunque la llamada generaci贸n del ochenta tuvo una fuerte vocaci贸n p煤blica, ya se hab铆a conformado la Argentina mo颅derna y hab铆an dejado de confundirse los roles del pol铆tico y del intelectual. A partir del siglo XX, ya no solo no se repetir铆an casos como el de Sarmiento: tal como demostr贸 el fracaso de Lugones, los escritores ni siquiera ser铆an es颅cuchados. Y aunque sus intervenciones p煤blicas en muchos casos no fueron felices, lo cierto es que el pa铆s se extravi贸 m谩s f谩cilmente al desde帽ar el trabajo intelectual y dejar de concebir la cultura como prioridad. Sin embargo, fueron muchos los que se involucraron fuertemente en el debate. Unos a帽os antes de la revolu颅ci贸n de 1930, un grupo de escritores j贸venes vinculados a la revoluci贸n rusa y enfrentados a los valores de las clases dominantes 鈥攓ue seg煤n su criterio segu铆an gobernando a trav茅s de los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear鈥 constituyeron el primer grupo organizado que dio origen a la literatura social en el pa铆s. Fue el grupo de Boedo, for颅mado entre otros por Le贸nidas Barletta, El铆as Castelnuovo y 脕lvaro Yunque, enfrentado al grupo de Florida (Borges, Oliverio Girondo, Norah Lange), que se inclinaba hacia las novedades europeas y las escuelas de vanguardia. En tanto, Ezequiel Mart铆nez Estrada se dedicaba prin颅cipalmente a la poes铆a. Pero el golpe de Uriburu lo llev贸 a cuestionar la estructura del pa铆s con t铆tulos como Radio颅graf铆a de la pampa, La cabeza de Goliat y Muerte y trans颅figuraci贸n de Mart铆n Fierro, al igual que Ra煤l Gonz谩lez Tu帽贸n, quien se convirti贸 en militante comunista y fue encarcelado por incitar a la rebeli贸n. Arturo Jauretche, por su parte, ya hab铆a formado el grupo FORJA (Fuerza de Orientaci贸n Radical de la Joven Argentina) junto a Home颅ro Manzi y Ra煤l Scalabrini Ortiz, y luego participar铆a en el levantamiento c铆vico-militar de Paso de los Libres. Desde una vereda pol铆tica opuesta, Victoria Ocampo encabez贸 el grupo Sur.
Despu茅s llegar铆a el peronismo, con el eslogan 鈥淎lpargatas s铆, libros no鈥, la censura y las manifestaciones autoritarias. Juan Domingo Per贸n desconfiaba de los intelectuales y no dio demasiada cabida a los pocos escritores que simpatiza颅ban con su gobierno: Leopoldo Marechal, Ferm铆n Ch谩vez, Mar铆a Granata, Julia Prilutzky Farny y el subsecretario de Cultura, Jos茅 Mar铆a Casti帽eira de Dios. Jauretche y Manzi, por su parte, consideraron a Per贸n como el continuador de las pol铆ticas de Yrigoyen y decidieron apoyarlo (lo que pro颅voc贸 la disoluci贸n de FORJA) pero, al igual que Scalabrini Ortiz, finalmente fueron marginados. Aunque la revoluci贸n de 1955 intervino en la actividad cultural con el fin de evitar cualquier referencia al r茅gimen depuesto, en esa 茅poca se abrieron rumbos que sentar铆an las bases del florecimiento de la d茅cada siguiente. Impor颅tantes figuras de la cultura ocuparon cargos en el gobierno, aunque solo en sus 谩reas espec铆ficas: Jorge Luis Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional; Jorge Ro颅mero Brest, del Museo Nacional de Bellas Artes; Orestes Caviglia, del Teatro Nacional Cervantes y Jorge D鈥橴rbano, del Teatro Col贸n. Adem谩s, Jos茅 Luis Romero fue desig颅nado interventor de la Universidad de Buenos Aires; Ma颅nuel Mujica Lainez, director de relaciones culturales de la Canciller铆a, y Eduardo Mallea, embajador ante la Unesco. Ernesto Sabato, por su parte, fue nombrado director de la revista Mundo Argentino 鈥攓ue hab铆a sido comprada por el gobierno鈥, aunque al a帽o renunci贸, despu茅s de denunciar torturas a militantes sindicales. Muchos escritores 鈥攅l mismo Sabato, Ismael y David Vi颅帽as, Le贸n Rozitchner, No茅 Jitrik, F茅lix Luna, Marta Lynch, Martha Mercader鈥 se involucraron en el proyecto presi颅dencial de Arturo Frondizi, autor de Petr贸leo y pol铆tica y seguramente el 煤nico intelectual argentino del siglo XX que llegar铆a al poder (aunque tal vez se podr铆a incluir a Carlos Chacho 脕lvarez, profesor de historia y director de la revista cultural Unidos, quien asumi贸 como vicepresidente de la Naci贸n en 1999 y termin贸 renunciando al a帽o siguiente por disidencias con el presidente Fernando de la R煤a).
El gobierno de Frondizi abri贸 grandes expectativas: 鈥淯n tipo de aspecto profesoral, pero que no viv铆a en las nubes. Libros y realidad: la s铆ntesis esperada durante a帽os鈥, opin贸 David Vi帽as. 鈥淪e ha producido un hecho nuevo que abre un enorme interrogante. Por primera vez en la historia ar颅gentina, un intelectual recibe apoyo del pueblo, o, dicho de otra manera, por primera vez el pueblo no est谩 contra el intelectual鈥, dijo Arturo Jauretche6. Sin embargo, al poco tiempo de asumir, el presidente traicion贸 su discurso de campa帽a y la mayor铆a terminar铆a distanci谩ndose. Mempo Giardinelli opina que en esa 茅poca se incub贸 una idea desdichada que luego la dictadura trabajar铆a a conciencia: 鈥淒e los intelectuales hay que desconfiar, son peligrosos, por algo ser谩, los intelectuales son de caf茅, de izquierda o de mierda鈥. Seg煤n su punto de vista, 鈥渃uando fracasa un intelectual es como si la culpa la tuvi茅ramos to颅dos. Al menos en la Argentina, que es un pa铆s tan ingrato como puede ser feroz a la hora de generalizar鈥7. Much铆simos autores han escrito sobre Lugones, tal vez m谩s que sobre cualquier otro escritor. Desde el naciona颅lista Julio Irazusta hasta Jorge Luis Borges, pasando por Juan Jos茅 Sebreli, Beatriz Sarlo, 脕lvaro Ab贸s, David Vi颅帽as, Ivonne Bordelois, No茅 Jitrik, Ricardo Piglia, Horacio Gonz谩lez, Mar铆a P铆a L贸pez y Jos茅 Pablo Feinmann. M谩s all谩 de sus fluctuaciones y sus ansias de grandeza, la figura atrae por lo que representa. Repasar su historia invita tam颅bi茅n a repasar algunos aspectos de la dif铆cil relaci贸n entre los intelectuales, el poder pol铆tico y la sociedad. (NA) |