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04-06-2024 | Autor de verdaderos clásicos | |||
El centenario de la muerte de Kafka y un final de eterna insatisfacción | |||
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El centenario de la muerte de Franz Kafka, suscitó en a lo largo de todo el año toda una serie de publicaciones y actos que reconstruyen la vida y la obra de uno de los escritores más emblemáticos de toda la historia y que también vuelve a la pregunta recurrente de a quién pertenece la obra del autor de El proceso.
En Kafka, la serie de televisión de la Primera Cadena de la Televisión Alemana (ARD) con libreto del novelista austriaco Daniel Kehlman y asesorÃa del biógrafo del escritor Rainer Stach, hay una escena en la que Max Brod, amigo y albacea del escritor, deja precipitadamente la entonces Checoslovaquia después de la invasión nazi.
En la frontera su equipaje es registrado y los guardias se burlan de unos manuscritos. Brod partÃa hacia el exilio. La herencia de Kafka también se iba con él hacia el exilio, a Palestina.
A la serie se pueden agregar varias exposiciones, una de fotografÃa en la Staatsbibliotek de Berlin y otra en el Museo JudÃo sobre sus hermanas, publicaciones como un ensayo biográfico de Rüdiger Safranski y ciclos de artÃculos sobre el autor de La Metamorfosis en diversos diarios.
Franz Kafka habÃa nacido en Praga el 3 de julio de 1883. Su cuerpo está enterrado en uno de los cementerios judÃos de la capital checa pero a lo largo de su vida soñó también con otras patrias imaginadas.
Una de ellas fue Palestina, al menos durante el tiempo de su romance con Felice Bauer que lo puso en contacto con el movimiento sionista. Otra de sus patrias imaginadas era BerlÃn, donde vivirÃa hacia el final de su vida con su último amor Dora Diamant.
BerlÃn lo atraÃa como capital de la lengua alemana, en la que escribÃa, y antes de la Primera Guerra Mundial estuvo cerca de trasladarse, animado por el novelista Robert Musil, y dejar atrás Praga y todo lo que ello significaba, como su trabajo como abogado en una agencia de seguros.
Personajes que no encuentran lo que buscan
Los personajes de Kafka son gente que también está buscando otra cosa. El secreto de un poder aparentemente omnÃmodo, como el K. de El castillo, saber al menos de qué se le acusa, como Joseph K. en El proceso o, en medio de un peregrinaje que empieza con el destierro, un lugar donde todo funcione armónicamente, como Karl Rossmann en América.
Ninguno de ellos encuentra lo que busca. Kafka tampoco encuentra un final que lo deje satisfecho para sus tres grandes novelas que él consideraba en el momento de morir que se habÃan quedado en fragmentos.
La última voluntad de Kafka -le pidió a Brod que quemara sus manuscritos, lo que éste no hizo- dio origen a leyendas innumerables. También el destino de los manuscritos de Kafka -que han tenido un largo peregrinaje- dieron origen a mitos y disputas.
El destino de sus manuscritos
Cuando Brod murió, en 1968, su secretaria Esther Hoffe heredó los manuscritos. En 1988 subastó parte de ellos, entre los que estaba el manuscrito de El proceso que fue adquirido por el Archivo de Literatura Alemana de Marbach.
Desde Israelhubo reclamaciones, pues hay quienes consideran que el manuscrito salió ilegalmente del paÃs. Las cartas de Kafka a Max Brod y otros documentos están en Jerusalén. El manuscrito de El Castillo, en Oxford.
Además, el destino de los originales de las cartas a Felice Bauer, que ella vendió a la editorial estadounidense Shocken cuando pasaba apuros económicos, se desconoce después de que fueron subastadas.
El director del archivo de la Biblioteca Nacional de Israel sostuvo, en una entrevistas con el diario judÃo alemán Jüdische Allgemeine, que a Kafka no se le puede reducir a una sola nacionalidad.
"Es un hecho que culturalmente representa una mezcla. TenÃa origen judÃo, vivÃa en Praga, en un paÃs que desde 1919 tenÃa el checo como idioma nacional, su literatura la escribÃa en alemán pero la correspondencia de trabajo parte en checo", agregó.
La muerte temprana de Kafka, el 3 de junio de 1924, por una tuberculosis, lo libró de vivir el destino de millones de judÃos centroeuropeos lo que no puede decirse de su hermanas Ottilie, Valerie y Gabriele, asesinadas en los campos de concentración nazis y a quienes el Museo JudÃo de BerlÃn dedica una exposición. (NA)
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