"Nuestro trabajo acerca de los
relojes biológicos, en principio de laboratorio, nos llevó a plantear algunas
hipótesis en el campo, en la vida real. Sabíamos que los adolescentes tienen un
desfase en cuanto a su reloj biológico y también que esto ocasiona ciertas
dificultades para el turno mañana en la escuela secundaria. Lo pusimos a prueba
en un colegio de tres turnos y ahí estamos: jugando con ideas que provienen del
pensamiento científico pero aplicadas en la sociedad", señala Diego Golombek, uno de los autores
del paper publicado en la prestigiosa revista Nature (Human Behaviour) y referente del
Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Sucede que la ciencia, en su afán de estudiarlo todo, ofrece -desde hace
tiempo- una clasificación que sirve para comprender cómo afectan las
actividades cotidianas a los cronotipos, es decir, las preferencias horarias
dictadas por los relojes internos de cada quien. Los más activos durante la
mañana son denominados "alondras", mientras que los que rinden mejor de noche
son etiquetados como los simpáticos "búhos". Aunque la cronobiología enseña que
las personas tienen relojes distribuidos por todo el cuerpo, el más importante
de todos reside en el cerebro y es modulado, a su vez, por factores externos
como la luz. Pero, ojo, que la cosa no se mantiene inmutable; por el contrario,
se ajusta -se sincroniza- a lo largo de la vida, siendo la adolescencia el
momento donde la tendencia se inclina más hacia lo nocturno.
Desde esta perspectiva, ¿qué analizaron? La investigación procuró demostrar la
influencia del cronotipo en el rendimiento académico y en el sueño de
estudiantes adolescentes. Para ello, la muestra fue compuesta de 753 alumnos de
1° y 5° año que asisten en los tres turnos (mañana, tarde y noche) a un colegio
de la Ciudad de Buenos Aires. Como referencia, escogieron Matemática y Lengua
porque son las dos asignaturas presentes en ambos cursos y transversales a
todas las comisiones.
Frente a esta situación desplegaron algunas líneas de exploración. "No
es que los matutinos [alondras] son mejores en cualquier momento del día, sino
que son evaluados por la mañana cuando su horario interno está mejor alineado
con el horario escolar. A los nocturnos [búhos] muchas veces se los toma como
'vagos' cuando, en verdad, lo que sucede es que son puestos a examen en
horarios que no son adecuados para su cronotipo", narra María Juliana
Leone, también investigadora del Laboratorio de Cronobiología. Y, luego,
continúa con el razonamiento: "Sabíamos por estudios previos que el turno
mañana no era ideal para los adolescentes porque poseen un cronotipo nocturno.
Ello hace que duerman poco y en horarios inadecuados. Nuestra hipótesis era que
la interacción entre el horario escolar y el cronotipo modula el rendimiento
académico, es decir, las notas que obtienen".
En primer lugar examinaron cómo el horario escolar modulaba el sueño de los
adolescentes: cuánto duermen y el jet lag social, esto es, la diferencia en los
horarios del dormir entre días hábiles y libres; un asunto que puede asociarse
a problemas de salud y menor rendimiento cognitivo. Si bien todos los estudiantes
tienen un cronotipo nocturno, los del turno mañana son más matutinos que los
del turno tarde y los del turno vespertino. Sin embargo, esas diferencias no
son suficientes para compensar la brecha que existe entre el horario interno y
el escolar matutino. "El horario de inicio escolar (7.45) es realmente muy temprano para
un adolescente, aun para el 'más alondra' de todos. En promedio duermen
unas seis horas y quedan lejos del número sugerido (entre 8 y 10 horas). Lo
compensan parcialmente con siestas pero no es suficiente", apunta
Leone. Para pasar en limpio: más del 90% de los alumnos del turno mañana
duermen menos de ocho horas en días hábiles.
"Si
bien los adolescentes son búhos en general, en el turno mañana esperábamos que
los más matutinos tuvieran mejor desempeño que los más nocturnos.
Efectivamente, comprobamos que ello sucede de este modo pero se cumple mejor en
Matemáticas que en Lengua", refiere la científica. Esta conclusión
podría explicarse de dos maneras: por el hecho de que los matutinos fueran
portadores de una característica que, sencillamente, los hiciera más capaces
que los nocturnos con independencia del horario en que sean evaluados; o bien,
obtienen mejores calificaciones porque sus trabajos (parciales, trabajos
prácticos) son corregidos en su mejor momento. La pregunta es: ¿qué ocurre
entonces en los otros turnos escolares? "En el turno tarde el efecto del cronotipo
sobre el rendimiento desaparece, excepto para Lengua en los adolescentes de 5°
año. Aquí se ve que existe un mejor desempeño de los matutinos; como si el
turno tarde todavía fuera temprano para los nocturnos. En el turno vespertino,
en los estudiantes de 5°, se observa que los más nocturnos tienen un mejor
rendimiento que los más matutinos", subraya Leone. Estos resultados demuestran
que cuando los horarios escolares están mejor alineados con el reloj interno de
los adolescentes, el rendimiento académico mejora.
"Entender
al mundo y tratar de conocerlo es el proceso que describe a la ciencia. En el
camino podemos descubrir aplicaciones y tenemos la posibilidad de volcar hacia
la sociedad algunas de las cosas que pensamos", ensaya Golombek y concluye:
"Sobre la base de estas evidencias científicas recomendamos comenzar el colegio
secundario un poquito más tarde, entre media y una hora. Estamos convencidos de
que las decisiones en políticas educativas se tienen que basar en evidencias
científicas".
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