Pep Guardiola es la nueva obsesión del fútbol inglés
22-12-2024
Pep Guardiola es la nueva obsesión del fútbol inglés
Las críticas ya no sorprenden, ni lastiman a Pep Guardiola. Lo dejó perfectamente claro hace meses, el día que lo presentaron como entrenador del Manchester City.

"Ya sé que, cuando no nos vaya bien, no van a ayudarnos", le señaló a los medios de comunicación que se reunieron ese día. Guardiola ha pasado toda su carrera como entrenador de clubes en los que las crisis y las derrotas son sinónimos. Las ollas de presión del Barcelona y el Bayern Munich habrían acabado con cualquier otro técnico. "Cuando jugamos mal, ustedes deben decir: 'ah, este equipo jugó mal'", indicó.

En los últimos 15 juegos, Guardiola ha escuchado esa oración mucho más de lo que le hubiera gustado. El Manchester City solo ha ganado cuatro veces desde comienzos de octubre. En un partido reciente contra el Leicester City, los de Guardiola permitieron tres goles en 20 minutos. En este momento su equipo se encuentra a varios puntos del Chelsea que, ahora más que nunca, es el líder indiscutible de la Liga Premier. En las semanas recientes, la mayoría de las veces su equipo ha jugado mal.

Guardiola no ha disfrutado que se lo recuerden. Sus conferencias de prensa se han vuelto incómodas y cortantes; casi todas sus respuestas van precedidas por una mirada fulminante hacia su inquisidor. Sin embargo, no esperaba menos porque en julio declaró: "Sé que esto es un negocio".

No obstante, hay ocasiones en que no se ha sentido como un negocio. Cuando pierde, a Guardiola le critican —más que a otros entrenadores— no solo sus decisiones profesionales, sus tácticas y alineación, sino también sus defectos personales, como si la cantidad de derrotas del City fuera directamente proporcional al número de fallas de carácter de su entrenador.

Después de la derrota en Leicester, Peter Schmeichel, quien fuera arquero del Manchester United, declaró que Guardiola era un "hombre muy arrogante" por negarse a adaptar su táctica para intentar vencer a los actuales campeones de la Liga Premier.

"Este hombre está diciendo: 'Yo sé más. Mi forma de jugar fútbol es la mejor'", agregó Schmeichel.

Y no ha sido la única acusación contra Guardiola durante las últimas semanas: han hablado de su intransigencia, de una supuesta tendencia a complicarse de más y también se han referido a que tiene la impaciencia de un perfeccionista. Por su parte, después de dejar al Bayern, Guardiola admitió que es "arrogante", aunque no al punto de pensar que podía cambiar al fútbol alemán.

Todo esto ilustra cuán ácido y pesado, se ha vuelto el tema de Guardiola. No es solo otra de esas rencillas que le dan sabor a la telenovela de la Liga Premier durante una temporada larga; va mucho más allá.

Tal vez quitando a Mourinho, hay pocos temas más polémicos que si Guardiola se merece la elevada reputación que lo precede. Porque, en el fondo, el debate no es sobre Guardiola; sino sobre la identidad del fútbol inglés.

Casi cada semana, desde que llegó Guardiola, en las conferencias de prensa le repiten la misma pregunta. En algún punto, siempre le preguntan si la Liga Premier es la mejor del mundo.

Su respuesta no siempre ha sido la misma. A mediados de octubre, reprendió al que supuso con ligereza que el fútbol en España y Alemania carecía de intensidad. "No has estado ahí, así que no sabes lo intenso que es", señaló. Unas semanas más tarde, parecía que se había suavizado. "Chicos, deben sentirse orgullosos", dijo con su tono cuidadosamente plano. "La Liga Premier es muy difícil".

Su reacción ante la pregunta ahora es más consistente. Sonríe brevemente cuando la escucha porque le resulta tan familiar que ya casi se ha vuelto reconfortante. También es verdad que le divierte un poco la fijación; después de todo, es curioso que una liga que es tan grandilocuente para promocionarse parezca tan desesperada por recibir reconocimiento.

Sin embargo, todo esto tiene una razón de ser. Guardiola, a ojos de los ingleses, es el epítome de la sofisticación continental. Ha disfrutado de un éxito incomparable, casi irrompible, en dos torneos nacionales que se podrían considerar superiores a la Liga Premier: el español y el alemán.

Y no queda duda de que Guardiola sí es diferente, desde su atuendo hasta su manera de pensar. Evita vestirse con las dos opciones tradicionales de los entrenadores de la Liga Premier —ropa deportiva del equipo para expresar dinamismo y traje para proyectar autoridad— y normalmente prefiere un cuello de tortuga, jeans ajustados y zapatos deportivos.

Tanto en la superficie como en el fondo: muchos de los principios de Guardiola están a un paso de ser herejía para los ingleses. No le importa que su arquero, Claudio Bravo, no sea maravilloso al detener disparos o que se imponga al cortar centros, porque Guardiola cree que es más importante que tenga un papel al momento de atacar.

"Lo siento pero hasta mi último día como entrenador, intentaré jugar desde mi arquero", indicó después de un empate con el Everton durante esta racha complicada.

Tampoco quiere perder mucho tiempo haciendo caso a la obsesión que tienen en Inglaterra por lo físico. "No soy un entrenador al que le gusten las barridas, así que no las entreno", aseguró después de la derrota ante el Leicester. En una liga y en un país donde se atesora la reputación de sanguinarios y violentos, donde Xabi Alonso alguna vez opinó que una barrida podía recibir la misma intensidad de aplausos que un gol, es impensable que un entrenador piense así.

Por supuesto, estos rasgos convierten a Guardiola en una figura fascinante en Inglaterra; aunque también genera emociones muy extremas.

En parte, se debe a que su visto bueno es un premio considerable en una batalla de relaciones públicas: si a Guardiola, nada más y nada menos, lo convence la idea de que la primera división de Inglaterra es la más exigente de todas, entonces no habrá dudas de que hay fondo detrás de la forma.

Pero el tema va incluso más allá. Si Guardiola tiene problemas o falla abiertamente en el Manchester City, entonces se justificará el mito de la excepcionalidad inglesa. La Liga Premier podrá seguir viéndose como un mundo aparte. Habrá reprobado la prueba "Rainy Night in Stoke", la idea de que la grandeza que se adquiera en otras partes de Europa debe tener un asterisco hasta que se pruebe ante la diversidad particular de los retos que hay en Inglaterra.

Pero si tiene éxito, se derrumbará todo lo anterior. Ha sido claro en que no tiene pensado comprometer sus creencias por su nuevo entorno. "Gané 21 títulos en siete años: tres títulos por año haciéndolo de esta manera", comentó a principios de esta temporada. "Lo siento, chicos, no voy a cambiar".

Esencialmente, es una batalla de ideas. En muchos sentidos, Guardiola representa una nueva manera de pensar. Si prospera, no solo representará el triunfo de su filosofía, sino también el fracaso de muchos de los principios centrales de la identidad inglesa. De ahí proviene la crítica; por eso se ha vuelto personal. El problema no viene de Guardiola; viene de nosotros, los ingleses, según contaron desde la sección "Deportes" del NYT en Español.