Estamos transitando el primer año del retorno a la presencialidad en las escuelas.

En particular en el nivel secundario, las consecuencias del aislamiento 2020-2021 son desastrozas: impulsividad violenta, angustias sin razón, llantos profundos, retraimientos en la socialización, excesos de pantalla, abulia generalizada, desbordes emocionales, pérdidas del sentido de la vida,  intentos de suicidio, entre las más graves.

Las escuelas secundarias están rebasadas de conflictos. Los docentes no saben qué más hacer. Los directivos no tenemos apoyo de ninguna índole: ni emocional, ni pedagógica, ni administrativa. Las normativas quedaron totalmente desfasadas. La estructura de la escuela (que ya no lo venía haciendo antes de la pandemia) no da cuenta de las juventudes y las nuevas formas de inserción en un mundo que la escuela no alcanza a conectar. Las materias se dictan como si no hubiera pasado nada en el medio. El Régimen Académico ni se tocó. Los pibes vienen porque... porque tienen ganas de encontrarse con otros pibes y pibas. La escuela secundaria no le da respuestas ni a los adolescentes ni a sus padres. ¿La dará al mundo productivo que se viene? A la academia - al menos los que también trabajamos en ella - no pareciera tampoco.

Las articulaciones que el Estado podría hacer no las hace.

Los recursos que están a la mano no se utilizan.

Los funcionarios de la DGCyE deberían darse cuenta. Están mirando otro lado de la historia real, la cotidiana, la de todos los días.

Eligen 'las cosas buenas' de la escuela (que las hay) pero olvidan aquellas por las que se sufre el abandono y la ausencia de una ética de la fraternidad social, de la cercanía socioafectiva, de la comprensión moral del significado de la escuela como espacio de realización colectiva.

No se trata de cambios de maquillaje, ni de pequeñas modificaciones que no tocan la estructura del nivel.

De lo que debería tratarse es de una auténtica TRANSFORMACION a la que pareciera, no saben o NO QUIEREN realizar.

Tienen recursos materiales. Tienen recursos humanos.

¿Tienen voluntad política?