La Argentina, tal como la conocemos hoy, es producto de innumerables desacuerdos que a lo largo de su historia fue hegemonizada por el pensamiento positivista, una mirada del mundo plagada de errores de lectura acerca de la historia y del racismo expresado ya en el pensamiento de Rivadavia y consolidado por la campaña a la Patagonia y al Chaco Formoseño emprendida por la generación del '80. Ese racismo visceral, hundido en las raíces que forjaron nuestra patria no pudo ser desarticulado ni por los caudillos federales ni por el propio peronismo, casi un siglo después.

Es ese odio ancestral, heredero de la fantasía de las elites vernaculas de hacer de nuestra tierra una "Europa americana" es el que sigue manifestándose hoy en Mascardi y en tantos otros lugares de la Patagonia indígena.

Es una vergüenza y una mácula histórica que un proyecto político que se autoproclama nacional popular y democrático, haya caído servilmente en las garras de aquella vieja historia narrada por los vencedores y que nada tiene que ver con nuestra verdadera historia.

Señores de la política de este gobierno que a esta altura ya no se le puede llamar nacional popular: reprimir y encarcelar pueblos originarios, ancestrales dueños de estas tierras arrebatadas bajo fusil y sangre inocente derramada por militares que deshonraron el legado de San Martin y de Belgrano, de Güemes y de Quiroga, provengan de dónde provengan las decisiones, no solo es una injusticia, sino una aberración histórica que se inscribirá en los anales de la memoria política de nuestra nación.

No alcanza con la renuncia de un ministro. Es necesario, antes bien, urgente, una reparación histórica que enmiende este error, este atropello a la dignidad humana de nuestros pueblos originarios.

¡JUSTICIA, YA!

(*) Docente, Profesor, Magíster en Educación de la Universidad Nacional de La Plata.

Nota de Opinión publicada en muro de Facebook del autor el 8 de octubre de 2022.