La reciente caÃda masiva del
servicio de WhatsApp es una buena oportunidad para preguntarnos sobre algunos
aspectos de la tecnologÃa actual. ¿PodrÃa el mail caerse de manera tan masiva?
¿Cuál es la verdadera diferencia entre el mail y
el WhatsApp?
La respuesta está en los protocolos utilizados
¿Pero qué significa eso?
En ambas aplicaciones tenemos que distinguir dos
elementos que las constituyen, están los "clientes" (o
"apps"), que son la parte que tenemos instalada en nuestros
dispositivos y se complementan con algo que no vemos: el "servidor"
(o los servidores). Este nombre lo recibe la parte de la infraestructura
encargada de recibir la información, y de hacerla llegar de un lugar a otro de
la red, entre otras cosas. Tanto WhatsApp como el mail tienen sus clientes y
sus servidores. Pero hay una diferencia fundamental.
En el caso de WhatsApp, todos ellos pertenecen a
una misma empresa. De hecho, el episodio que ocasionó la falla masiva fue, por
lo que sabemos, un error humano, una configuración mal hecha. Y como toda la
operación depende de esa parte de la infraestructura, al caerse se caen todos
los servicios asociados.
Solo WhatsApp Inc puede hacer clientes de
WhatsApp, porque el mecanismo de comunicación entre el cliente de WhatsApp y
los servidores de la compañÃa es un secreto comercial. No se difunde esa
información ni se autoriza a terceros a hacer sus propios clientes. Mucho menos
sus propios servidores de WhatsApp.
¿PodrÃa darse una caÃda tan masiva con el mail? Es
altamente improbable, debido a su naturaleza: en este caso los múltiples
servidores que hacen que nuestro correo electrónico llegue de un lugar a otro
se encuentran desconcentrados: tienen muchos, muchÃsimos dueños, de distinto
tamaño. Cada uno de ellos es, en buena medida, independiente del resto, porque
además de su propiedad los diferencia otra cosa: utilizan software distinto.
Hay muchÃsimos tipos de servidores de mail y también de clientes de mail. Y eso
se debe a una de las virtudes de origen de Internet: fue pensada en base a
protocolos abiertos. Esto implica que las particularidades técnicas son
publicadas en un documento que explica, en detalle, cómo deberÃa funcionar
tanto un cliente de mail como un servidor.
En realidad, el protocolo lo que define es cómo
hacen clientes y servidores para intercambiar información, dejando de lado
aspectos como la forma en la que cada cliente de mail decide interactuar con
sus usuarios. Eso permite tener clientes de mail para todos los gustos, hechos
por personas diversas, algunos gratuitos, otros parte de paquetes comerciales.
Todo eso es posible porque el mail está basado en un protocolo abierto.
Hay varios productos de mensajerÃa instantánea
que, basándose en las ideas del software libre, brindan diverso nivel de
apertura, incluida la posibilidad de que personas u organizaciones monten sus
propios servidores de mensajerÃa (Telegram, Signal, Mastodon, por poner algunos
ejemplos) pero en términos de resistencia a fallas masivas y apertura, seguimos
estando un escalón más abajo que en el caso de la tecnologÃa que se monta sobre
estándares abiertos que permiten la interconexión.
Un paÃs puede tener su propia infraestructura de
mail, comunicarse con el resto y seguir funcionando si hay fallas en otros
lugares. Los protocolos abiertos son habilitadores de la soberanÃa tecnológica.
Las plataformas cerradas limitan estas posibilidades.
Entender estas diferencias, profundamente
conceptuales, entre tecnologÃas se vuelve cada vez más importante para poder
vivir como ciudadanos y ciudadanas de primera, que pueden opinar con voz propia
sobre los debates socialmente pertinentes de su tiempo. Por eso es que desde la
Fundación Sadosky abogamos por la incorporación en la escolaridad del área del
conocimiento que da cuenta de la tecnologÃa clave de nuestra época. No es solo
programación: debemos avanzar hacia la incorporación de las Ciencias de la
Computación en la escuela.
(*) Director ejecutivo de la Fundación Sadosky
Nota de opinión publicada en Agencia Télam el 6 de octubre de 2021
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