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"Siete ejes de fondo en 'Fratelli tutti'" | |||
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"Qué mensaje podÃa dar Francisco al mundo que intenta salir de la tragedia causada por el coronavirus. El mensaje es refrescar el llamado al amor fraterno" "El amor a lo local sólo es sano y fecundo si es abierto, si se deja enriquecer, si no se cierra a nuevos 'mestizajes'" "Francisco dedica un capÃtulo a la conversación social, los consensos, la gentileza, en orden a construir la 'amistad social', y otro capÃtulo al 'reencuentro'" "Aparece la cuestión de una adecuada comprensión de la propiedad privada, subordinada y sometida al principio superior del destino común de los bienes" "Francisco jamás propone que las personas vivan de subsidios. Al contrario, su gran tema es el trabajo" "Francisco ve la necesidad de rehabilitar una sana polÃtica" "Francisco ha propuesto de una manera cristalina su pensamiento social. Queda a toda la Iglesia la tarea de favorecer una adecuada y entusiasta recepción. Al mismo tiempo, de contrarrestar las infaltables manipulaciones e intentos de sabotaje que caracterizan a ciertos sectores cuando se ven perjudicados en sus intereses económicos o ideológicos" Fratelli tutti se une a la ya muy conocida encÃclica Laudato si' y forma con ella una dupla que permite entender el pensamiento social de Francisco. Si alguien decÃa no saber cómo piensa Francisco, con esta nueva encÃclica ya no le quedarán dudas. Está todo claro. Por eso es posible que este documento divida aguas. Nadie podrá decir que no lo comprende y sólo le quedará decidir si lo acompaña o no. Mirando el pie de página, se puede advertir la gran cantidad de citas de su propio magisterio, que recogen muchos hitos de su pontificado en una especie de gran sÃntesis y testamento magisterial de Francisco. Allà aparecen lugares como Abu Dabi, Hiroshima, La Habana, Sarajevo, Maputo, Nueva York, Estrasburgo, RÃo de Janeiro, Villavicencio, Jerusalén. Al mismo tiempo retoma su costumbre de citar enseñanzas de distintas Conferencias Episcopales de los cinco Continentes, asumiendo asà en su magisterio papal el magisterio de los Obispos de todo el mundo. Antes de desarrollar los grandes temas, se deja iluminar una vez más por la figura de san Francisco de AsÃs, pero también toma como motivación evangélica el relato del buen Samaritano. Esta figura bÃblica, que invita a prestar atención al hermano caÃdo, ya nos permite percibir de qué tipo de fraternidad está hablando el Papa. Al mismo tiempo, debido a la conocida enemistad entre judÃos y samaritanos, recoge de la parábola el llamado a un amor universal. Para interpretar esta encÃclica, si uno tiene en cuenta el tipo de pensamiento que desarrolla Francisco, no es tan importante buscar una lógica siguiendo el orden de los capÃtulos, sino más bien tratar de reconocer los ejes de fondo que atraviesan todo el documento, que aparecen y reaparecen aquà y allá. Son siete claves que permiten valorar el sentido de todo lo que se va desarrollando a lo largo de la encÃclica. Veamos cuáles son: 1. El dinamismo universal del amor Muchos nos preguntábamos qué mensaje podÃa dar Francisco al mundo que intenta salir de la tragedia causada por el coronavirus. El mensaje es refrescar el llamado al amor fraterno. Ante todo nos recuerda una verdad fundamental: "Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquà hay un secreto de la verdadera existencia humana" (87). Sin embargo, no se trata estrictamente de un documento sobre la caridad en general. El tema es el amor fraterno en su dimensión universal, en su apertura a todos, a partir de una primera apertura a la amistad social en la propia sociedad. Francisco explica que, por su propia naturaleza, el amor se va dilatando y nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su dinámica especÃfica, el amor reclama una creciente apertura, una siempre mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua con toda la humanidad. Ya en Amoris laetitia Francisco habÃa invitado a abrir el amor de la pareja a una realidad más amplia: "Un matrimonio que experimente la fuerza del amor, sabe que ese amor está llamado a sanar las heridas de los abandonados, a instaurar la cultura del encuentro, a luchar por la justicia" (AL 183). El Papa considera conveniente reproponer esto al mundo, porque en este momento "se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos" (11). Si bien en décadas anteriores hubo avances hacia una Europa unida o hacia una integración latinoamericana, por ejemplo, hoy "la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso" (16). Porque "impera una indiferencia cómoda, frÃa y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca" (30). La salida de la pandemia, en lugar de mejorar la humanidad, corre el riesgo de agravar este "cisma entre el individuo y la comunidad humana" (31). 2. La relación entre lo local y lo universal En este contexto, Francisco vuelve a profundizar la relación entre lo local y lo universal. Quiere clarificar que no está proponiendo debilitar el amor a la propia tierra y al propio pueblo. Al contrario, porque ese amor es un punto de partida de toda apertura sana. Aquà "no se trata del falso universalismo de quien necesita viajar constantemente porque no soporta ni ama a su propio pueblo. Quien mira a su pueblo con desprecio, establece en su propia sociedad categorÃas de primera o de segunda clase, de personas con más o menos dignidad y derechos. De esta manera niega que haya lugar para todos" (99). Por esta razón el subtÃtulo de la encÃclica incorpora la "amistad social", expresión muy querida por Francisco que hace referencia a las relaciones dentro de cada sociedad. Al mismo tiempo, "un universalismo autoritario y abstracto, digitado o planificado por algunos y presentado como un supuesto sueño en orden a homogeneizar, dominar y expoliar" termina "quitando al mundo su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad" (100). En otra parte del documento lamenta que algunos fomenten en sus paÃses "una autoestima nacional muy baja" (51), con lo cual se terminan cortando las raÃces. Esto en definitiva daña a todo el mundo, porque "un paÃs que progresa desde su original sustrato cultural es un tesoro para toda la humanidad" (137). Pero el amor a lo local sólo es sano y fecundo si es abierto, si se deja enriquecer, si no se cierra a nuevos "mestizajes". De hecho, "los inmigrantes, si se los ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer" (135). Al mismo tiempo, hoy es ingenuo pretender que un paÃs pueda salvarse solo, que no le afecten el hambre y las miserias de otros lugares de la tierra. La pandemia deberÃa habernos enseñado eso: "Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta" (137). 3. La arquitectura y la artesanÃa del encuentro Una vez más aparece aquÃ, de manera ineludible, la cuestión de la "cultura del encuentro", tan querida para Francisco, pero que en esta encÃclica adquiere un nuevo y más rico desarrollo. Francisco advierte algunos riesgos de nuestra sociedad que pueden afectar este camino de verdadero encuentro. Por ejemplo, una comunicación virtual que hace creer que una pantalla basta para estar integrados, la necesidad de consumir sin lÃmites junto con la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos, las grandes palabras (unidad, fraternidad, libertad, democracia) que se vacÃan de sentido o se manipulan a partir de nuevas formas de colonización cultural, una cultura mediática y virtual que tiende a exasperar, exacerbar y polarizar. Hoy "por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos" (15), cuando no se cae en "los movimientos digitales de odio y destrucción" (43), donde además todo "puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control constante". Asà "el respeto al otro se hace pedazos" (42) y la cultura del encuentro se vuelve una mera utopÃa. Al mismo tiempo quiere advertir que no hay un camino de sano encuentro si la sociedad avanza en una creciente "degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad". Porque en definitiva "esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses" (113). En esta encÃclica Francisco dedica un capÃtulo a la conversación social, los consensos, la gentileza, en orden a construir la "amistad social", y otro capÃtulo al "reencuentro", el perdón, la arquitectura y la artesanÃa de un camino de curación de heridas, la memoria social, y un firme rechazo de toda forma de guerra. En el último capÃtulo propone que las religiones hagan también su aporte en este proceso. 4. La dignidad de cada ser humano más allá de las circunstancias Un amor verdaderamente universal, abierto a todos, supone como trasfondo una convicción básica de todo humanismo: el valor inmenso, inalienable e inviolable de toda persona humana, la dignidad de cada ser humano que nadie tiene derecho a ignorar o a dañar. Que esta es una de las grandes claves del documento queda claro cuando Francisco dice que el hecho de que alguien sea poco eficiente, o haya crecido con limitaciones, "no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad" (107). Por ello es "inaceptable que el lugar de nacimiento o de residencia ya de por sà determine menores posibilidades de vida digna y de desarrollo" (121). El problema es que la búsqueda del "rédito rápido" (17) no favorece el cuidado de los débiles, no interesan ni la tierra ni los pobres y "partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin lÃmites" (18), de manera que "los derechos humanos no son iguales para todos" (22). Aunque "el golpe duro e inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza a volver a pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de algunos" (33), nada nos asegura que en la "post pandemia" esto tenga consecuencias reales y duraderas. Esta convicción sobre la ineludible dignidad de cada ser humano, que se presenta como un potente eje transversal de la encÃclica, tiene muchas consecuencias concretas. Por ejemplo, "el firme rechazo de la pena de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo. Ya que si no se lo niego al peor de los criminales, no se lo negaré a nadie, daré a todos la posibilidad de compartir conmigo este planeta a pesar de lo que pueda separarnos (269)". 5. El destino común de los bienes Junto con el anterior principio, y como otra cara de la misma verdad, aparece la cuestión de una adecuada comprensión de la propiedad privada, subordinada y sometida al principio superior del destino común de los bienes: "El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad" (118). Por una parte, recuerda una enseñanza católica ya muy consolidada: "Junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso" (123). Al hacerlo, retoma una frase muy contundente de san Juan Pablo II que no ha sido suficientemente recogida en el pensamiento social: "Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno" (CA 31). Y remarca que a este principio del uso común de los bienes se someten "todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro" (120). Por otra parte, da un paso más al aplicar esta convicción a la dimensión universal del amor y a la dignidad de toda persona más allá del lugar de nacimiento. Esto le lleva a afirmar que "cada paÃs es asimismo del extranjero" (124) porque las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse a su dignidad inviolable que exige que tenga las mÃnimas condiciones para vivir de acuerdo con esa dignidad y para progresar como cualquier otro. 6. La promoción humana a través del trabajo Esta reiterada convicción de Francisco acerca de la dignidad de cada persona nos exige asegurar que todos tengan acceso a las condiciones mÃnimas no sólo de supervivencia sino de dignidad. Pero es con mucha frecuencia malinterpretada, especialmente en sectores marcados por un pensamiento neoliberal. Francisco jamás propone que las personas vivan de subsidios. Al contrario, su gran tema es el trabajo. Para él lo importante no es repartir, sino que "lo verdaderamente popular -porque promueve el bien del pueblo- es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna" (162). Por consiguiente, reclama creatividad polÃtica y empresarial para "acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos" (168) y alienta "la creación de fuentes de trabajo diversificadas" (123). No se cansa de insistir en que "ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo deberÃa ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo" (162, LS 128). Un propósito central de la sociedad y de la polÃtica es promover a cada persona, y esto exige hacer posible que todos se vuelvan fecundos con su esfuerzo. Porque "no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo" (162). En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el desarrollo personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sà mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el desarrollo del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo. Vemos asà que la enorme valoración que tiene Francisco del trabajo sólo se entiende dentro del contexto del humanismo y la espiritualidad. Por ello, al mismo tiempo que alienta la creación de fuentes de trabajo para todos, propone también el desarrollo de otro ritmo de vida, que incluya la sabidurÃa de detenerse, la capacidad contemplativa, la vida en familia. Por lo tanto, las estructuras sociales, al mismo tiempo que favorecen el acceso al trabajo, también deben asegurar que ese trabajo deje espacio para una vida Ãntegra y plena. 7. La necesidad de la sana polÃtica Finalmente, quiere reivindicar la polÃtica, pero una sana polÃtica. Porque entiende que la creación de un mundo nuevo, donde haya lugar para el desarrollo de todos, requiere también de una polÃtica adecuada y no será posible sin ella. Francisco enfrenta asà una peligrosa tendencia de nuestra sociedad, manipulada ideológica y mediáticamente, que termina sutilmente proponiendo alternativas a la polÃtica y colocándola por debajo y al servicio de la libertad de empresa y de los intereses de algunos. Se tratarÃa de una polÃtica denigrada, sometida a la economÃa y a los poderes tecnocráticos, que debilita los Estados nacionales y tiende a crear un mundo homogéneo. Esto ciertamente conviene a ciertos sectores, pero no a la mayorÃa. Porque "algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades" (109). La crisis sanitaria y económica generada por la pandemia en todo el mundo ha dejado esto suficientemente en claro. Pero "si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más" (109). Por lo tanto, Francisco ve la necesidad de rehabilitar una sana polÃtica. Porque "el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafÃo que se presente" (168). Al mismo tiempo, advierte sobre los defectos de polÃticas populistas desviadas. Esto ayuda a entender por qué, en una encÃclica sobre la dimensión universal del amor, se dedica un largo capÃtulo a la buena polÃtica. Allà propone que la polÃtica lidere los grandes cambios que el mundo necesita. Pero hay que decir una vez más que, en el pensamiento marcadamente humanista de Francisco, heredero del humanismo del Evangelio, "todo esto podrÃa estar colgado de alfileres, si perdemos la capacidad de advertir la necesidad de un cambio en los corazones humanos, en los hábitos y en los estilos de vida" (166). Por esta razón, Francisco recuerda a los polÃticos que "la tarea educativa, el desarrollo de hábitos solidarios, la capacidad de pensar la vida humana más integralmente, la hondura espiritual, hacen falta para dar calidad a las relaciones humanas, de tal modo que sea la misma sociedad la que reaccione ante sus inequidades, sus desviaciones, los abusos de los poderes económicos, tecnológicos, polÃticos o mediáticos" (167). Por eso mismo sostiene que "las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad" (271). Francisco ha propuesto de una manera cristalina su pensamiento social. Queda a toda la Iglesia la tarea de favorecer una adecuada y entusiasta recepción. Al mismo tiempo, de contrarrestar las infaltables manipulaciones e intentos de sabotaje que caracterizan a ciertos sectores cuando se ven perjudicados en sus intereses económicos o ideológicos. Vale la pena terminar con estas hermosas palabras de la encÃclica: "Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos" (8). (*) Arzobispo de la Arquidiócesis de La Plata. Nota de anáñisis y opinión sobre la EncÃclica papal "Fratelli tutti" publicada en Religión Digital el 4 de octubrede 2020. |