19-04-2024
"El fin de las librerías de viejos a través del espejo"
Por Reynaldo Claudio Gómez (*) @gomezperio

"Dios obra de manera misteriosa", explica la Teología para justificar las calamidades, tragedias e injusticias que apabullan la fe de los hombres y acaso la lógica del universo. Los científicos entienden a  la profusión de dramas como un límite de la propia disciplina en permanente expansión: "La ciencia todavía está en evolución y los desastres que provoca son parte del proceso científico: ensayo y error (u horror)". Las mujeres y los hombres de a pie endilgan la fatalidad a las cualidades de la repetición: "La vida siempre ha sido así". La resignación es la muleta del espíritu humano.

Sin embargo, existe una fuerza aplastante que parece una ideología, pero no lo es: el Capitalismo. Ese abstracto, que como la cucaracha anida en todas partes, pero casi no se deja ver, gusta de la promoción de inequidades. Con el Capitalismo, los pobres son más pobres y cada vez más. Su mecanismo es tan paciente como fatal. Sus contracaras han sido tan improvisadas que se permiten jugar a la democracia, pero huyen de la responsabilidad de asumir compromisos reales. La violencia con la que los adversarios del Capitalismo pretendieron probar su eficacia decidió y decide a fuerza de palos, ajenos a la libertad y al mínimo contraste. Anulan así la posibilidad política y se anulan a sí mismos.

En cambio, el Capitalismo sabe que tiene tiempo de sobra para entretener a las sociedades y, magnánimo, conquista hasta el último punto de la tierra y lo vende.

Así, todo es un producto. La intelectualidad sabe de ello y por eso elige el determinismo para explicar el caos: "Esto es producto de aquello", dicen y así confirman la continuidad de una irreparable, progresiva, gangrena social sin decidir qué miembro amputar, porque la práctica quirúrgica es loable, pero mancha los trajes.

Duele el cierre de las librerías de viejos. Duele porque es el sucedáneo y la consecuencia de la ferocidad del Capitalismo. Duele porque su ausencia vedará una de las formas de la felicidad de los lectores: hallar en sus apolilladas estanterías reliquias que son, para los curiosos, como el tesoro que soñó Stevenson o como la carta robada que imaginó Poe.

Aquí en La Plata proliferaron hasta la década del 1980 las librerías de viejos. No, no vayan a creer que se trataba de oscuras cavernas con apiñadas obras grises. Fueron lugares de encuentro, de diálogo, de discusiones y de hallazgos. Durante años, quien escribe, con apenas 20 años de sabio sin sabiduría, amistó con dos libreros. Tomó mate con ellos y en tardes enteras conoció la gauchesca y la obra de Payró.

Muchas novelas y cuentos están ambientados en las librerías de viejos. Borges lo escribió. Guardo de su obra la primera edición pocket de su visión del Martín Fierro y no la presto. Esa, no. La conseguí en aquella recordada librería de viejos de la calle 7. Mis amigos libreros deben haber muerto con los gruesos lentes puestos.

Un informe de una cadena informativa francesa anoticia que tras la pandemia del Covid-19, en Sudamérica habrán cerrado 2,7 millones de comercios. Ellos incluyen a las ya decrépitas librerías de viejos. En la ciudad de México, cesarán en sus tareas 280.000 negocios. Para ambientar la nota televisiva, el periodista ingresó a una librería de viejos, cuya última misión fue la oferta de 120.000 volúmenes, de los cuales 50.000 ya habían volado el primer día. Era una librería de viejos tradicional, estaba ubicada en Colonia Roma y se llamó "A través del espejo". Un lugar que no solo atravesó Alicia, sino millones de mexicanos y extranjeros.

Eso tiene el Capitalismo: nos quita la tradición, la experiencia, el goce y trasunta en fracaso al universo del arte cuando no se puede pagar la renta. Los detectives salvajes saben perfectamente de ello.

(*) Por Reynaldo Claudio Gómez, exclusivo para Cadena BA EL 13 de julio de 2020. 

Periodista, guionista, docente universitario.