“Periodismo: Este oficio tan terrestre”
20-01-2025
“Periodismo: Este oficio tan terrestre”
Por Carlos A. Sortino (*) @CarlosASortino

En 1938, el primer congreso de periodistas, realizado en Córdoba, estableció el 7 de junio para conmemorar el día del periodista, porque ese día de 1810 se publicó el primer número de la Gazeta de Buenos Ayres, creado por el gobierno revolucionario de mayo a través de Mariano Moreno. No era aquella Gazeta otra cosa que un periódico oficial que tenía como objetivo organizar una opinión pública favorable a sus intereses.

 

Esa es la cuestión. Y sigue siendo así: cada medio, público o privado, es una herramienta política al servicio de determinados intereses. Cada periodista sabe que esa es su tarea y, por convicción o por conveniencia, la lleva adelante. No hay nada de reprochable en todo esto. Lo único reprochable es pretender que así no sea.

 

No hay mentiras

 

Desde siempre, todos los periodistas defienden su oficio en nombre de la independencia, la objetividad y la búsqueda de la verdad. Y ninguno miente. La diversidad de prácticas periodísticas y las hondas contradicciones que hay entre ellas da cuenta de que aquellos conceptos son ideológicos, por lo que cada periodista defiende los intereses del oficio que efectivamente pone en práctica día tras día. Cada periodista cree en su periodismo, como cada plomero cree en su plomería, como cada político cree en su política. No podría ser de otra manera.

 

El campo del periodismo, así como todos los campos en que se organizan las relaciones sociales, está subordinado a la lógica del interés. No podemos decir de tal o cual conducta que es buena o es mala. Podemos decir que persigue tales o cuales intereses, lo que implica tales o cuales beneficios probables para tales o cuales sujetos y tales o cuales perjuicios probables para tales o cuales otros sujetos.

 

En estos conflictos (necesarios e ineludibles) solemos tomar posición a favor de unos u otros, según nuestros propios intereses (políticos, económicos, ideológicos, etc.), aunque lo admitimos muy poco y lo enmascaramos tras la lógica de "lo bueno" y de "lo malo". Ocurre que "lo bueno" y "lo malo" pertenecen al campo de la moral, no al campo del periodismo, y, en todo caso, quien quiera utilizar esa lógica podrá hacerlo una vez agotada la lógica anterior.

 

Teoría y práctica 

Podríamos decir que el Periodismo es un sistema de clasificación de la realidad, que se efectúa mediante la selección y valoración de hechos y opiniones, operaciones cometidas por la aplicación de los factores de interés e importancia, práctica que concluye en la determinación de contenidos, por lo que el simple acto de informar se convierte en una interpretación de la realidad, que genera opinión y conducta en la sociedad, opinión y conducta que serán materia de una nueva clasificación de la realidad.

Pero esta es una definición conceptual. Le falta algo y ese algo que le falta es su derivación práctica: la doble operación política en que resulta. La primera consiste en interpretar la realidad social en su conjunto o en alguna de sus partes, y la segunda es intervenir políticamente sobre esa realidad social.

¿Qué significa intervención política? Cualquier conducta que, intencionalmente o no, intervenga sobre la realidad social o sobre un fragmento de ella para conservarla o transformarla. No estoy hablando aquí de la política agonal, de aquella concentrada en las estructuras burocráticas de los partidos políticos, por dentro o por fuera del Estado, cuya finalidad es la conquista o conservación del poder, sino de la política no evidente o no explícita, la política que ejerce cada uno de nosotros en su convivencia cotidiana con el otro, tenga o no tenga conciencia de ello.

El periodismo es una actividad mediadora y productora: el periodista se pone en lugar del "otro" (colectivo social) y decide entre lo que interesa y lo que no interesa, decide qué es lo que vale la pena contar de lo que a él le han contado o de lo que él ha observado. Pero no estoy apelando a la "teoría de la conspiración", sino al simple hecho de que el periodismo es formador de opinión, de sentido común, guste o no guste.

La deriva

 No podemos quedarnos con una teoría del periodismo limitada solamente al trabajo del periodista. Debemos incluir en ella sus condiciones de producción, porque esas condiciones intervendrán fuertemente en el proceso periodístico y serán las marcas fundamentales de la doble operación política apuntada líneas arriba.

El periodismo es, antes que nada, un negocio. Se rige por las mismas leyes y persigue el mismo objetivo que cualquier otro negocio: el lucro. Pero no sólo de la empresa, sino también del sector económico en el que está inserta esa empresa y del cual es su socia y/o vocera.

No  podemos olvidar que los medios forman parte del poder económico. Y que uno puede ser empleado de cualquiera de esos medios o ser un free-lance. Da lo mismo. El empleado está bajo el imperio de su empleador, que tiene intereses económicos y políticos que defender y que atacar, por lo que debe ajustar a esos intereses la producción de su empresa. Y el free-lance tiene que lograr un producto vendible para ese mismo empleador (en este caso, comprador). También está bajo su imperio.

 

Un periodista nunca es libre, salvo que comparta el campo ideológico del empresario que lo emplea o le compra su producto. Cuando no comparte ese campo ideológico, es, simplemente, un esclavo de sus necesidades materiales. Y, como tal, una persona que vende su poco o mucho talento al mejor postor, como cualquier trabajador.

 La ratonera

Si bien esta ratonera pareciera conducirnos hacia la desesperación, sólo se trata de comprender las reglas de juego, para saber cómo utilizarlas, en función de qué objetivos y qué reales intereses defendemos y atacamos cuando ejercemos nuestro oficio de periodistas.

Estoy hablando del periodismo que cada uno de nosotros puede hacer, según reflexione antes (o no) y según reconozca después (o no) desde cuáles fundamentos y hacia cuáles objetivos, lo que le hará medir (o no) cuál es la proyección de su fuerza dentro del sistema en el que está inserto.

No puede ignorar todo esto quien entra en el juego de este oficio tan terrestre, para nada celestial. Entrar en el juego ignorando sus reglas y regularidades o aceptándolas como únicas posibles -el peor y el más común de los casos- supone que la incidencia política que tiene el periodismo sobre la sociedad no podrá ser controlada por los periodistas y los periodistas ni siquiera se darán cuenta de ello. 

(*)  Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 7/06/2020

Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/