Una cosa es lo que Dios te regala
cuando sos niño, otra cosa es lo que Dios te regala cuando sos joven, otra cosa
es lo que Dios te regala cuando estás envejeciendo. Son distintos dones divinos
que te van llevando de a poco hacia tu plenitud, hacia tu ser total. Pero si
todavía querés recuperar la niñez, o si lamentás que haya pasado la
adolescencia, te quedarás sin nada.
Porque lo que pasó ya pasó. Ahora Dios te ofrece otra cosa. Lo que tenía de
bueno esa etapa pasada se queda dentro del corazón,
pero recordá que es imposible volver atrás. Cada etapa de tu existencia en esta
tierra es como el peldaño de una escalera. Su sentido es ayudarte a subir, y
una vez que subiste dejarlo atrás.
Cuando escalás un monte vivís intensamente cada
paso, pero no dejás de concentrarte en este momento por mirar nuevamente cada
cosa que dejaste atrás. Eso que dejaste atrás, eso que gustaste y que viviste,
se queda en vos, no hace falta que regreses para volver a gustarlo. Te espera
la preciosa experiencia de llegar a la cima y mirar desde arriba la armonía del
conjunto, esa multiforme hermosura que sólo se aprecia desde lo alto.
Agradecé al Espíritu Santo las cosas buenas que
dejaron en vos las etapas pasadas de tu vida, las distintas edades, los
diferentes trabajos que has tenido, las variadas relaciones humanas que te han
enriquecido, pero seguí andando, seguí subiendo, seguí viviendo.
(*) Obispo de la Arquidiócesis de La Plata
Nota publicada en la red social Facebook el 06 de mayo de 2020.
|