24-04-2024
"La pandemia de coronavirus alterará para siempre el orden mundial"
Por Henry A. Kissinger (*)
La atmósfera surrealista de la pandemia de Covid-19 me recuerda cómo me sentí cuando era joven en la 84a División de Infantería durante la Batalla de las Ardenas. Ahora, como a fines de 1944, existe una sensación de peligro incipiente, dirigido no a ninguna persona en particular, sino que golpea al azar y con devastación. Pero hay una diferencia importante entre ese tiempo lejano y el nuestro. La resistencia estadounidense fue entonces fortificada por un último propósito nacional. Ahora, en un país dividido, es necesario un gobierno eficiente y con visión de futuro para superar los obstáculos sin precedentes en magnitud y alcance global. Mantener la confianza pública es crucial para la solidaridad social, para la relación de las sociedades entre sí y para la paz y la estabilidad internacionales.

Las naciones son coherentes y prosperan con la creencia de que sus instituciones pueden prever calamidades, detener su impacto y restaurar la estabilidad. Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado. Si este juicio es objetivamente justo es irrelevante. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus. Discutir ahora sobre el pasado solo hace que sea más difícil hacer lo que hay que hacer.

El coronavirus ha golpeado con una escala y ferocidad sin precedentes. Su propagación es exponencial: los casos estadounidenses se duplican cada quinto día. En este escrito, no hay cura. Los suministros médicos son insuficientes para hacer frente a la creciente ola de casos. Las unidades de cuidados intensivos están al borde, y más allá, de sentirse abrumadas. Las pruebas son inadecuadas para la tarea de identificar el alcance de la infección, y mucho menos revertir su propagación. Una vacuna exitosa podría faltar entre 12 y 18 meses.

La administración estadounidense ha hecho un trabajo sólido para evitar una catástrofe inmediata. La prueba final será si la propagación del virus puede ser detenida y luego revertida de una manera y en una escala que mantenga la confianza pública en la capacidad de los estadounidenses para gobernarse a sí mismos. El esfuerzo de crisis, por extenso y necesario que sea, no debe desplazar la urgente tarea de lanzar una empresa paralela para la transición al orden posterior al coronavirus.

Los líderes están lidiando con la crisis en gran medida a nivel nacional, pero los efectos de disolución de la sociedad del virus no reconocen las fronteras. Si bien el asalto a la salud humana será, con suerte, temporal, la agitación política y económica que ha desatado podría durar por generaciones. Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con una visión y un programa de colaboración global. Si no podemos hacer las dos cosas a la vez, enfrentaremos lo peor de cada una.

Extrayendo lecciones del desarrollo del Plan Marshall y el Proyecto Manhattan, Estados Unidos está obligado a realizar un gran esfuerzo en tres dominios. Primero, apuntalar la resiliencia global a las enfermedades infecciosas. Los triunfos de la ciencia médica, como la vacuna contra la poliomielitis y la erradicación de la viruela, o la emergente maravilla estadística-técnica del diagnóstico médico a través de la inteligencia artificial, nos han llevado a una complacencia peligrosa. Necesitamos desarrollar nuevas técnicas y tecnologías para el control de infecciones y vacunas proporcionales en grandes poblaciones. Las ciudades, los estados y las regiones deben prepararse constantemente para proteger a su gente de las pandemias mediante el almacenamiento, la planificación cooperativa y la exploración en las fronteras de la ciencia.

En segundo lugar, esforzarse por sanar las heridas de la economía mundial. Los líderes mundiales han aprendido importantes lecciones de la crisis financiera de 2008. La actual crisis económica es más compleja: la contracción desatada por el coronavirus es, en su velocidad y escala global, diferente a todo lo que se haya conocido en la historia. Y las medidas necesarias de salud pública, como el distanciamiento social y el cierre de escuelas y negocios, están contribuyendo al dolor económico. Los programas también deberían tratar de mejorar los efectos del caos inminente en las poblaciones más vulnerables del mundo.

Tercero, salvaguardar los principios del orden mundial liberal. La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benevolentes, pero siempre lo suficientemente fuertes como para proteger a las personas de un enemigo externo. Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las personas no pueden asegurar estas cosas por sí mismas. La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas.

Las democracias del mundo necesitan defender y sostener sus valores de la Ilustración. Un retiro global del equilibrio del poder con la legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, esta cuestión milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse simultáneamente con el esfuerzo por superar la plaga Covid-19. La restricción es necesaria en todos los lados, tanto en la política nacional como en la diplomacia internacional. Se deben establecer prioridades.

Pasamos de la Batalla de las Ardenas a un mundo de creciente prosperidad y mayor dignidad humana. Ahora vivimos un período de época. El desafío histórico para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo.

(*) Columna de opinión del ex secretario de Estado norteamericano publicada en The Wall Street Journal, bajo el título en ingles "The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World Order", el 3 de abril de 2020.