26-04-2024
“Las preguntas en los tiempos del #Coronavirus”
Por Carlos A. Sortino (*) @CarlosASortino

Dicen algunas y algunos que de esta pandemia saldremos mejores, que la humanidad transformará radicalmente sus hábitos políticos, económicos, sociales, culturales. Otros decimos que en estas situaciones límite, aflora en plenitud lo que ya existe: el soretismo filofascista se agudiza (con la caridad como escudo), la solidaridad se profundiza y la tibieza se enfría y recluye a sus portadores en los sótanos de su egoísmo. El resultado es que cuando todo acabe, cada uno volverá a su "normalidad". Eso es, después de todo, lo que vivimos en plena pandemia. ¿Por qué sería distinto después?

Lo cierto es que, mientras tanto, no hay vacuna. La única vacuna es al aislamiento social obligatorio de quienes puedan hacerlo. El problema es que aún arrastramos un 40% de trabajo no registrado (lo que incluye un 10% de desocupación declarada) y que todas esas personas (millones) no pueden comer todos los días sin la ayuda de un Estado que no los tiene en sus bases de datos, por lo que les pide que se registren en sus plataformas virtuales. ¿Todos pueden hacerlo? ¿Todos saben cómo hacerlo? No lo creo. Mucha gente se queda afuera.

Lo cierto es también que el Estado tomó a tiempo todas las medidas necesarias para contener al Corona y nuestro panorama no es, al menos por ahora, el mismo que en Italia, España, Estados Unidos y nuestros vecinos sudamericanos. Estamos mucho mejor. ¿Pasaremos la pandemia sin aquellos trágicos resultados? Supongo que sí.

Si está bajo control el campo sanitario, lo que falta controlar es el campo social, ya que el campo económico lo controlan siempre las grandes empresas, que ya comenzaron a presionar al Estado para que abandone aquello y se ocupe de su renta. ¿Sucumbirá el Estado a esta presión? Espero que no.

Para controlar el campo social, el Estado (nacional, provincial, municipal) cuenta con la logística necesaria, aunque quizás el presupuesto no sea suficiente. ¿Una cosa puede funcionar sin la otra? Ello depende de quienes conduzcan el Estado: si se disponen a despojarse de estrategias políticas que ofenden la inteligencia popular, sí.

El Estado nacional conduce hasta cierto punto. Hay niveles en los que no puede hacerlo.

Así las cosas, hay municipios, por ejemplo, que lo están haciendo muy bien y otros que no. Lo mismo pasa en las distintas provincias.

Por ejemplo, en La Plata, ¿cómo es posible que una pequeña organización no gubernamental disponga de camiones y camionetas repletos de mercadería y logren repartirla casa por casa a 2000 familias en un día? ¿Quién provee esa mercadería, sino el Estado (nacional, provincial o municipal?) ¿O es puro marketing, fotitos para las redes? No lo creo.

Ante esto, una distribución del Estado municipal dispuesta, en nombre de la transparencia, en diez parroquias que entregaron una bolsita con diez u once productos por familia, que, en el mejor de los casos, sólo sirve para bancar un par de días de cuarentena. Y que no alcanzó a satisfacer la demanda social, por no hablar de la ruptura del aislamiento. ¿Tiene una mayor y más eficaz logística una pequeña organización no gubernamental que el Estado? Tampoco lo creo.

Volvamos al principio: ¿por qué el soretismo filofascista se agudiza (con la caridad como escudo), la solidaridad se profundiza y la tibieza se enfría y recluye a sus portadores en los sótanos de su egoísmo?

Porque estamos aún en proceso de humanización. Como dijo alguna vez Eduardo Galeano: "la humanidad está mal hecha, pero aún no está terminada". En ese intersticio se trabaja por derecha para no completar aquel proceso y por izquierda para acelerarlo. El primer camino es el más fácil y rápido, porque es el más cercano a los sentimientos primarios de la humanidad. El otro aún le resulta extraño. Por eso lo resiste, lo expulsa, lo deforma.

Cuando la minoría se cree mayoría y la mayoría se lo cree, es porque esa minoría sabe cómo utilizar este incompleto proceso de humanización a favor de sus intereses concentrados y logra que esos intereses concentrados sean asumidos como propios por una buena parte de la población, que los proyecta como creencia universal e indiscutible sobre la mayoría.

¿Será que esta cultura podrá cambiarse porque en esta pandemia está muy a la vista, porque es transparente? El pesimismo de la inteligencia me dice que no. El optimismo de la voluntad me dice que sí. Habrá que esperar un tiempo más para saberlo y, mientras tanto, trabajar la voluntad a pesar de la inteligencia.

 (*)  Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 30/03/2020

Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/