25-04-2024
“El contrato de la palabra”
Por Reynaldo Claudio Gómez (*) @gomezperio

Se avecinan tiempos difíciles para la comunicación entre personas. En una sociedad cada día más fragmentada en códigos propios, errar una palabra puede generar consecuencias inesperadas. La sociedad está sensible. Y esas pequeñas sociedades que componen el íntegro cuerpo social parecen dispuestas a responder golpe por golpe cualquier equívoco verbal.

Las palabras que se pronuncian, incluso algunos gestos de dudoso gusto, parten como una flecha hacia receptores sensibles a la ofensa, aunque ella no hubiese tenido el objetivo de ser una ofensa. Cuidado.

Ciertas posturas de las minorías (indudablemente castigadas por las culturas hegemónicas), cuando invaden redes y medios de comunicación para ajusticiar al impertinente rozan lo exagerado y su postura suena menos a reivindicación que a venganza.

Funcionan como una forma de rechazar con energía las palabras o frases que les resultaron insultantes (y que acaso lo fueron desde un punto de vista objetivo) y también como una manera de reafirmar su presencia en una sociedad que está pensando en nuevas composiciones frente a una realidad decadente.

Es imposible pensar en detener un cambio. El más conservador de los individuos hoy usa bermudas para ir hasta el banco.

Se pueden postergar, obstaculizar, pero las mutaciones sociales se producen por fuerza centrífuga. Sin embargo, es oportuno decir que la modificación de los comportamientos concretos y simbólicos es parte de un proceso. Ningún cambio social se realiza de un día para otro; al menos ninguno que vaya más allá de una moda o una costumbre pasajera.

En estos días asistimos a algunos exabruptos dignos de análisis. Son casos, aunque no casos aislados. El nivel de "grieta" entre unos y otros (perfectamente explicado por Todorov en el libro Nosotros y los otros) no es una novedad de la historia, pero la tecnología comunicacional del siglo XXI ha llevado a las fragmentaciones a un nivel de paroxismo, al límite con lo reaccionario.

Elizabeth "La Negra" Vernaci arrancó  el lunes su ciclo Black & Toc de Radio Pop con un agravio a los jujeños. Le dijo a su operador: "¿A Jujuy te vas de vacaciones? Gente autóctona y sufridora. Pero digo, ¿no se te ocurre vacaciones con mar? ¿Algo que te relaje? ¿Cuánto tiempo te fuiste? ¿Nueve días a Jujuy? Bienvenido a la Argentina. Jujuy es Bolivia, chicos, alguien lo tiene que decir".

Se trata, claramente, de un agravio. No hay dudas. Ahora, las reacciones que siguieron a la frase en las redes y en los medios no fueron menos ofensivas y olían a revancha. Vernacci pidió públicas y "profundas disculpas" y se presentó ante el Inadi para "ver cómo actuar en estos casos". La marca, no obstante, quedó impresa en su frente.

Le debemos a Víctor Hugo Morales otra obra magistral de desatino. Dijo que los asesinos de Fernando Báez Sosa (a quienes desde el más llano sentido común -y no es un halago- calificó como "rugbiers"): "Son la surgente generación del macrismo, que inspiró violencia, cinismo y superioridad de clase".

Olvida el periodista que Mauricio Macri obtuvo el 40.28 de los votos argentinos en las últimas elecciones y que buena parte de sus electores podría no estar de acuerdo con su teoría, un poco improvisada, por cierto. ¿Qué otro argumento que un profundo rencor respalda la afirmación de Morales? Aquí no hubo disculpas, al menos públicas, para quienes ejercieron la democracia de votar ajenos a la violencia, el cinismo y la superioridad de clase.

El tercer premio es, en el mismo sentido, para Fernando Iglesias. Diputado de Juntos para el cambio y rápido de narrativa, escribió en su twiter: "Un mes tapando los desastres del Gobierno con el asesinato de ese pobre chico y la violencia de los rugbiers chetos y ahora resulta que son casi todos hijos de kirchneristas. Qué suerte para la desgracia, el perionismo!". Recibió, claro, el repudio correspondiente, casi en el mismo tono de su enunciación: descabellado e hiriente.

Las palabras dicen cosas que no dicen. No dicen, por ejemplo, "viva la violencia", pero, en lo formal, la comunicación puede expresar mejor una idea  o una conducta que como lo hace un fonema. El concepto está en la forma.

Todavía asistimos a los recortes sueltos del traje que llevará el payaso. Muchos colores, remiendos y barullos. Tal vez sea tiempo de responder a la injuria con la cortesía del que tiene razón. Si es que realmente siente que la tiene. Gritar, grita el cachalote, pero hasta ahora su discurso resulta indescifrable para la humanidad.

(*) Por Reynaldo Claudio Gómez, periodista, docente. Exclusivo para Cadena BA, 23 de febrero de 2020