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"La guerra de los capitales" | |||
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En la superficie de nuestro complejo institucional (1) asistimos a una guerra entre el capitalismo financiero y el capitalismo productivo, representados, respectivamente, por Mauricio Macri y Alberto Fernández. Pero ninguno quiere eliminar al otro. Se necesitan mutuamente: la producción necesita dinero y el dinero necesita producción. Asà que el conflicto es por el predominio de uno y de ninguna manera por la extinción del otro. Como en toda guerra. A este conflicto le llaman "grieta" desde el sentido común dominante. Algunos lo remontan al principio de los tiempos y otros lo simplifican con el burdo antagonismo "peronismo-antiperonismo". En ambos casos se enmascara la verdadera "grieta", que es la lucha de clases, dado que desde siempre son aliados contra ella. Y tienen el don de la bifrontalidad: en un frente, sus vanguardias pelean entre sÃ; en otro frente, sus retaguardias cercan juntas al "zurdaje", que no hace mucho más que mantener a salvo su burbuja de confort ideológico. Asà funciona el "concierto capitalista", que no es sólo dominación económica, como algunos minimizan. Fue ideado y materializado, desde mediados del siglo 19, como constitución y soporte, "democracia representativa" mediante (2), de: a) un orden jurÃdico que legaliza el control oligopólico de la economÃa; b) una organización polÃtica que subordina las necesidades y expectativas del pueblo a los intereses de ese oligopolio; y c) un sentido común estructurado para naturalizar aquel control y esta subordinación. Privatizaciones a mansalva en los 90 y liberación de la especulación financiera desde hace cuatro años. En ambos casos se invirtieron groseramente los paradigmas polÃticos "normales": de la regulación de los negocios privados de los inversores en función de las polÃticas públicas del Estado, saltamos a la regulación de las polÃticas públicas del Estado en función de los negocios privados de los inversores. Eso es el libre comercio, globalización, multinacionalismo, volver al mundo o como quieran llamarlo. Es decir: la imposibilidad de los Estados periféricos (por ejemplo, los paÃses latinoamericanos) de proyectar polÃticas económicas que no respondan a los lineamientos de la economÃa de mercado (libre comercio). Pero no se trata de lineamientos cualesquiera. Se trata de lineamientos promovidos por las corporaciones transnacionales (a veces inclinadas hacia el capitalismo financiero, a veces inclinadas hacia el capitalismo productivo), en coordinación con los Estados hegemónicos (por ejemplo, Estados Unidos y los paÃses de la Unión Europea), casualmente sus Estados de origen, asiento y desarrollo. Que uno de los aspectos de la globalización (la liberalización a ultranza del comercio internacional) se esté cayendo a pedazos, no significa que la dominación de unos (los hegemónicos) sobre otros (los periféricos) se haya debilitado. En cualquiera de los dos casos (capitalismo productivo o capitalismo financiero), los Estados hegemónicos ordenan aquel "concierto" sobre la base del abandono de la industria nacional (de los paÃses "periféricos", claro está) para dar lugar a intereses empresariales transnacionales; la utilización de las mejores tierras agrÃcolas para producir cultivos de exportación, a fin de saldar la deuda externa; el recorte del gasto público en programas sociales y el "ajuste" de los programas de atención médica, educación y seguridad social universales; la liberalización de los sectores de electricidad, transporte, energÃa y recursos naturales; y el retiro de las barreras reglamentarias contra las inversiones extranjeras. Es en este contexto que la mitad de la población votó en las PASO por el Frente de Todos y sepultó a Juntos por el Cambio. Para volver del mundo equivocado al que nos han llevado y reiniciar un capitalismo productivo. Será el gobierno de Alberto Fernández un buen gobierno burgués, con una polÃtica económica desarrollista (o keynesiana, como quieran) y una polÃtica social de recuperación de los sectores ya vulnerados y de protección de aquellos que se mantienen en la lÃnea de flotación de la vulnerabilidad (asistencialismo, si prefieren). No hay contexto internacional para otra cosa, me parece (y no será fácil), y tampoco hay contexto nacional, desde la subjetividad hegemónica, para aspirar a más. Lo polÃtico-ideológico instituye la naturaleza del poder: cómo decidir el régimen de selección y circulación de las élites, cómo establecer las relaciones entre gobernantes y gobernados, quienes deben hacer la ley y quienes deben obedecerla, qué perfil productivo se pretende y cuáles son los criterios básicos para la producción y distribución de la riqueza. Todo ello, dentro de aquel contexto internacional. No me parece que, por ahora, haya margen para activar nuestro derecho a la innovación polÃtica, es decir, hacer ahora lo que nadie quiso, pudo, supo o imaginó hacer antes. Porque para ello necesitamos trascender los lÃmites del republicanismo burgués y de lo polÃticamente correcto (y cómodo), para explorar nuevas instancias de convivencia ciudadana, diseñar mecanismos institucionales originales y disponer (y pre disponer) hacia estas exploraciones al plantel burocrático permanente del Estado, a los funcionarios polÃticos y a la militancia organizada. No lo veo. Pero la realidad, como supongo que todos saben, no es un lÃmite, sino un punto de partida… Notas (1) Ver "El juego de las reglas" (http://www.cadenaba.com.ar/nota.php?Id=42988) (2) Ver "Una lectura de la historia" (http://www.cadenaba.com.ar/nota.php?Id=44675) y "El poder oligárquico" (http://www.cadenaba.com.ar/nota.php?Id=45386) (*) Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 8/09/2019
Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/ |