23-04-2024
"Expectativas y fantasmas pre electorales"
Por Carlos A. Sortino (*) @CarlosASortino

En la militancia del universo "nacional y popular" hay expectativas y fantasmas pre electorales: están los que no quieren saber nada de competir en las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) y sostienen la expectativa de que aparezca el "dedo" salvador, lo cual constituye un fantasma para los otros, para los que alientan la expectativa de competir en las PASO como única manera de dirimir diferencias y para quienes sostienen que si ocurre lo primero, irán "por afuera" de lo que hoy se nombra como "Frente Patriótico". 

La unidad del campo nacional y popular ocurrirá (o no) después de las PASO, haya o no haya competencia interna. Nunca antes. Es necesario asumirlo. Quizás no sea yo un estadista o un estratega político y por eso me cueste comprender cuál es el miedo a una consulta popular que defina quienes serán los candidatos de cada proyecto político en disputa.

Estoy hablando sólo del eje electoral. Y es esta una lectura de lo político en clave liberal, una perspectiva ideológica que nos impregna a todas y a todos, y que reduce lo político a lo electoral, es decir, a un agregado, a una suma, de voluntades individuales, que luego del escrutinio se transformará en la voluntad general, en la soberanía popular, así, lisa y llanamente, a través de la ley de la oferta y la demanda. Es la traducción política del liberalismo económico.

Con esto quiero decir que no hablo desde afuera, sino desde adentro, lo que significa que llegado el  final de un nuevo capítulo electoral de nuestra historia, no habrá mayores sorpresas ni transformaciones. Resultados al margen, no se pone en discusión el sistema económico capitalista ni el sistema político de representación, su correlato necesario. La única discusión resuelta será quién ordena y conduce este complejo institucional y con qué grado de "sensibilidad social".

La disputa electoral ahoga cualquier impulso democrático y con razón, porque no está en juego la democracia, sino la representación política del pueblo, en el sentido expresado líneas arriba. Por eso apuesto siempre a que en un escenario post electoral puedan decirse cosas distintas y avivar la esperanza de una recepción social interesada, cualquiera sea su magnitud, y de una recepción política despojada ya de paranoias. Pero, hasta ahora, no logré experimentarlo. Es probable que la falla esté en mí. También es probable que sea una falla sistémica.

De tal modo, la disputa interna en cada fuerza política sólo tiene que ver con los pedazos de poder que se intentan alcanzar, pero no con el alcance de ese poder que se pretende. Así que el miedo a la consulta popular, finalmente, está justificado.

Pero no hay otro modo, a excepción del método asambleario (que no es más transparente y honesto que el método electoral y, encima, es mucho más complejo de organizar), para la emergencia de los candidatos y de los proyectos políticos que cada uno de ellos enarbola. Así funciona la llamada democracia representativa. Si se quiere otro modo de funcionamiento, hay que abandonar la perspectiva liberal dominante, que, insisto, nos impregna a todas y a todos.

Muy otra sería entonces la cuestión, porque partiríamos de la premisa de que lo electoral es uno de los ejes constitutivos de la acción política, pero no el único, y reconoceríamos que la democracia tiene un significado mucho más profundo, que habrá democracia en tanto y en cuanto haya desmonopolización del poder político, en tanto y en cuanto haya una distribución igualitaria del acceso a los medios de participación política.

Pero como no es así, sólo nos queda insistir, algunos en forma explícita, algunos en forma implícita, con la cantinela de que "a la gente no le interesa lo político", como si fuera su culpa, como si no existiera una manifiesta desigualdad en el reparto de posibilidades de interesarse en lo político, como si la participación política sólo significara asistir a reuniones y hacer sentir nuestra voz, salir a la calle a manifestarnos, votar en elecciones, militar en un partido político y no, además de todo eso, promover la intervención popular en el planteo, discusión, decisión y control de ejecución de las políticas públicas.

Y es precisamente porque estamos todas y todos impregnados de aquella perspectiva ideológica liberal que "la gente" no le pide a las organizaciones políticas que se le acerquen condiciones de participación, sino, simplemente, que le resuelva sus problemas, que la provea de "recursos". Esta es la base del clientelismo, al que tanto se estigmatiza y al que poco y nada se intenta superar.

Estas son las razones, al menos las que yo puedo percibir, por las cuales florece de aquella estructura liberal un espíritu coyuntural conservador que domina, que alienta aquellas expectativas y aquellos fantasmas y que hace tan complejo su panorama: nadie se quiere "quedar afuera" y al grito de "unidad" todos intentan que no haya ningún "armadito" que se lleve un par de votos que consideren propios y les discuta su aparente poderío. Porque todo esto no tiene nada que ver con la democracia, sino con la representación.

Supongo que se entiende que sólo estoy hablando de lo electoral y que estas improntas estructuralmente liberales y coyunturalmente conservadoras no necesariamente tienen por qué proyectarse en la acción de gobierno. Si bien cualquier fuerza política que gana una elección traslada al gobierno sus propias miserias y sus propias riquezas, estas últimas suelen ser predominantes, entendiendo por riquezas sus objetivos de gobierno, sean "buenos" o "malos".

(*) Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 16/5/2019

Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/