|
|||
El debate por la Historia: esa forma de conocer quiénes somos por Miguel Russo (*) | |||
|
|||
La creación del Instituto Manuel Dorrego puso en discusión el modo de comprender el pasado nacional. Los diferentes puntos de vista que se esgrimen son, también, el modo con que se dará cuenta del presente. Una ciencia sobre el desarrollo de la humanidad, decÃa el alemán Bernheim a fines del siglo XIX; la forma intelectual en que una civilización se rinde cuentas a sà misma, aseguraba el holandés Huizinga por la misma época. Los franceses Aron y Bloch coincidÃan en afirmarla como el estudio del pasado humano; mientras que otro francés, Febvre, ampliaba el juego y mencionaba a las sociedades y los grupos organizados. Antes, Marx y Engels habÃan sentado las bases para su estudio al señalarla -modos de producción de los bienes materiales y luchas de clases mediante- como la actividad de un hombre orientado hacia un objetivo. Todos partÃan de un mismo enigma: la posibilidad de la verdad en el conocimiento histórico. Con el tiempo, comenzaron a multiplicarse las voces que construÃan la Historia. Y los lectores de ese gran relato de lo sucedido trataban de comprender los motivos por los cuales diferÃan las visiones de los historiadores ante un mismo hecho. Es decir, preguntaban los motivos por los cuales cierta Historia reproducÃa las convenciones (presencias y ausencias) que la cultura hegemónica operaba sobre todos los discursos, incluidos, por supuesto, los sojuzgados por esa hegemonÃa. Apenas comenzados los '90, el norteamericano Thomas Holt (historiador de los conflictos raciales en el mundo) planteaba que "los prejuicios que dejaron a los esclavos, como pueblo, fuera de la historia de la esclavitud no eran sólo raciales. TenÃan que ver con el modo de definir el conocimiento. Los historiadores producen el conocimiento acerca del pasado y no recobran la verdad del pasado". La Argentina (la Historia argentina, los historiadores argentinos, los lectores de Historia argentina) no podÃa quedar exenta de esta discusión. La creación por decreto presidencial del Instituto Manuel Dorrego (al igual que el sanmartiniano, el belgraniano, tantos otros) fue el disparador del debate. Pero la cosa venÃa de antes. Y toma impulso, justamente en un momento en el cual las ideologÃas -luego del desmoronamiento zarandeado por los popes de la globalización- cobran importancia superlativa, para llegar a responder aquellas preguntas que parecÃan tener respuestas tan firmes como las que sólo pueden ofrecer los panteones y los monumentos. Ser los que somos, como planteaba Sartre hace exactamente 50 años, se logra negando de manera firme lo que hicieron, hasta ahora, de nosotros. AsÃ, y sólo asà la Historia tiene sentido. (*) periodista; para Miradas al Sur |