"Democracia y Representación: Socializar la Política"
19-01-2025
"Democracia y Representaci贸n: Socializar la Pol铆tica"
Por Carlos A. Sortino (*) @CarlosASortino 

La disputa electoral ahoga cualquier impulso democr谩tico, porque no est谩 en juego la democracia, sino la representaci贸n pol铆tica del pueblo. Quiz谩s ahora, en un escenario post electoral, puedan decirse algunas cosas y avivar la esperanza de una recepci贸n social interesada, cualquiera sea su magnitud, y de una recepci贸n pol铆tica despojada ya de paranoias.

El discurso del cambio

En l铆neas generales, las organizaciones pol铆tico-partidarias proyectan su praxis desde el supuesto de que la b煤squeda de un cambio pol铆tico, econ贸mico y social debe centrarse en la constituci贸n de un grupo dominante realmente representativo. Desean articular sectores sociales capaces de procurar una alteraci贸n dentro de las estructuras de poder, con el agregado de constituir una representaci贸n leg铆tima de la mayor铆a de la poblaci贸n.

Por manipulaci贸n pol铆tica de unos y por limitaci贸n ideol贸gica de otros, este discurso del cambio s贸lo puede llevar, en el mejor de los casos, al punto de reemplazar a los actores de las estructuras de poder instituidas, pero conservando sus imperativos materiales e ideol贸gicos. El ejercicio del poder pol铆tico, la estratificaci贸n de las clases sociales y el modo de producci贸n y distribuci贸n de la riqueza podr谩n parecer m谩s o menos "racionales", m谩s o menos "justos", m谩s o menos "humanitarios", pero este complejo institucional permanecer谩 estructuralmente inalterable.

La tradici贸n nos dice que la estructura econ贸mica se impone a o negocia con la estructura pol铆tica, y que en esta trama la estructura social queda como reh茅n, dada la imposible articulaci贸n entre el hecho de ser el soporte de la estructura econ贸mica y el hecho de delegar la satisfacci贸n de sus necesidades y expectativas en la estructura pol铆tica.

El resultado hist贸rico es la concentraci贸n del poder econ贸mico (y, sobre todo, la de los sectores estrat茅gicos de la econom铆a, en manos de empresas multinacionales) y la debilidad del poder pol铆tico ante (cuando no su complicidad con) ese poder econ贸mico, lo que ha provocado una gran desconfianza e indiferencia dentro de la estructura social.

La deriva social

Aquella desconfianza se manifiesta en una fragmentaci贸n grupuscular de la resistencia y la protesta sociales, caracterizadas por su dispersi贸n e incapacidad de articulaci贸n y por la paradoja que marca su alto grado de impacto medi谩tico, inversamente proporcional al baj铆simo grado de impacto pol铆tico, lo que las convierte en una fuerza minoritaria.

Aquella indiferencia se manifiesta en la desafecci贸n colectiva por la cosa p煤blica: un pueblo desmembrado en una multitud de individuos sin interacci贸n, cada uno de ellos ocupado de s铆 mismo sin ninguna conciencia social, funcionando aislado e incluso tratando de mejorar a costa de los dem谩s. Aqu铆, la paradoja est谩 marcada por un baj铆simo grado de conciencia pol铆tica, inversamente proporcional a su alto grado de impacto pol铆tico: cuando la conciencia pol铆tica del pueblo se diluye, el resultado es la legitimaci贸n de las relaciones de poder instituidas, lo que convierte a esta "multitud" en una fuerza mayoritaria.

Esta suma de obst谩culos aleja, m谩s que acerca, la posibilidad de constituir aquella representaci贸n leg铆tima de la mayor铆a de la poblaci贸n, que, de todos modos, nunca fue tal dentro de los l铆mites de la democracia representativa, salvo que igualemos el concepto de legitimidad al concepto de legalidad y aceptemos que el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes.

Siendo imposible por definici贸n -m谩s que por impugnaci贸n social- la constituci贸n de una representaci贸n leg铆tima, se cae a pedazos la estrategia que surge del discurso instituido del cambio, lo que no supone que deje de gozar de consenso social.

La manifiesta desigualdad en el reparto de posibilidades de interesarse en lo pol铆tico, la concentraci贸n monop贸lica del poder pol铆tico, es lo que hace que las "personas comunes" no le pidan a las organizaciones pol铆ticas que se le acercan condiciones de participaci贸n, sino, simplemente, que le resuelvan sus problemas. Esta es la base del clientelismo, al que tanto se estigmatiza y poco y nada se intenta superar.

As铆 las cosas, estas "personas comunes" que conforman la estructura social s贸lo manifiestan el inter茅s de que sus necesidades y expectativas sean satisfechas y no alientan un discurso ideol贸gico aparentemente alternativo, si proviene de un aparato pol铆tico que s贸lo tiene por finalidad, representaci贸n pol铆tica mediante, convertir a los dominados en dominantes y a los dominantes en dominados, porque esa inversi贸n de roles les produce temor, porque intuyen que ese cambio no redundar谩 en una mejor calidad de vida y prefieren seguir apostando a la movilidad social (o, en su defecto, al clientelismo) que les ofrece el complejo institucional vigente.

La democracia ausente

Los constituyentes de 1853 lo ten铆an muy claro: no escribieron la palabra democracia en ninguna p谩gina de nuestra Constituci贸n. Y esa tradici贸n se mantuvo inalterable. La Rep煤blica no necesita democracia. S贸lo necesita representaci贸n.

El anclaje ideol贸gico de este sistema republicano es la forma en que se delega la toma de decisiones bajo una apariencia de igualdad ("una persona, un voto"). Ese anclaje impide el avance hacia un debate p煤blico permanente sobre el contenido social de tales decisiones. Esto es: para qu茅 y para quienes. Y es l贸gica la ausencia de este debate p煤blico, porque (si obedecemos el orden constitucional) son sus propios beneficiarios (los "representantes" del sistema de relaciones pol铆ticas y los "representantes" del sistema de relaciones productivas) los que deben discutir para qu茅 y para quienes se toman las decisiones (de all铆 que la "igualdad" es una mera apariencia). 

Toda delegaci贸n de poder en unos cuantos representantes lleva inevitablemente a la creaci贸n de una 茅lite que lo ejerce frente a la mayor铆a de los ciudadanos: el representante (incluso, si es honesto) se apropia de las necesidades y expectativas del representado y en esa apropiaci贸n decide qu茅 hacer con ellas, c贸mo y cu谩ndo. 

Fiel al orden constitucional del que deviene, esta pr谩ctica pol铆tica legitima la premisa de que las personas que ganan las elecciones est谩n autorizadas a gobernar como ellas lo crean conveniente. La suposici贸n es que los votantes eligen a los individuos m谩s adecuados para asumir la principal, si no exclusiva, responsabilidad por el presente y el futuro del pueblo. 

Esta l贸gica goza de consenso social. Se acepta aquel discurso del cambio -instalado en el gobierno, pero tambi茅n en la "oposici贸n"-, que opera, aunque quienes lo sostengan crean fervorosamente en 茅l, como encubridor de una praxis que intenta apaciguar el conflicto social a cambio de un poco de "ox铆geno" para el pueblo, de manera que, a resguardo de cualquier alteraci贸n del orden instituido, el poder econ贸mico y el poder pol铆tico puedan resolver sus contradicciones internas (lo que incluye el alcance de las negociaciones que deben llevar entre s铆).

La democracia presente 

Una "estrategia democr谩tica" es la que impulsa el salto cualitativo de la petici贸n de derechos individuales y sectoriales a la asunci贸n de responsabilidad y poder colectivos por parte del pueblo. Porque apuesta a que su intervenci贸n directa en los procesos de toma de decisi贸n y control de cualquier pol铆tica p煤blica pueda asignar un contenido social democr谩tico, dejando atr谩s la fragmentaci贸n grupuscular y la desafecci贸n colectiva por la cosa p煤blica. 

Pero es preciso que esta acci贸n pol铆tica no se autonomice de la simult谩nea construcci贸n de un poder instituyente que tenga por objetivo la superaci贸n del sistema capitalista. Si no forma parte de un escenario mayor, esta estrategia democr谩tica s贸lo ser谩 una forma de legitimaci贸n "por izquierda" del complejo institucional vigente. 

La cuesti贸n medular de cualquier organizaci贸n es qui茅n toma las decisiones y c贸mo lo hace. Este es el proceso pol铆tico fundamental de los pueblos. Si estos pueblos no se planteanarrancar de su 茅lite programadora el proceso de toma de decisi贸n y control de las pol铆ticas p煤blicas (es decir: trascender la representaci贸n, socializar la pol铆tica), no podr谩n desequilibrar la fuente de poder pol铆tico ni las fuentes de poder del complejo institucional en su conjunto.

Estamos hablando de un proyecto pol铆tico-ideol贸gico (no de una necesidad hist贸rica), como cualquier otro. Todos los proyectos pol铆tico-ideol贸gicos conocidos siguen transitando las v铆as de su desarrollo y ninguno ha logrado hasta el momento los resultados que auguran. Por lo tanto, 驴por qu茅 no apostar a otra cosa? 驴s贸lo porque es desconocida? 驴s贸lo porque no nos ofrece ninguna seguridad? 驴qu茅 proyecto pol铆tico-ideol贸gico conocido (y experimentado) nos ofrece alguna seguridad?

(*) Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 25/10/2017

Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupaci贸n Municipal Compromiso y Participaci贸n (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/