01-05-2024
"Posverdad, política y extinción"
Por Emilio Rodríguez Ascurra @emiascurra 

Que la concepción de los partidos políticos ha cambiado no es novedad alguna, el ocaso de las ideologías ha dejado vacío de contenido a los alfiles defensores de la izquierda o de la derecha, extremos también superados por el gradualismo mixturado de una y otra.

El mundo es testigo de ello al mostrarnos a una Unión Europea en crisis y con el coletazo final aun por llegar del Brexit del año pasado, al magnate millonario Donald Trump gobernando el mundo, perdón quise decir la Casa Blanca y desde allí los Estados Unidos de Norteamerica.

Nuestro país tampoco queda fuera de esta lógica y ha elegido a un gobierno hecho a medida de la mayoría de los votantes, es decir, sin ideología ni intención de politizar su vida cotidiana sino más bien con la necesidad de que las cosas cambien, y de verdad.

Esta nueva generación de ciudadanos ha nacido en su mayoría en democracia, forma parte de los denominados "millennials" o la nueva "generación z" y, aun cuando los condenen por espanto, poco les interesa conocer lo acontecido en los momentos oscuros de la historia de nuestro país, prefieren centrarse en la vivencia de lo cotidiano y en la esperanza de un futuro mejor.

Les da igual que les hablen de Perón, Evita, Yrigoyen, Balbín, Frondizi o el Che Guevara, todos forman parte de la historia del siglo XX, célebre por sus personajes pero también por sus deudas pendientes.

 Sin embargo un mínimo porcentaje de jóvenes prefiere la reivindicación de la historia y de estas ideas caducas, y con ello prometen llevar la revolución blanca, roja o del color que prefieran, pero lo cierto es que esto solo se da en un pequeño sector de los centros urbanos universitarios sin repercusión en la clase media trabajadora ni en el interior cercano de la provincia de Buenos Aires, ni mas alejado como en las provincias del norte.

La lógica del discurso ha sido reemplazada por la lógica de las emociones en la que la empatía es un factor más importante en las victorias electorales que la persuasión discursiva y la transparencia de ideas, es decir, un candidato puede tener toda la razón en lo discursivo pero nada de aceptación en la imagen y en el encanto social.

Asistimos a la primacía de la imagen por sobre el discurso, al de las emociones por sobre la verdad y al de la empatía por sobre las convicciones. Los ciudadanos ya no votan por pertenencia partidaria, de hecho pocos la tienen, mucho menos por ideas sino más bien por empatía respecto de tal o cual candidato para con un contexto determinado y dentro de ciertas condiciones.

Las causas de corrupción solo le interesan al público informado y, podría decirse, politizado, las peleas entre dirigentes forma parte de minorías "fanatizadas" y la defensa de principios partidarios, si es que aún queda alguno en pie, a los gladiadores de corbata. Los jóvenes de hoy prefieren a un político que se acerque a ellos, que sea como ellos y que no les hable desde la distancia que genera un escenario sino al lado de una obra pública que les mejore la calidad de vida, o les brinde herramientas para desarrollar sus sueños y anhelos.

En la era de la posverdad, la que parece será la palabra del año, las convicciones ya no convencen y la política ya no tiene lugar en la sociedad, sino más bien lo político en tanto compromiso voluntario y casual con alguna causa en función de un fin determinado, pero sin contrato de permanencia. La resistencia a este cambio de paradigma en la política es grande pero el perjuicio de quienes prefieran quedarse sentados sobre sus "bases" será peor, a punto de amenazar con la extinción de los "puristas". El último, el último que apague la luz.

(*) Emilio Rodríguez Ascurra, exclusivo para Cadena BA. 14 de septiembre de 2017.

Filosofo, docente en la Facultad de Humanidades de la UCALP y en la Universidad del Este.