26-04-2024
"Cambiemos: principados sin Príncipe, diría Maquiavelo"
Por Virginia Gómez  @mavirginiagomez

En diciembre de 1513, el italiano Nicolás Maquiavelo, le comunicaba a uno de sus amigos, que había escrito un nuevo tratado sobre qué son los principados, de qué clases están compuestos, cómo se adquieren, cómo se mantienen y cómo se pierden. Una obra que tiene total vigencia, incluso para abordar los debates que abrieron los resultados de las PASO: ¿conquistó o no su Príncipe la primera minoría electoral que gobierna? 

De Maquiavelo a nuestros días

Conocido como el padre de la ciencia política, el italiano daba nacimiento a la obra El Príncipe, que abrió el período de la filosofía política moderna. Expresaría la preocupación de la época, sobre la búsqueda, conquista y conservación del poder, y sobre el consenso sobre los gobernados. Una preocupación actual de todas las clases dirigentes en varios países del mundo.

Antonio Gramsci, será quien haciendo uso de lo que denominó "traducibilidad de los lenguaje", traducirá (valga la redundancia) el lenguaje político nacional de Maquiavelo al ámbito de los conceptos del marxismo para analizar el poder de las clases dominantes, y su inversión dialéctica en busca de una salida anticapitalista.

Para Gramsci, el El Príncipe de Maquiavelo, está presentado en términos ideales, pero históricos. Por lo tanto, propone alejarse del mito (ideal) del príncipe ya que este no podría ser una sóla persona real. Para eso plantea, que es un organismo, donde se hace concreta la voluntad colectiva, y que ese organismo es el partido político.

Dicho organismo tiene relación con el centauro de Maquiavelo, la representación de la figura de la mitología griega (mitad ser humano, mitad animal), que conjura fuerza (coerción) y consenso. Conceptos claves en la concepción de Gramsci para explicar qué es la hegemonía, esa unidad orgánica entre las dos partes indivisibles del centauro, entre autoridad y legitimidad.

Si de este punto de vista queremos abordar la pregunta sobre qué es Cambiemos, tenemos que empezar por recordar que nació como una coalición electoral, unida más por el espanto que por el amor (sentimiento que perdura). Que alcanzó el poder ejecutivo gracias al mecanismo electoral del balotaje, que vino a emparchar a las democracias degradadas por el neoliberalismo, que dejaron atrás los proyectos de mayorías y el péndulo del bipartidismo que aseguraba cierta estabilidad al régimen político. Y que ésta es una tendencia mundial, que llegó a la Argentina para quedarse, y que se estancará o desarrollará al calor, principalmente, de los vaivenes de la economía.

¿Qué dicen las PASO sobre Cambiemos desde el punto de vista de Maquiavelo?

Dicen que se consolida como la primera coalición electoral minoritaria que gobierna. Y que es una coalición de gobierno minoritaria. Ambas a la vez. Osea, conquistó o consolidó su poder en determinados principados, pero carece de un El Príncipe, no puede expresar aún la voluntad colectiva. 

No olvidemos que las coaliciones electorales que se establecen para transformarse en coaliciones de gobierno, son también expresión de la crisis de representación de los partidos nacionales tradicionales que no pueden ya por sí mismos conformar mayorías. Si para Maquiavelo el amor del pueblo al Príncipe es la clave del sostén de su poder, de su conquista de consenso, que no gobierna sin la coerción, claro está que Cambiemos hasta el momento no despertó esa pasión.

Si algo más está claro es que el tipo de campañas políticas electorales de estas PASO (donde prima ocultar las tradiciones e las identidades) expresan la crisis de representación que también le llegó, como en el mundo, a los partidos tradicionales de la Argentina. El peronismo se esconde detrás de la máscara de Unidad Ciudadana, y la UCR detrás de los colores de Cambiemos, donde encima el voto tiene un importante componente de rechazo, lo que se denomina un "consenso negativo".

Otra característica propia de Cambiemos (que también la podríamos adjudicar al kirchnerismo) es que a diferencia de los consejos de Maquiavelo, estas coaliciones de gobierno, que nacen en un principado, se consolidan como fuerza nacional sólo se sostienen desde el poder Ejecutivo. No implican "conquistas", por lo que tampoco expresan "derrotas", ahora hablando en el lenguaje del marxismo, de una clase por otra.

El andamiaje de Cambiemos

Si la génesis de la coalición electoral, devenido en gubernamental, fue por el azar y la fortuna de los 680 mil votos que separaron a Macri de Scioli, ¿quién sostiene a Cambiemos?

Por un lado, desde el punto de vista de la legitimidad negativa, carece del amor del pueblo y se basa en el rechazo al Gobierno anterior, como decíamos.

Pero desde el punto de vista de la economía se apoya en los sectores concentrados del agro, las finanzas, el capital extranjero y las empresas exportadoras, que fueron beneficiadas con cada una de sus medidas. Pero representa a una clase social minoritaria, que necesita de acuerdos coercitivos consensuales para mantenerse.

Esos acuerdos tienen de protagonistas a dos sectores. Una sindical y otra política. Hasta la tardía movilización de la CGT, del pasado 22 de agosto, se apoyaba en la tregua del sindicalismo tradicional, a quienes extorsionaba con la plata de los fondos de las obras sociales. Con un triunvirato fracturado llegaron al palco de la expeditiva marcha.

Horas más tarde se conoció la decisión del presidente Macri de hacer saltar por los aires a Scervino, quien estaba al frente de la (nada despreciable) Superintendencia de Servicios de Salud. Este organismo maneja millonarios fondos de las obras sociales, y respondía a José Luis Lingeri, dirigente histórico del sindicato de Obras Sanitarias. ¿Una decisión acertada o malentonada?

Por otra parte, dentro del andamiaje que sostiene a la coalición del gobierno, se encuentra lo que Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados por Cambiemos, denominó el "bloque de la gobernabilidad", haciendo referencia a los diputados (y senadores) que responden a los gobernadores peronistas. Que según sus propias palabras, junto con Nación, se necesitan mutuamente, haciendo clara referencia a la dependencia económica que tienen las cajas de las provincias con respecto al poder central. No por nada, Urtubey prontamente declaró esta semana, como lo hizo CFK la anterior, que si al Gobierno le va bien, le va bien a todos los argentinos.

¿Dónde está el Príncipe?

Mientras los analistas del kirchnerismo-peronismo, debaten si su fractura es social o política, coyuntural o estratégica, queda claro que las reminiscencias de la memoria sobre un pasado reciente, donde también hubo ajuste gradualista como el de Cambiemos, ataques a los sindicatos (especialmente a los sectores combativos y clasistas), hasta desaparecidos como Julio López (hoy Santiago Maldonado), promoción de Milani y desgaste de una casta política enriquecida a base de casos de corrupción, no alcanzan para alcanzar nuevas mayorías. Como tampoco se olvida, que referentes del Frente de Izquierda, como Nicolás del Caño y Myriam Bregman, fueron los principales exponentes de esas denuncias, y que sobre esa base de coherencia en la defensa de los trabajadores y las libertades democráticas, le permiten ser una referencia que se extiende por encima del millón de votos alcanzados.

Ambas primeras minorías, consolidadas o fracturadas, basan su poderío sobre las debilidades de su adversario, que alcanza para defenderse, pero no para conquistar un nuevo Príncipe.  

De la transición gubernamental (política), a la transformación económica y social sin hegemonía, para iniciar una "gran empresa", hay un sinuoso camino, donde subestimar al adversario y sobrevalorarse puede sellar un camino lleno de peligrosas equivocaciones. Como decía Maquiavelo "el que propicia el poder de otro, labra su propia ruina, porque ese poderío es causado por él con astucia o con la fuerza, y tanto la una como la otra resultan sospechosas al que se ha vuelto poderoso".

Tal vez Jujuy, la provincia de la periferia donde primero se fracturó el peronismo, y luego vinieron 20 meses de  laboratorio macrista radical, donde hay presos políticos y abierta coerción policial, combinado con una pobreza estructural, donde el Frente de Izquierda logró un 13% con Alejandro Vilca, trabajador que recolecta residuos y coya, anuncie una imagen del futuro. Donde la izquierda radical, aproveche la crisis de los partidos tradicionales y las grietas sindicales, para acompañar con una política acertada la experiencia de millones que se levanten como lo que son: mayoría, como Príncipe.   

Virginia Gómez. Exclusivo para Cadena BA. 24/082017

Licenciada en Ciencia Política (UBA). Docente. Staff de "La Izquierda Diario"