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"Las mordazas ideol贸gicas que nos silencian" | |||
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La reticencia del progresismo para denunciar la represi贸n en Venezuela muestra los l铆mites de nuestra convivencia democr谩tica
隆Qu茅 fuerza poderosa de autoenga帽o la de la ideolog铆a, en cuyo nombre se justifican las muertes, las prisiones y el terror de los tiranos! Pas贸 con los cr铆menes de Stalin, negados por buena parte de la intelectualidad de izquierda durante a帽os.
Pas贸 igual con la revoluci贸n cubana: fue doloroso reconocer la mentira detr谩s de la promesa del hombre nuevo. Y vuelve a suceder ahora con el silencio de los que se autodefinen "progresistas" y no denuncian las violaciones de los derechos humanos en la Venezuela de Maduro .
Para entender tantas mordazas hoy me es m谩s 煤til la literatura que la pol铆tica. "Pedir perd贸n exige m谩s valent铆a que empu帽ar un arma, que accionar una bomba", piensa el etarra en la soledad de su prisi贸n, frente al papel en el que debe escribir una carta a una de las v铆ctimas de ETA, la organizaci贸n que integr贸. 脡se es el dram谩tico dilema al que el escritor vasco Fernando Aramburu somete a uno de sus personajes, el ya no tan joven guerrillero al que los a帽os en la c谩rcel le han dado el tiempo suficiente para repasar su vida. No le falt贸 coraje para reconocer 铆ntimamente "las atrocidades" que cometi贸 cuando era "un joven cr茅dulo de sangre caliente". Para liberarlo de esos remordimientos, la hermana lo insta a escribir una carta de perd贸n a la viuda de un modesto empresario asesinado por ETA. Sin embargo, su temor mayor es que se haga p煤blico el texto, en el que finalmente esboza unas l铆neas de perd贸n a la mujer, otrora amiga de su familia. Tal vez porque los remordimientos son 铆ntimos y los que justifican la violencia pol铆tica en nombre de la patria no pueden mostrarse humanos, ya que fueron entrenados para matar. Eso plantea el escritor vasco en su novela Patria para desentra帽ar una verdad ineludible, el sufrimiento, los dolores y desencuentros que dejan la violencia guerrillera y los reg铆menes totalitarios.
Patria es una novela portentosa que bien puede leerse en clave argentina. Tanto por la violencia de los a帽os 70 como por las consecuencias que nos dej贸 ese tiempo de odio y confrontaci贸n. Pero si entre las v铆ctimas es mucho m谩s f谩cil reconocernos iguales en el sufrimiento ante las muertes y los secuestros de familiares que han dejado lugares vac铆os en tantas mesas familiares de nuestro pa铆s, perturba la virulencia y el impudor de los que invocan nuestros muertos para imponer una visi贸n pol铆tica antidemocr谩tica que justifica las torturas y las prisiones de los gobiernos que les son afines ideol贸gicamente. As铆 sucede con las organizaciones de derechos humanos de nuestro pa铆s que nada han dicho del r茅gimen de Nicol谩s Maduro, que ha violado todos los derechos de la democracia.
Igualmente incomprensible es la reacci贸n en Espa帽a de los sectores de Podemos que el mes pasado criticaron la conmemoraci贸n de la alcald铆a de Madrid por los veinte a帽os del asesinato de Miguel 脕ngel Blanco, un concejal del Partido Popular de Ermua, peque帽a poblaci贸n del Pa铆s Vasco. El joven, de 29 a帽os, fue secuestrado por un comando de la ETA para exigir que los etarras presos fueran trasladados a prisiones vascas. Apareci贸 muerto dos d铆as despu茅s con dos tiros en la nuca. El asesinato del edil gener贸 tal repudio masivo en toda Espa帽a que marc贸 el inicio del fin de ETA.
Sin embargo, a煤n sobrevive una concepci贸n pol铆tica que tolera la prepotencia de Maduro y se fastidia con el pacifismo de los que trabajan contra la intolerancia. Silencios e intolerancias se justifican con el mismo argumento: "No hacerle el juego a la derecha". El ex juez Baltasar Garz贸n, que juzg贸 a Pinochet, calific贸 de "golpista" a Leopoldo L贸pez , en consonancia con muchos intelectuales de izquierda en nuestro continente que responsabilizan a la oposici贸n por la violencia en el pa铆s bolivariano sin que hayan aprendido la dram谩tica lecci贸n sudamericana: el que viola los derechos humanos es el Estado que debe protegerlos.
Por eso, perturba que se invoque la m谩s bella filosof铆a, la de los derechos humanos, que nos hace iguales y define la naturaleza de lo humano en la dignidad, y no puedan reconocer el sufrimiento ajeno, despojado de la ideolog铆a. Confieso que me intriga semejante contrasentido. Con nuestros muertos se hacen discursos, se levantan monumentos, se ponen placas recordatorias. Los otros, los que no nos pertenecen, son tan s贸lo un n煤mero o una desconfianza. No ignoro que la tenebrosa historia del siglo XX est谩 llena de esos contrasentidos. Los intelectuales de izquierda a los que mi generaci贸n vener贸 ocultaron, tambi茅n, los gulags y los cr铆menes del r茅gimen comunista "para no hacerle el juego al capitalismo". Una astucia ideol贸gica -que debe resultar muy c贸moda- para no dudar y sufrir el dolor de la decepci贸n. Del mismo modo, confunden qui茅n es preso pol铆tico. No el que comete delitos en democracia con justificativos pol铆ticos, sino el que es encarcelado por acciones que no son delitos en una sociedad democr谩tica, como son la libertad de palabra y opini贸n. Presos pol铆ticos son Leopoldo L贸pez y Antonio Ledezma, detenidos otra vez en una c谩rcel militar.
Preso pol铆tico fue el disidente chino Li Xiao Bo, encarcelado precisamente por pedir libertades democr谩ticas. Sin embargo, ninguna organizaci贸n defensora de los derechos humanos levant贸 la voz para reclamar por el premio Nobel de la Paz Li Xiao Bo, condenado a 11 a帽os de prisi贸n por el delito de opini贸n. Deb铆a quedar libre en 2020. Muri贸 el mes pasado en la prisi贸n.
En la Argentina apenas nos separan cuatro d茅cadas de los tiempos en que cada muerte se vengaba con otro cad谩ver en una espiral de violencia que nos destruy贸 como pa铆s y cuyas consecuencias se perpet煤an. El dolor por las ausencias, las c谩rceles, el exilio o simplemente por el terror que nos maniat贸 como sociedad sirvi贸 para que los argentinos valor谩ramos la democracia constitucional que naci贸 bajo el mejor auspicio, el fin de la impunidad, los juicios que condenaron el terrorismo de Estado y el mayor consenso al que jam谩s haya llegado antes nuestro pa铆s, el Nunca M谩s a la violencia pol铆tica. En la medida en que nos fuimos alejando de ese pasado, se fueron rehabilitando los sectores de la izquierda que comenzaron a participar en el espacio p煤blico, el de los debates, la opini贸n y la participaci贸n pol铆tica. Fue en la d茅cada pasada, con la instrumentaci贸n del dolor y la utilizaci贸n pol铆tica de los derechos humanos, cuando muchos desnudaron su 铆ndole antidemocr谩tica. No s贸lo porque no critican al r茅gimen de Maduro, sino tambi茅n porque no respetan las ideas ajenas ni dudan de las propias.
Consolidar la democracia constitucional lleva tiempo. Ahora lo sabemos. Nos resta encarnar los valores de respeto y de convivencia. Al final, de lo que se trata es de "hacerle el juego a la democracia", la ir贸nica expresi贸n del abogado Emilio Garc铆a M茅ndez, quien junto con otros intelectuales y acad茅micos ha puesto en debate la nueva agenda de los derechos humanos, ya sin el manique铆smo de los que se apropiaron de la memoria ni las descalificaciones personales que atentan contra todo debate intelectual honesto. No se trata del remordimiento del guerrillero de la ETA, ya que entre nosotros ning煤n sector se ha responsabilizado de la violencia pasada. El tiempo actual requiere otras valent铆as, como por ejemplo atreverse a enfrentar en el espacio polarizado de la opini贸n toda forma de humillaci贸n y denigraci贸n de las diferencias. Adem谩s de que seamos capaces de poner en duda las que creemos nuestras certezas. "El valor de la democracia s贸lo es posible si tenemos el valor de enfrentarnos al odio", se lee en un peque帽o gran libro: Contra el odio, escrito por Carolin Emcke, una de las intelectuales m谩s interesantes de Alemania.
Recibir a los venezolanos que huyen del hambre y la opresi贸n, conmovernos ante las im谩genes de los que deben pasar horas en una fila para recibir un pedazo de pan, condenar el autoritarismo donde se manifieste es, tambi茅n, una forma de hacerle el juego a nuestra herida democracia para erradicar el odio ideol贸gico, que no es compatible con las ideas humanistas de los derechos humanos ni la pluralidad de la democracia.
(*) Periodista. Directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado de la Naci贸n.
Nota publicada el 3 de agosto de 2017 en el Diario "La Naci贸n" de Argentina
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