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Sobre Carrió: "La polÃtica en espejo" | |||
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Un buen ejemplo de cómo en un determinado perÃodo histórico los argumentos de grupos contrincantes actúan en espejo, se hace evidente en uno de los párrafos de Elisa Carrió, en su bÃblico discurso a propósito de la fracasada excomunión de De Vido: "el pueblo ha votado contra sus intereses votando a ladrones". En los últimos tiempos ha cobrado importancia la idea de que el pueblo puede votar "contra sus intereses". Se escuchó mucho esta expresión de disgusto durante el perÃodo anterior y luego de la elección desfavorable para el kirchnerismo en 2015. Se trataba del enigma por el cual en gran sector popular, calificado por alguna mansa sociologÃa como de "baja clase media" o "vidas vulnerables", votó por empresarios de las altas escalas del poder financiero. Esta discordancia conceptual -alguien hace algo polÃticamente que contrarÃa su condición social-, sin embargo, es propia de lo polÃtico. No hay relación de antemano entre la situación social y las creencias polÃticas. Sin ese desacuerdo no existe lo polÃtico, que siempre es un desajuste entre lo que realmente somos y lo que efectivamente hacemos.
En verdad, siempre existe lo que un sector podrÃa aceptar como supuestos intereses predeterminados y lo que luego realmente se hace con ellos. De allà que la polÃtica consista también en rehacer continuamente la noción de pueblo, esto es, la máxima cercanÃa entre las condiciones de existencia y los recursos más emancipados del pensar. En tal sentido, el "pueblo" piensa tanto la carencia como la abundancia del mismo modo, construyendo en este acto reflexivo, su propia entidad como conjunto activo y crÃtico.
La dificultad consiste en que el "interés" es siempre una interferencia de la virtualidad de lo subjetivo en la aparente realidad de lo objetivo. Pero nunca sabemos de qué modo se convierte en desproporcional lo subjetivo respecto a lo objetivo. Se vive, se piensa, se educa, se cura, se goza o nos entristecemos, porque nunca una subjetividad colectiva funciona en compatibilidad estricta con la objetividad que presumimos como motor de la historia. El arquetipo de esta situación general, son desde hace mucho tiempo los medios de comunicación, que objetivamente son una forma del capitalismo embutida en los sÃmbolos (el tiempo, el espacio, la vida misma, nuestra propia idea del sÃ-mismo) y subjetivamente son antenas de una estructura de usos del lenguaje según deseos ambiguos y genéricos, muchas veces sostenidos en lo que creemos que es nuestro derecho a la indiferencia, pero también a tener sentimientos prejuiciosos o tiránicos.
Los "medios" borran de inmediato la diferenciación social, la crÃtica de la existencia, y se presentan tan solo como un eterno presente de denuncia y lágrimas. "De corazón…de corazón." Asà concluyó su discurso en el Parlamento Elisa Carrió, aludiendo a que su catilinaria solo brotaba de un sentimiento vibrante y eterno, de una autenticidad visceral. Ahora, ¿qué son las verdades del corazón?¿No es que se invocan recién ahora, cuando hay un pueblo disperso y desconcertado? Es aquÃ, cuando se desmigaja una sociedad, que el corazón regala su arte sensible al servicio de una teatralidad despótica.
Carrió encarna el fin de la justicia constitucional y de un orden jurÃdico viable en la Argentina. La Nación, como racimo de múltiples determinaciones, con este singular personaje polÃtico, siempre está ante un abismo o ante la inminencia de su disolución. Y también, interpretada por Carrió, la justicia es ya, sin atenuantes, una predestinación que expresa algún médium, a la manera de una estrella que guÃa a la elegida para la redención popular. Ni en las tradiciones "populistas" más acentuadas, alguien esgrimió ser un "elegido". La frase "el hombre del destino", atribuida a Perón o dicha efectivamente por él, estaba cargada de ironÃa y escepticismo. No hay en cambio ninguna incertidumbre en las acciones flamÃgeras de Carrió. Vaticina desastres mirando ansiosa o pÃcaramente hacia los costados; deja correr un sentido del absurdo cuando promete vindicta; vive esgrimiendo su "oscuro dÃa de justicia". Sus intuiciones escénicas le permiten convertir las tensas pero tortuosas sesiones parlamentarias en una suerte de misal umbandista, dicho esto con respeto hacia los orixás. En nombre de la ley de corazón, que es lo más complejo que hay, presenta la aparente simplicidad de una virtud que en ella se convierte en una sentencia que aterroriza y enloda. Su misa es sacrificial. Sus intuiciones demiúrgicas valen más que todos los dictámenes de la justicia, aun los más desastrados, y son la suma energética de todos los programas mediáticos destinados a la disolución del pensamiento emancipado.
O ella anexa al macrismo o el macrismo, dificultosamente la anexa a ella. Pero en este juego de confiscaciones mutuas, hace marcar el paso de una escisión en marcha en la sociedad argentina, una tajante división humanamente demoledora entre "puros" y "corruptos". Asà alza su guillotina ambulante en los medios de comunicación y en sus meros complementes institucionales, ante jueces, fiscales o parlamentarios. Por primera vez en la historia nacional, alguien esgrime el venerable concepto de república para hacerlo sanguinario y generar un aparato de vigilancia irracional que todos los dÃas envÃa al matadero a los que considera despojados de virtud. ¿Y qué es la virtud? Lo que dicta su conciencia unÃvoca, edificada bajo la forma de un cadalso.
La exclamación profética de Carrió sobre aquellos que votan ladrones siendo honestos, es simétricamente opuesta y complementario de los tantos que se han sorprendido por el hecho de que, en muchas franjas populares desfavorecidas, se votara al empresario Macri. Para sostener este asombro habrÃa que pensar que estarÃamos aún en los primeros tiempos de la llamada "Revolución Industrial", donde la clase trabajadora exhibÃa una cándida homogeneidad. Ya no es asÃ. Es insostenible la relación entre clase trabajadora y un bloque histórico de intereses expresados análogamente. Cunde una dispersión social en relación a ideales del yo, cosa salida de casilleros graduados por la subrepticia ramificación del gusto, de las pasiones débiles, pobres o tristes. Son las ilusiones basadas en una forja de individualidades autónomas con su intimidad abierta en flor (el "vos" de las publicidades polÃticas y comerciales), ficciones que son lo más parecido posible a un catálogo de pátinas que la pinturerÃa de la esquina nos propone para colorear paredes.
¿Podemos elegirnos sobre lo ya elegido para nosotros? La idea de Carrió consiste en que es una elegida, destinada a redimir y castigar, a trazar el horizonte dentro del cual entran los seleccionados o se expulsa a los réprobos. ¿Quién nos elige para tal o cual destino, como seres pasivos que serÃamos? Nosotros no elegimos; nos elige una Elegida; nadie más que alguien con un alma excepcional podrÃa elegirnos, y dirigir nuestra pasividad fatal hacia la complicidad con los rÃos turbios de la Corrupción o con lo que nos corresponde como sumisos sujetos capturados por una Cruzada, carne de cañón para la ordalÃa medieval. ¿Quién juzga finalmente? La crisis mundial de la facultad de juzgar le va quitando razón y vitalidad al ideal de emancipación del trabajo y de la ciudadanÃa. Una forma de escapar de esta encrucijada, es evitar la polÃtica en espejo. Reformular la significación y estructura real de los problemas, para escapar de acusar al otro de lo que lo acusan a uno, o de ponernos la mantilla del asombro porque la vida popular se "equivoca" o porque los "honestos" también se equivocan. Hay que trabajar sobre las verdaderas diferencias, no sobre una mismidad invertida. La reconstrucción del ideal popular con nuevas nociones de interés colectivo son imprescindibles para huir de la figura de la santidad predestinada (de astutos polÃticos, moralistas de última hora) o del relato individual de los menoscabados, que recobrarán el sentido de sus vidas en el interior de un conjunto de movimientos de la conciencia pública. La que retorne al concepto viviente y genérico de su propia soberanÃa. (*) Sociólogo. Ex Director de la Biblioteca Nacional. Nota publicada este 1º de agosto en Página/12. |