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"Los sindicatos: la gran piedra en el trabajador argentino" | |||
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Qué mejor manera de festejar el dÃa del trabajador que trabajando y entendiendo, a través de estas lÃneas, el perverso juego que los sindicatos juegan en el trabajador de a pie. Las consecuencias de una inflexible legislación laboral y sindical que apuestan todas sus fichas en expulsar del mercado laboral a los que más necesitan trabajar y en empoderar gremialistas que poco entienden de libertad de elección.
Los salarios no dependen de la voluntad del legislador ni, tampoco como cree mucha gente, de la fuerza autoritaria, coercitiva y prepotente de sindicalistas. Tampoco ayudan la cara de malos que ponen en las conferencias de prensa ni en los adjetivos rococó que añaden en sus discursos antioficialistas.
Los salarios - es clave entender esto - dependen inexorablemente de las tasas de capitalización del paÃs en el cual nos encontremos. Por eso, un obrero en Estados Unidos gana bastante más que uno en Laos u otro en Bangladesh. No es que los estadounidenses tengan más huelgas o mejores representantes sindicales, para el caso. Cuando, por tanto, un legislador pone una tasa de salario mÃnimo por arriba de los que establece el mercado, aparece el desempleo. No fue magia, fue estatismo.
El argumento en contra de lo mencionado anteriormente es la falacia "la teorÃa de la desigualdad en el poder de contratación". Empresario fuerte y rico, empleado débil, resultado, el Estado interventor para salvaguardar los intereses de los más débiles. ¿Pero realmente funciona asÃ? ¿Esta es la verdad de la milanesa? Todo parecerÃa demostrar que sÃ, me dirán. Pero, como alega Alberto Benegas Lynch (h) esto está mal planteado.
"La desigualdad patrimonial en el contrato es del todo irrelevante, nuevamente lo decisivo es la cuantÃa de inversión y los consiguientes marcos institucionales que permiten la formación de ahorro interno y externo en el lugar para ampliar esa inversión. En otros términos, si un multimillonario llega a un lugar y averigua cuanto debe remunerarse a un trabajador para pintar su casa y decide ofrecer la mitad porque es muy rico, sencillamente no podrá pintar su casa (para el caso no importa si su cuenta corriente es muy abultada o si está quebrado)", precisó el profesor.
Qué difÃcil se nos ha hecho como sociedad ponerle una cascabel a los sindicalistas. PodrÃamos pensar que somos un paÃs civilizado pero no. Si fuera asà los sindicatos serÃan una asociación libre y voluntaria que invitarÃa a sus miembros a pertenecer para que le cuiden sus intereses (cualesquiera que sean), por ejemplo, sus salarios. Entendamos esto: si bien los salarios se descubren en el mercado (depende de la inversión per cápita que permite entonces incrementos en la productividad del trabajo en sÃ) los trabajadores tienen que experimentar y ver hasta dónde está dispuesto a pagar el empresario.
Pero en Argentina, el infierno se congela. Lo loco se viste de lógico y los medieval de progresista. Acá se obliga a que los empleadores descuenten mandatoriamente cuotas sindicales y obra sociales a todos aquellos que estén en relación de dependencia.
"Se desconfÃa que los candidatos aporten voluntariamente a las cajas sindicales", sostiene Benegas Lynch.
Otro tema aparte es la "personerÃa gremial" que otorga el Gobierno a un sindicato en particular. Nada de que el empleado pueda elegir qué sindicato dentro (o fuera) de su industria lo representa mejor. Y ya sabemos que los monopolios no son buenos. Si esa asociación fuera tan buena como dicen ser en los medios, no cabrÃa necesidad de que la asociación fuera obligatoria. ¿O sÃ?
No logro entender cómo los sindicalistas no luchan por mejores salarios como dicen hacer. Ya vimos que los salarios bajos no son por la avaricia del empleador que no quiere pagar mejores salarios. Si fuera por eso ¿por qué los legisladores no aumentan el salario mÃnimo por ley a 20 mil pesos? ¿O 50 mil? ¡Ya se, ya se, mejor 100 mil pesos mensuales para todos!
El economista y uno de los representantes de la Escuela AustrÃaca de EconomÃa, Ludwing von Mises explicaba que la opinón pública le otorga el crédito del aumento de los salarios al sindicalismo y a la legislación, lo mismo con la disminución de las horas laborales y eso fue lo que hizo -y aún hace- al sindicalismo popular.
"Como la gente cree que al sindicalismo debe su alto standard de vida, se perdona la violencia, la coerción y la intimidación del sindicalismo y también se ven con indiferencia esas trabas a la libertad personal que ahora subsiste en las cláusulas sindicales como la de exclusión y la de no contratación fuera del sindicato. Mientras estas falacias prevalezcan en las mentes de los votantes, no se puede esperar una completa desaparición de esas polÃticas que erróneamente se han dado en llamar 'progresiva'", sostiene. Los salarios dependen, de nuevo, de la contribución del trabajador en la utilidad del producto. O dicho de otro modo, de la productividad marginal del trabajo. El estadounidense, intelectual, economista y uno de los entantartes del libertarianismo en el mundo, Murray Rothbard, aseguraba que solo hay una forma de llamar al salario mÃnimo y esta es como "desempleo obligatorio". Pero no nos tenemos que ir tan al norte para entender esto. Ya lo decÃa nuestro prócer Juan Bautista Alberdi en el siglo XIX.
"Garantizar trabajo a cada obrero serÃa tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio. La ley no podrÃa tener ese poder, sino a expensas de la libertad y de la propiedad, porque serÃa preciso que para dar a los unos lo quitase a los otros; y semejante ley no podrÃa existir bajo el sistema de una Constitución que consagra en favor de todos los habitantes los principios de libertad y de propiedad, como bases esenciales de la legislación".
Belén Marty. Exclusivo para Cadena BA. 02/05/2017
Periodista, Lic. en Comunicación Social (Univ. Austral), Maestrando en EconomÃa y Ciencias PolÃticas (Eseade). Ex corresponsal Cono Sur y Cuba de Pamam Post. Gestora de Contenidos de @StaplesAR |