16-04-2024
29-01-2017 | Agenda electoral y más allá
"Nadie está pensando en la 'inclusión política'"
Por Carlos A. Sortino (*) @CarlosASortino
Imaginate que podés opinar y discutir sobre cualquier política pública. Imaginate en un debate de igual a igual entre representantes y representados. Imaginate que el resultado es vinculante…

Situemos el objeto

La representación política se comprende hoy, mayoritariamente, como un sistema de principios y prácticas de designación de autoridades ejecutivas y legislativas, como una delegación del poder y la responsabilidad del pueblo en unos cuantos actores. Elegir a nuestros representantes en el Estado sólo es una periódica moción de orden: queremos que estas personas gobiernen y legislen en función de nuestros intereses, sin que nosotros intervengamos de ninguna manera en ese proceso (de paso, siempre le podemos echar la culpa a otro). 

Pero esta delegación suele fallar y no puede reducirse la soberanía popular a un simple juego de azar. Esta "falla" del orden jurídico-político que nombramos democracia representativa, este reduccionismo de la soberanía popular, son características de la exclusión política de la gran mayoría de la población, que, por supuesto, no lo siente de esa manera, porque la ideología dominante sigue siendo la ideología de la clase dominante, gobierne quien gobierne.

La estructura de sentimiento de esta ideología dominante rechaza el concepto de que si cualquier política pública condiciona, directa o indirectamente, la calidad de vida individual y colectiva del pueblo, la intervención popular en su planteo, discusión, decisión y control de ejecución, debe ser el primer principio de un Estado democrático, pues ello encarna el reconocimiento del derecho de toda persona de poder intervenir e influir en la toma de decisiones que afectan su vida cotidiana.

No existe en esa estructura de sentimiento el más mínimo estímulo para abrir las puertas del Estado, gobierne quien gobierne, a la intervención popular en el planteo, discusión, diseño, decisión y control de ejecución de las políticas públicas, para discutir todo entre todos y arribar a decisiones compartidas, a través de foros de participación ciudadana en cada una de sus áreas.

Vayamos a las fuentes

La idea de "inclusión política" remite, por un lado, a una notable ausencia popular en la propuesta y el  debate de las decisiones que a todos nos afectan, y, por otro lado, a la continuidad en una búsqueda latinoamericana que, en términos de intervención popular en la conformación de sus propias políticas, comienza en la década del ´70 del siglo XX, con la aparición de la Investigación Acción Participativa (IAP).

Sus referentes ineludibles, el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda y el pedagogo brasileño Paulo Freire, junto a muchos otros, desde fuera del sistema de gobierno y posicionados claramente en el campo ideológico socialista, promovieron a la IAP como una metodología del compromiso, que transformó el "objeto" de estudio (un grupo determinado de personas) en "sujeto" de su propio análisis y de su propio proyecto emancipador. 

El Presupuesto Participativo -hipótesis propia- es uno de sus "productos" resultantes, aunque no vislumbrado ni, mucho menos, impulsado por ella: ha sido un punto de confluencia por "inercia" de aquellas culturas emancipadoras emergentes y, seguramente, no será su última herramienta. No es casualidad que el Presupuesto Participativo haya sido "inventado" por un gobierno socialista: en 1989, el flamante alcalde de Porto Alegre, Olivio Dutra (Partido de los Trabajadores), lo pone en marcha en el primer año de su gobierno. 

Desde allí comenzó a proyectarse rápidamente y hoy es una política que se desarrolla en cientos de ciudades de los cinco continentes. Su trayectoria, sobre todo en la última década del siglo XX, estuvo signada por intervenciones de distinto tipo de las Naciones Unidas y del Banco Mundial, para que no trascienda los límites del republicanismo liberal, que en algunos casos tuvo éxito y en otros, no. En la República Argentina se implementó por primera vez en 2003, en el municipio de Rosario, provincia de Santa Fe.

Pasemos a los hechos

El Presupuesto Participativo sólo es un ejemplo de lo posible. Puede satisfacer necesidades inmediatas en materia de obras y servicios públicos, pero es necesario también satisfacer expectativas de mediano y largo plazo en materia de organización política, económica y social. Trascender el Presupuesto Participativo significa aportar nuevas herramientas de intervención popular en la conformación de políticas públicas.

Pongámonos en situación: en cualquier política de participación ciudadana ponemos en juego la progresiva superación del individualismo, la fragmentación social y la desafección colectiva por la cosa pública, hoy dominantes en la sociedad, lo que, a su vez, puede orientar una trayectoria de reducción considerable de los márgenes de discrecionalidad política y económica de las autoridades formalmente constituidas y de quienes pretenden serlo.

No hay que idealizar: cualquier política de participación ciudadana es también un teatro de operaciones políticas, que puede ser ganado por "aparatos" partidarios con el único fin de legitimar o erosionar socialmente al gobierno de turno. Allí reside su debilidad. Para transformar esa debilidad en fortaleza hay una sola condición: la intervención popular. Sin pueblo, no hay política: sólo dominación.

Es necesario, además, comprender que cualquier política participativa conmueve el núcleo fundamental de toda organización: quién toma las decisiones y cómo lo hace. Se trata de una redistribución del poder político, que tiene los mismos efectos, en sus actores, que tiene cualquier proyecto de redistribución del poder económico.

El contexto ineludible: cualquier gobierno hace lo que puede hacer para llevar adelante sus objetivos políticos (legitimado por el sufragio popular), dentro de un contexto de disputa de intereses, que se articulan en diversas estrategias que van conformando relaciones de poder que favorecen y perjudican a unos y a otros. No hay un gobierno que pueda hacer cualquier cosa de cualquier manera para perjudicar al pueblo, como no hay un gobierno que pueda hacer cualquier cosa de cualquier manera para favorecerlo

Trascender la representación. Socializar la política. Está claro que no es nada fácil. 

Contemos otra historia

¿Hay, al menos, una pequeña porción de pueblo que tenga esta expectativa, que sienta esta necesidad? Casi nada, en términos cuantitativos. Quienes se sienten políticamente representados no reparan en estas cuestiones e, incluso, cuando se las menciona, escuchan con desdén o, lisa y llanamente, las bautizan como "estupideces intelectuales". Y los que no sienten esa representación, se desinteresan de la "cosa pública", se sienten ajenos a ella y no logran emparentar este sentimiento de ajenidad con la exclusión política.

Llevar adelante un programa de tales características supone, entonces, y contra la voluntad de cualquier organización política, gobernante o aspirante a serlo, y contra la voluntad de la mayoría de la población, se sienta o no se sienta políticamente representada, una revolución en la cultura política del pueblo. No hay realidad nueva con pensamientos viejos. Y no hay revolución cultural sin conflictos.

Es esta, para nosotros, una apuesta político-ideológica, como lo es cualquier otro proyecto político-ideológico, dado que todos ellos siguen transitando las vías de su desarrollo y ninguno ha logrado hasta el momento los resultados previstos. 

Por lo tanto, ¿por qué no apostar a otra cosa? ¿Sólo porque es desconocida? ¿Sólo porque no nos ofrece ninguna seguridad? ¿Qué proyecto político-ideológico conocido (y experimentado) nos ofrece alguna seguridad? 

Inclusión Política que lleva hacia la Igualdad Social y la Justicia Económica. De esto se trata. Sólo necesitamos dirigentes con marcada voluntad política de llevar adelante estas transformaciones, una militancia preparada para sostenerlas y un pueblo dispuesto a experimentarlas. Si parece mucho y difícil, es porque no lo estamos comparando con la realidad. O porque aceptamos la realidad como un límite y no como un punto de partida.

(*) Referente del Frente de Participación Popular de La Plata.