Fin de año. Fin de ciclo.

Llegamos, una vez más a la época que nos produce, entre otras sensaciones, alegría, nostalgia, tristeza y contracturas: ¿Será que acaso este tiempo casi sísmico nos saca ineludiblemente de nuestra zona de confort?

La vida vive sacándonos de nuestra zona confortable, de nuestras estructuras. Los budistas lo llaman impermanencia. 

Hoy estamos aquí, mañana quizás no. 

La persona que más amamos puede transformarse en nuestra fuente de mayor dolor. 

El cuerpo envejece, las personas se van o nos vamos...

Por eso, este fin de año te propongo "agradecer y ver".

Agradecer el amor que hay en tu vida: tus amigos, tu familia, tus compañeros de trabajo, tu pareja, tu perro o gato. ¿Sabías que el amor toma muchas formas?

Agradecer tu salud y - si no es óptima - que al menos estás por aquí para seguir peleándola.

Agradecer tu trabajo, tus proyectos, tu capacidad de reinventarte cada día.

Ver todo lo que no ves porque siempre estás apurado, preocupado, complicado: la luz del sol, el brote en tu maceta, la solidaridad de los buenos, la sonrisa de un chico, la colita de un perro...

Ver que hay luz en la sombra. Que no hay mal que sea eterno ni tristeza que no afloje.

Ver que mientras estás vivo, hay fuerza. Que la vida es sueño.

Ver belleza, aún en la peor de las oscuridades.

Como la flor de loto que en el lodo echa raíz, te invito a resurgir. 

A ver y agradecer. A agradecer y ver.

#Feliz2017

(*) Periodista. Escritora. 

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