"Memoria, verdad y justicia" por Luciano Sanguinetti (*)
17-01-2025
"Memoria, verdad y justicia" por Luciano Sanguinetti (*)
El 24 de marzo se conmemora en la Argentina el hecho político más atroz de la historia de nuestro país: el terrorismo de Estado. Ese proceso que llamamos habitualmente "la Dictadura" comenzó, como todos sabemos, el 24 de marzo de 1976.

Hoy, 40 años después, estamos más cerca de conocer en su totalidad el infierno en el que se sumergió la Argentina, con su ordalía de asesinatos, torturas, desapariciones, vuelos de la muerte, campos de concentración, destrucción económica, censura informativa, represión cultural, cercenamiento de las mínimas libertades cívicas, autoritarismo.

Fue la consecuencia de un largo espiral de violencia que tiene jalones ineludibles con el surgimiento de las fuerzas paramilitares de las denominadas tres AAA, la noche de los bastones largos, el golpe del 55 al gobierno peronista, la década infame, la dictadura de Uriburu y sucesos aun previos en la tumultuosa historia de esta parte del mundo.

Ahí están los libros de historia y la memoria colectiva para señalar y sopesar la incidencia de cada uno de estos hechos en la condensación de violencia que tuvo lugar desde el comienzo de aquellas horas fatídicas. Pero está claro que fue un momento distinto a otros, que existió y se desarrolló un plan sistemático de eliminación de personas. Eso fue "la dictadura", un plan de desapariciones y muerte cuyo objetivo final era la legitimación de un sistema económico injusto, de pobreza y exclusión.

Hoy estamos haciendo memoria para situar ese momento de nuestra historia a la consideración de todos y para que nadie olvide de dónde venimos. Porque esta democracia que hoy vivimos no puede ser si no ponemos en valor el hecho de que somos fruto de aquel oscuro proceso y de la larga lucha de más de 7 años por restablecer un sistema democrático en la Argentina que pudiera finalmente poner distancia de aquellos tiempos.

El Nunca Más, el Juicio a las Juntas Militares, la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto final, las marchas populares, las rondas de las Madres y Abuelas, los Juicios por la memoria, la verdad y la justicia, la recuperación de la identidad de hijos de desaparecidos, y miles y miles de actos cotidianos de muchos argentinos han hecho posible que hoy hablemos de esto, y que lo hagamos libremente.

Quienes vivimos en la ciudad de La Plata sabemos que esta conmemoración no es un hecho menor. Somos probablemente la ciudad más castigada por el Golpe: miles de estudiantes, profesores y trabajadores de diversos ámbitos, que eran nuestros amigos, familiares o vecinos, tuvieron que vivir el terror, con sus secuelas y consecuencias.

Pero el pasado no está ahí para consagrarlo, para momificarlo en estatuas o leyendas, el pasado está, si queremos que sea proactivo, para ser interpelado, debatido, discutido, investigado, analizado. Ese debate y esa interpretación deben ser respetuosos de la verdad histórica, profundos, pero fundamentalmente democráticos y plurales.

Porque si algo nos lega la Dictadura - si es que este concepto es posible - es que la violencia es el punto final de la política, de la vida política, y por tanto de la existencia humana. La violencia es la instancia apolítica donde se clausura la vida. Y eso no debemos olvidarlo.

Finalmente, quiero reconocer, en primer lugar, a los organismos de Derechos Humanos. Sin ellos, esta lucha hubiera sido imposible, son ellos los que lograron con su incansable lucha que la impunidad no viniera a perpetuar el horror en las conciencias de las generaciones futuras.

Luego reconocer públicamente a los muchos radicales que defendieron y bancaron en el contexto de una democracia en ciernes el Juicio a los jerarcas de la Dictadura. Porque sin ellos hubiera sido imposible que comenzáramos a transitar esta etapa de verdad.

También a los militantes de la izquierda progresista, a los peronistas combativos, a los dirigentes honestos de muchos partidos que incluso en minoría, en el momento en que parecíamos estar retrocediendo a finales de los ochenta y parte de la década del noventa, sostuvieron la memoria, el reclamo y la presión adentro y afuera del país para que la demanda de justicia no dejara de oírse.

Y a los dirigentes y militantes del peronismo que en los años recientes apoyaron y consolidaron - con la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, con la recuperación de la ESMA como testimonio del horror, y con el apoyo y promoción de los organismos y familiares - que el proceso de esclarecimiento de las causas pendientes pudiera continuar, para que nadie dejara de rendir cuenta en el presente y ante la historia por los hechos cometidos.

40 años después, los oficialismos de hoy tienen un desafío por delante: entender que en Derechos Humanos, Argentina tiene una política de Estado, que este es un legado fundamental de nuestra democracia, y que a ella misma no puede entendérsela sin ese reclamo y esa memoria urgente.

Porque hoy, que conmemoramos 40 años, también es un momento para poner en valor lo que hemos logrado. Lo que todos hemos logrado, muchos, cada uno, con su pequeño grano de arena, para que el "Nunca Más" resuene en todo el mundo.

Muchas gracias.

(*) Concejal platense del Frente Renovador.
Discurso en el Concejo Deliberante de La Plata el 23 de marzo de 2016