01-05-2024
"El periodismo argentino, una carpintería desordenada" por Celina Fabregues (*)
Argentina enfrenta, como sucede desde el punto de vista político y social, un momento crucial para el periodismo y es por eso que la información, que es claramente un servicio, debe estar sujeta a indicadores de calidad, por su rol de moldeadora de la opinión pública.
Gabriel García Márquez identifica a la técnica de contar, escribir o hacer una película como carpintería. El mismo término podríamos aplicarlo también al periodismo.

Esta especie de carpintería periodística, se refiere a la manera en que se informa: cómo está estructurado el titular, la coherencia entre título y contenido, la necesidad de verificar fuentes y hechos para sustentar y a poner en evidencia la diferencia entre los hechos y la opinión del periodista.

Y aquí aparece una de las objeciones que la sociedad le hace al arte de informar en la Argentina de hoy, que parece estar dividida entre el periodismo de oposición y el militante, situación que no hace más que deformar el oficio.

Hay tantas verdades subjetivas como periodistas que las comunican, pero lo que no puede modificarse, tergiversarse y deformarse es el hecho informativo. Y hoy todo se mezcla. Hay que aclarar suficientemente, si los clavos, tornillos y bisagras utilizados en la producción periodística ayudan a ofrecer información de calidad o si solo construcciones cuyo fin no es la información, sino la propaganda.
Un ejercicio periodístico en que el valor del respeto es fundamental, colabora para que el público pueda formarse una opinión libre y autónoma sobre la realidad social. El problema se produce cuando el periodista trabaja con versiones de la realidad y no con la realidad misma. 

Es un error frecuente creer que es suficiente dar a conocer las dos caras de la moneda. Es lo mínimo que se puede pedir, pero no es suficiente. Si se da a conocer solo un lado de la medalla, se parcializa y si es intencional, se trata lisa y llanamente de manipulación. Quienes caen es esta especie de unifuentismo, hacen cualquier cosa menos periodismo.

La información no le pertenece al poder, como se suponía en la época de la Monarquía Absoluta, cuando el control sobre todo estaba en manos del poder real. Tampoco es del dueño del medio de comunicación, por ser el propietario del capital de la empresa periodística, como se creyó al inicio del sistema capitalista. Y mucho menos le corresponde al periodista, propietario intelectual que convierte los hechos en noticias. Desde 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce a la información como un derecho de todos. Esto significa que le pertenece al público y es el público quien tiene el derecho de pretender ser bien informado.

La carpintería periodística en la Argentina está un poco desordenada. Algunas herramientas se han oxidado, pero como sucede a lo largo de la historia, este desorden también es cíclico. Habrá que decidir qué orden perseguir. 

Como diría el maestro Ryszard Kapuscinski, "el verdadero periodismo se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia" porque "para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas".

(*) Periodista. Gestora Cultural. Estudió en el Círculo de la Prensa (Buenos Aires) y ejerció su profesión en diversos medios gráficos, radiales y televisivos de Capital y del interior desde 1987. Hoy a cargo del área de prensa del municipio de General Villegas y vocera de prensa del diputado del Frente Renovador, Gilberto Alegre.