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Una joven directora y el veterano Domingos de Oliveira en concurso | |||
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Rojas (1981) se mete en el mundo de los cementerios a través de un muchacho sensible y retraÃdo (Eduardo Gomes), que entra a trabajar en uno y no puede soportar la presencia de la muerte como fenómeno vital, en un ámbito que sus compañeros de trabajo toman con jocunda normalidad.
El chico procede del campo, donde su madre vende plantas de lechuga que ella misma cosecha pero ese destino no lo satisface y por eso emigra a la gran ciudad, donde un tÃo le consigue la oportunidad de trabajar en el camposanto.
Allà conoce a un par de sepultureros orgullosos de su oficio, al director del lugar, ofuscado y paternal a un tiempo, a un obsesionado que desea la muerte para no perder alguna tumba vacante y a un cura que le ofrece hostias no consagradas como sabrosos "snacks".
Pero también se relaciona con una impetuosa muchacha (Luciana Paes) que viene a "racionalizar" la necrópolis en función de algún oscuro proyecto inmobiliario, de la cual previsiblemente se enamora y le escribe poemas que ella no lee.
Comedia musical o comedia con música a la manera de "Todos dicen te quiero", de Woody Allen, tiene hasta sus diez primeros minutos una gracia comparable a la de los guiones que Rafael Azcona escribÃa para Luis GarcÃa Berlanga, pero luego ese brillo se pierde.
El resto está ocupado por las elucubraciones filosóficas del muchacho, su desazón por la indiferencia de la chica y la comprobación fatal de que ese trabajo no es para él, y entonces el filme toma un perfil de ilevantable melancolÃa acompañada con algunos toques macabros.
Por su parte, el ecléctico Domingos de Oliveira (1936) se acerca a la clase alta de Rio de Janeiro en la década de 1940 para observar una jornada donde uma familia comandada por una enérgica matrona (Fernanda Montenegro) dirime sus conflictos de clase, humilla a los empleados domésticos y todos se maltratan entre sÃ, con chicos que emergen a la sexualidad y mayores que la ejercen, dentro o fuera del matrimonio.
Todo sucede en una majestuosa mansión, que recuerda a cuando Martin Scorsese quiso emular a Luchino Visconti en "La edad de la inocencia", con almuerzos multitudinarios, juegos de cartas para pasar el tiempo, borracheras y la matrona que espera cierta hora del anochecer para escuchar por radio al periodista y luego polÃtico Carlos Lacerda.
La diferencia es que Oliveira -que aquà se quitó el De- transforma todo eso en un soberbio melodrama (sin que el término sea peyorativo), sin duda muy disfrutable, con ese estilo de calidad que caracteriza a algunos productos de la televisión brasileña.
Lo ayuda un guión propio muy ajustado -basado en una obra teatral- y sobre todo un elenco ejemplar comandado por Montenegro, esa gran dama de la actuación, capaz de hacer pasar sin respiro de odiosa a adorable a esa mujer autoritaria que sin embargo delata el férreo machismo en el que fue educada.
Entre los cortometrajes locales que compiten en la muestra, que se desarrolla en esta ciudad de la sierra gaúcha a 100 kilómetros de Porto Alegre, se vio "Brasil", de Aly Muritiva, que narra en forma despojada la relación entre dos hermanos, uno de ellos estudiante y el otro policÃa, primero en la calidez del departamento familiar y luego en una manifestación callejera, donde el estudiante milita y el policÃa deber cumplir con su deber represivo.
La gran virtud de Muritiva, que utiliza un tono levemente sepia en la fotografÃa que adquiere un aspecto de vieja foto familiar, es ir dilatando los detalles de su historia contada en 13 minutos, con un prólogo y un epÃlogo que cierran el cÃrculo sin hacer trampa.
Sorprendió la paulista Daniella Saba con "O que fica", una humana historia sobre una argentina que vive en ParÃs y recibe sin aviso la visita de su padre, que la abandonó junto a su madre -ahora fallecida- muchos años antes, y el breve encuentro se torna rÃspido y lleno de reproches.
Pero el hombre no llega solo, sino que al irse deja un perro salchicha baldado, que se desplaza con ruedas en las patas posteriores, lo que implica una gran complicación para la dueña de casa, que intenta desprenderse del (adorable) bicho por distintos medios.
Para incentivar el orgullo criollo, los créditos posteriores confirman que la protagonista es la cineasta, directora teatral y actriz Ana Katz -vista hace pocos dÃas en "El crÃtico"- y que la amiga que la visita es la notoria Leonor Galindo, activa en el cine y el teatro argentinos hasta que se radicó en Francia en 1975.
La lista de cortometrajes siguió con "Max Uber", retrato de un artista visual ficticio -no es su parónimo Max Huber- interpretado por Dellani Lima, que en su gran atelier se gana la vida reproduciendo en serigrafÃa digital famosos diseños de Andy Warhol.
El hombre intenta por todos los medios imponer sus propias creaciones pero el mercado se le opone: usa el pelo y se viste como un conspicuo asistente a "The Factory", se filma a sà mismo comiendo una hamburguesa, se rapa, intenta inscribirse en muestras prestigiosas pero es bochado, todo está en su contra.
El director André Amparo y el fotógrafo Lucas Balbi emulan la obra de su fracasado protagonista con diversos efectos de luz y artificios de edición, dividen la pantalla y logran una obra auténtica y disfrutable sobre un artista de esos a los que la suerte jamás conducirá al Olimpo.
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