Este último viernes, Clarín fue premiado por la Asociación Nacional de Diarios de Brasil y en Brasilia estuvieron para recibir el galardón el CEO del Grupo, Héctor Magnetto, y el editor general del diario, Ricardo Kirschbaum. Lógicamente, no participaron del magno evento trabajadores de prensa dado que se trata de un premio otorgado por empresas periodísticas brasileñas a una empresa periodística argentina.

Entre toda la sanata que los jerarcas del "gran diario" vertieron en la ocasión, hubo una frase de Kirschbaum que, para un argentino más o menos informado y más o menos conocedor de la historia argentina reciente, resulta a todas luces desafortunada, lisa y llanamente falaz.

Luego de que el CEO se lamentara por la existencia de "países donde el acto de informar significa sufrir hostigamientos no sólo jurídicos sino también físicos" y afirmara que "Argentina se encuentra en esa situación", Kirschbaum espetó a los presentes que "nos galardonan como símbolo de la resistencia de la prensa argentina..."

Resulta, como se dijo, una afirmación sorprendente, un exabruto (no en su boca, pero sí en términos concretos e históricos), que alguien pueda sostener que Clarín es un "símbolo de resistencia" cuando hoy por hoy es vox populi su colaboración con la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983.

No sólo por el silencio que mantuvo con relación a los detenidos-desaparecidos sino, y muy especialmente, por el beneficio económico que obtuvo de los sucesivos dictadores, desde la sospechosa "adopción" de dos chicos por parte de Ernestina Herrera de Noble hasta la no menos sospecha apropiación de Papel Prensa, ambos hechos ocurridos sobre los ríos de sangre de generaba la brutal represión.

Se trata, pues, de un premio recibido con manos manchadas rojo, de parte de otras empresas del vecino país cuya historia no lo debe estar menos.

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