04-05-2024
“Sobre Padres: A 5 años de la muerte de Raúl Alfonsín” por Javier Quinterno (*)

Raúl Alfonsín terminó siendo el padre de la democracia de la Argentina contemporánea no porque ése fuera su anhelo como político, sino porque el curso de la historia se cruzó con el rumbo que su enorme vocación le llevó a protagonizar en la escritura de su propio destino.

En esta fecha he leído cataratas de consideraciones acerca de don Raúl, la mayoría repletas de adjetivos calificativos y repitiendo muchas de ellas las mismas prosas que otros ya han escrito sobre el último prócer cívico del radicalismo y no puedo menos que hacer algo que practicábamos cuando jóvenes tratando de imitar los discursos del mismísimo Raúl, que contraponía su diferencia al verso florido de la época con una construcción de textos plagados de ideas y casi sin adjetivos, porque había que ser también austero en la palabra y hacerse entender sobre todo por quienes no escuchaban a la UCR de aquel entonces.

Y una forma que puede servirnos para ubicar la estatura política y moral de Raúl Alfonsín es que recorramos con sus acciones una línea del tiempo y nos preguntemos qué hicimos todos nosotros en aquel momento de la historia.

Para abreviar voy a comenzar con la década de 1970, aunque el Alfonsín de aquel entonces ya era un hombre experimentado en la actividad política.

Antes del fin de la dictadura de Lanusse fue capaz de constituir una línea interna para cambiar a la UCR y transformarla en un fuerza mayoritaria y fue derrotado dos veces en 1972. No se le ocurrió romper el partido sino que siguió militando para cambiarlo desde adentro. Fue claro opositor a todas las fuerzas que  planteaban el atajo de la revolución armada y reivindicó el rol transformador de la democracia.

En el período de 1973 hasta el golpe de Estado del 24 de marzo del 76, fue un crítico permanente de las organizaciones para-militares como las tres A ,que desde el 21 de noviembre del 73 debutaron en la Argentina y que mataron más de 800 personas en aquellos años de violencia, sin embargo no dudó jamás en defender el gobierno constitucional de Isabel Perón cuando muchos de su propio partido, como Casildo Herrera, se borraban del firmamento político.

Cuando ocurrió el golpe militar nos defendió a todos los detenidos desaparecidos siendo co-fundador de la APDH, jugando su propio pellejo en vez de dedicarse a lucrar con las necesidades de los argentinos. Fue parte junto con las juventudes políticas y los sindicatos de la marcha de aquel 30 de marzo de 1982 en el que los militares nos reprimieron en la ciudad de Buenos Aires. Fue el único político que condenó el desembarco en Malvinas, cuando todos se subían al avión militar para ir a cantar el himno con el dictador a cargo. Y se bancó como un verdadero líder ir en contra de toda la corriente, simplemente porque casi todos estaban equivocados.

Cuando los militares en retirada dictaron su ley de autoamnistía, anticipó que la derogaría, mientras que otros votaban a los candidatos que se habían comprometido a mantenerla.

Y fue lo que hizo cuando llegó al poder el 10 de diciembre de 1983, después de ganarle al Justicialismo el 30 de octubre y derrotar al pacto militar-sindical, que muchos apoyaban.

Convocó a integrar la CONADEP a todos los organismos de los Derechos Humanos, a personalidades de la vida nacional y a todos los partidos políticos, pero sólo cuatro legisladores de la UCR y un puñado de mujeres y hombres participaron de la institución que fundamentó la acusación a las Juntas militares que los condenó a través de la Justicia a cadena perpetua. Soportó estoicamente dos levantamientos militares y trece paros generales de la CGT sin dudar en tratar de resguardar a la democracia antes que cuidar su propio futuro personal.

Impulsó los Planes: Alimentario Nacional y de Alfabetización manteniéndolos a pesar de las implacables restricciones que sufrió la economía como herencia de la dictadura militar como fueron:  la abultada deuda externa, las elevadas tasas de  interés de la misma, el más bajo valor de las exportaciones argentinas y la inflación recurrente. Estuvo siempre a favor de modernizar la Argentina pero en contra de las privatizaciones que terminaron vaciándolo. Se opuso al indulto de Menem y jamás se le ocurrió usar los fondos nacionales para alinear voluntades en los gobiernos provinciales

No dudó en acortar su propio mandato en aras de la paz de los argentinos, que estaba siendo puesta en riesgo por quienes trataban de apurar su llegada al poder y generar un escenario de tierra arrasada.

Fue un hombre honesto que no se enriqueció al ocupar la máxima magistratura del poder, ni permitió que nadie robara en su nombre ni opacara con la sombra de la corrupción a su propia gestión.

Jamás reclamó ningún tipo de reconocimiento ni tampoco ser considerado el padre de la democracia de los argentinos. Ese título se lo puso el pueblo, que es el único que puede hacerlo.

Raúl hoy es una bandera enorme, símbolo de la unión de los argentinos, que flamea custodiando los derechos de la república y que se moja bajo la lluvia con las lágrimas de lo que aún le falta conseguir a la democracia, para que con ella se coma, se eduque y se sane. Tiene como fondo la letra del preámbulo y está acompañado del afecto de todo un pueblo.

(*) Dirigente platense del FPCyS y ex presidente del Bloque de Concejales de la UCR, de la Municipalidad de La Plata.