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15-01-2014 | El hombre que hizo hablar a las palabras más allá de la muerte | |||
Falleció Juan Gelman, poeta, periodista y militante | |||
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Ni el recuento de los merecidos premios literarios ni el repaso de su imponente obra, ni el recuerdo de sus luchas y sus pérdidas alcanzan para darle dimensión a lo ocurrido: con Gelman se van el poeta, el periodista y el militante que cruzó las imposibilidades del lenguaje para crear nueva vida.
"Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,/ querido juan, has muerto finalmente./De nada te valieron tus pedazos/mojados en ternura./ Cómo ha sido posible/que te fueras por un agujerito/ y nadie haya ponido el dedo/ para que te quedaras." La tristeza es enorme, infinita, insoportable. La lengua castellana está de riguroso luto. Ha muerto Juan Gelman, ayer, a los 83 años, en la ciudad de México, donde residÃa desde hace más de veinticinco años. Ha muerto el poeta que llevaba la poesÃa tatuada en los huesos. Ha muerto el más grande de los poetas argentinos, nuestro Premio Cervantes, el hombre que extremó el elástico del lenguaje y sus imposibilidades convirtiendo verbos en sustantivos y sustantivos en verbos para arañar la realidad que se escurre entre las manos. El poeta que mutaba para permanecer, refractario a las normas, al piloto automático o al funcionamiento aluvional de "la maquinita" expresiva, como preferÃa llamarla. Ha muerto el hombre que transformó las heridas en versos memorables -"la memoria es una cajita que revuelvo sin solución" o "el frÃo tiembla en puertas del pasado que vuelven a golpear"-; una voz indomable, tan cercana y querida, en la cornisa del susurro, con esa cadencia grave y profunda por donde flameaban siempre las chispas de una ironÃa elegante y juguetona.
Tercer hijo de una familia de inmigrantes ucranianos, Gelman nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930. No sobraba dinero en esa familia, pero se ahorraba de a centavitos para ir al Colón una vez al año. Su hermano mayor, Boris, le recitaba versos de Pushkin en ruso. Lo llevaba a un rincón apartado y Gelman, a sus siete años, caÃa rendido por el ritmo y la musiquita de aquellas palabras que no entendÃa en absoluto. A los nueve años decidió escribir poemas a una vecina dos años mayor. Al principio le mandaba versos de Almafuerte, como si fueran propios, pero la indiferencia de la nena lo obligó a dar un paso más. La batalla no serÃa sencilla. Entonces probó escribir él mismo; tampoco obtuvo respuesta. Ella siguió por su camino; él se quedó con la poesÃa. Y sus lectores del mundo, claro, agradecidos de la reticencia de la vecinita. TodavÃa no habÃa pegado el estirón cuando "el pibe taquito", como era conocido en los potreros de Villa Crespo por el modo de empujar la pelota, publicó su primer poema en la revista Rojo y Negro. TenÃa once años. Juan, niño precoz que aprendió a leer a los tres años, cursó la secundaria en el Nacional de Buenos Aires. Empezó a estudiar la carrera de QuÃmica, pero, como contó más de una vez, le interesaba "mucho más la poesÃa que la descomposición del átomo, los protones y los neutrones". Probó varios trabajos, pero eligió el oficio de periodista para ganarse la vida. Lejos de despreciar la faena periodÃstica, Gelman lo entendÃa como un género literario "que se escribe bien o se escribe mal".
Su itinerario periodÃstico arrancó en Orientación, semanario del Partido Comunista Argentina (PCA), continuó en el diario La Hora hasta que en 1962 entró en Xinhua, la agencia china de noticias. En la revista Confirmado, a la que ingresó en 1966, se encargaba de la sección de libros. Después seguirÃan la sección internacional de Panorama y La Opinión (1971-1973), la revista Crisis (1973-1974) y la jefatura de redacción del diario Noticias (1974). Con el regreso de la democracia se sumó a Página/12, donde escribió desde su primer número (cubriendo el histórico juicio del criminal de guerra nazi Klaus Barbie) hasta la contratapa del último domingo.
Del ambiente de la militancia en el PC, surgió el grupo El pan duro, integrado por Gelman, José Luis Mangieri, Héctor Negro y Juana Bignozzi, todos muy jóvenes y por entonces poetas desconocidos. Eran tiempos difÃciles para publicar y peor aún cuando se trata de poesÃa, "esa Cenicienta de la literatura que apenas ocupa rinconcitos en los catálogos de las grandes editoriales". Los miembros del grupo decidieron autofinanciar sus propias ediciones a través de un método: venÃan bonos de diez pesos, que era lo que podÃa costar un ejemplar. HacÃan recitales, fiestas populares en clubes como Vélez Sarsfield y a medida que reunÃan el dinero elegÃan por votación el orden de los libros a publicar. Asà apareció ViolÃn y otras cuestiones, su primer libro de poesÃa, publicado en 1956, prologado por Raúl González Tuñón, quien destacó que en ese poemario "palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasÃa". Entre otras virtudes, Tuñón ponderaba "la forma ágil, fresca, variada en tonos y matices", de un poeta "nacional, porteño, muy nuestro", que "recién comienza y ya está maduro". Esa sorprendente madurez se expandió en Gotán (1962), que significa tango al revés; en Cólera Buey (1965) y en Los poemas de Sydney West (1969) con formas y ritmos que pescaban al vuelo las inflexiones del habla porteña, además de traducciones simuladas de poemas. Entonces ya se vislumbraba lo que pronto serÃa una certeza: que ninguno de los libros de Gelman se parecen entre sÃ. Que cada libro nuevo postulaba una ruptura radical con el anterior. Como si fuera y no fuera a la vez el mismo poeta.
En la década del '60 sus ideas se radicalizarÃan más a la izquierda y se alejarÃa del PC, partido que luego lo expulsó de sus filas. "Fue el momento de la Revolución cubana y un grupo de nosotros sostenÃa que ese hecho era una lÃnea divisoria", explicó. "Se hablaba de llegar al socialismo por la vÃa pacÃfica; nosotros vimos en Cuba otro tipo de posibilidades", dijo. En 1967 se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y cuando FAR y Montoneros se fusionaron en una única organización, en 1975, Juan fue enviado al extranjero para denunciar públicamente la represión y la violación de la Triple A. Hay golpes en la vida, tan fuertes... se podrÃa parafrasear a César Vallejo, uno de sus poetas preferidos. En 1976 secuestraron a sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera MarÃa Claudia Iruretagoyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. La ruptura con Montoneros llegó cuando la conducción planteó "esa locura que la contraofensiva militar, que condujo a la muerte a las mayorÃa de la gente que participó en ella". El poeta, por entonces ya exiliado, volvió clandestinamente al paÃs en 1978, con el objetivo de que un puñado de periodistas pudiera ver lo que estaba pasando en Argentina, el terror de la dictadura cÃvico-militar. Durante siete años no escribió ni publicó. RegresarÃa al ruedo con Hechos y relaciones, texto en donde emerge el dolor en carne viva del exilio y las muertes. En 1989 el presidente Carlos Menem firmó el indulto. Juan objetó la medida a través de una nota publicada en este diario. "Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos", se quejó.
"Me cavo para no encubrirte más con visiones de tu abrigo largo. Un parpadeo dura mucho cuando se aparta el ser de sà en vuelos sin rumor. Libre aún entre muros de cemento y cal viva/arrojado a que nunca fueras certidumbre", se lee en uno de los poemas recientes que le dedicó a su hijo. El 7 de enero de 1990, el Equipo Argentino de AntropologÃa Forense identificó los restos de Marcelo, encontrados en un rÃo de San Fernando dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Lo habÃan matado de un tiro en la nuca. En 1998 descubrió que su nuera habÃa sido trasladada a Uruguay y que habÃa sido mantenida con vida al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo. A partir de ese momento lanzó una búsqueda incansable para hallar a su nieta, apoyado por escritores, artistas e intelectuales. En 2000 finalmente se reunió con su nieta MarÃa Macarena Gelman GarcÃa. "¡Marcelo Gelman! ¡Presente!" El hijo del poeta, entre otras vÃctimas de la dictadura militar, sonó más vivo que nunca ese jueves 31 de marzo de 2011, cuando el Tribunal Oral Federal 1 juzgó a los represores del centro clandestino Automotores Orletti. Eduardo Cabanillas, el asesino de Marcelo, fue condenado a prisión perpetua. Juan decÃa que no sintió nada. Ni alegrÃa, ni odio. Nada. Y se preguntó por qué. La respuesta está encadenada en los textos que integran Hoy, el último libro que publicó el año pasado. El poema "VIII" es el primero dedicado a su hijo: "¿Cuánta sangre cuesta/ ir de saber a contramano/ del olvido al horror/ de la injusticia a la justicia? ¿Hay que tocar los altares ardientes/ evitar la vergüenza/ la falta que preocupaba a Teognis/ interrupción del dÃa? El beso del lazo se convierte en el lazo que el asesino ajusta. DesvÃo sin lÃmite ni fondo ni virtud. La mismidad es un espejo roto en tercera persona y oigo tu mano dibujando un pájaro azul".
Definir su poesÃa como polÃtica -un malentendido generalizado- es reducir y etiquetar la obra de un poeta que ha demostrado, libro tras libro, la insensatez de enjaularlo cuando él se ha dedicado, con una obstinación pocas veces vista, a deshacer y rehacer los modos de poner en juego la lengua. "Cuando se habla de mi poesÃa como polÃtica pienso que el error está en pensar que vivo conectado a la realidad las 24 horas del dÃa. No todo lo que sucede en el mundo me despierta la necesidad de escribir un poema. Como ciudadano, tengo compromisos y responsabilidades que no tienen que estar necesariamente en la poesÃa. La ideologÃa de alguien forma parte de su subjetividad, pero no es toda su subjetividad -decÃa el poeta en una entrevista de Página/12-. No me afecta ni en un sentido ni en otro que digan que mi poesÃa es polÃtica. Lo que me importa es mi trabajo como poeta, no me preocupa lo que digan los demás, tienen todo el derecho a opinar. Pero francamente lo único que influye es la lectura de la poesÃa, y el trabajo de escribirla". Todo lo que se escribe, advertÃa Juan, es un largo fracaso en el intento de conseguir atrapar a la poesÃa. "Si uno insiste en este oficio ardiente que es la poesÃa es porque espera la aparición del milagro, pero como decÃa Dylan Thomas lo milagroso de los milagros es que a veces se producen".
Juan agradecÃa los premios que fue recibiendo en los últimos años: el Premio Nacional de PoesÃa en Argentina (1997), el Premio Cervantes en 2007; los premios iberoamericanos de poesÃa Ramón López Velarde (2003), Pablo Neruda (2005) y el Reina SofÃa (2005); y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), entre otros. Sin dudas eran un estÃmulo y reconocimiento. "La poesÃa habla al ser humano no como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenÃa -planteó en el discurso de aceptación del Reina SofÃa-. Va a la realidad y la devuelve otra. Espera el milagro, pero sobre todo busca la materia que lo hace. Nombra lo que la esperaba oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no sucedido todavÃa. Sólo en lo desconocido canta la poesÃa. Ella acepta el espesor de la tragedia humana, pero no obedece al principio de realidad sino al orden del deseo. Choca contra los lÃmites de la lengua y va más allá en el intento de responder al llamado de un amor que no cesa. Es un movimiento hacia el Otro, pasa de su misterio al misterio de todos y les ofrece rostros que duran la eternidad de un resplandor. Corrige la fealdad, es ajena al cálculo y da cobijo en sus tiendas de fuego. Se instala en la lengua como cuerpo y no la deja dormir".
Cómo no evocar las palabras que pronunció cuando recibió el Cervantes, frente a los Reyes de España. "Es algo verdaderamente admirable, en estos tiempos mezquinos, tiempos de penuria, como los calificaba Holderlin, preguntándose: ¿para qué poetas? ¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahà está la poesÃa: de pie contra la muerte". El poeta repasó el significado que tuvo leer a Santa Teresa y San Juan de la Cruz durante el exilio al que lo condenó la dictadura. "Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentÃa, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el paÃs del que fui expulsado para mÃ. Y cuánta compañÃa de imposible me brindaron. Ese es un destino 'que no es sino morir muchas veces', comprobaba Teresa de Avila. Y yo morÃa muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado", confesó el autor de una obra descomunal compuesta por más de treinta tÃtulos en la que cabe destacar Citas y comentarios (1982), Interrupciones II (1986), Carta a mi madre (1989), Salarios del impÃo (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Ni el flaco perdón de Dios/Hijos de desaparecidos, junto a su esposa Mara La Madrid (1997), Valer la pena (2001), PaÃs que fue será (2004) y Mundar (2007), entre otros.
La lengua de Juan fue la llama que encendió la temperatura la noche del lunes 26 de agosto pasado, en la Biblioteca Nacional, cuando el poeta presentó Hoy, 288 poemas en prosa que transitan el camino del duelo por la desaparición y asesinato de su hijo Marcelo, pero también dan cuenta del abismo insondable del mal en el mundo. El poeta leyó durante más de media hora. No volaba una mosca en la sala. Todos mudos ante versos que se pegan en los labios de la memoria: "La tierra pule huesos que el tiempo roba sin retorno". Asà con este extenso texto escrito por Silvina Friera lo recordó el matuitno Pagina/12.
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