18-04-2024
El rol de las mujeres en la economía por Marcela Pastore (*)
En Argentina las mujeres representan más de la mitad de la población. Según los datos del Instituto Nacional de Censos y Estadísticas (INDEC) 48% son varones y 52% son mujeres.

Uno de los cambios más significativos en el mercado laboral argentino durante las últimas décadas, fue la feminización de la mano de obra. Específicamente, durante la década de 1990 y principios de la de 2000, la tasa de participación femenina creció en casi ocho puntos porcentuales: pasó de 43,2% en 1990 a 50,8% en 2002. Mientras, la tasa de actividad masculina se redujo en tres: fue de 81,3% en 1990 a 78,3% en 2002. 

La tasa de empleo nos indica que del total de mujeres en edad de trabajar, menos de la mitad (43,1%) de ellas se encuentra inserta en el mercado de trabajo remunerado. Por otro lado, con la tasa de desempleo podemos observar cómo, del total de mujeres que buscan activamente trabajo, el diez por ciento no consigue empleo. 

Como resultado de ello la brecha de participación entre hombres y mujeres ha disminuido: pasó de 38,1 puntos porcentuales en 1990 a 27,5 en 2002. Sin embargo y a pesar de que ellas tienen en la actualidad más años de educación que ellos, las mujeres presentan una inserción laboral menor que los varones. 

Asimismo, el mayor incremento en la participación laboral femenina se produjo entre las mujeres con responsabilidades familiares. En los últimos veinte años la participación laboral de las madres aumentó 25,1% contra 11,3% entre las mujeres que no tienen hijos (no madres).

El resultado de este significativo aumento es que hoy la mayoría de las madres (61,2%) participa en el mercado de trabajo, ya sea porque trabajan (55,7%) o porque están desocupadas (5,5%). Además, gracias a su trabajo no-doméstico remunerado ellas aportan, en promedio, prácticamente la mitad del ingreso del hogar (47,6%). Esta alta contribución monetaria supone una obligación compartida con el hombre en el sostén económico de la familia.

Por otra parte, esta responsabilidad es aún mayor entre las madres más pobres, las indigentes. En promedio, ellas aportan hasta 72,5% del ingreso total del hogar, lo que implica que son las principales responsables del mantenimiento de sus familias. Pero, pese a esta importancia, la proporción del ingreso de las madres indigentes representa apenas una quinta parte del que generan las madres no pobres. Esto es porque las primeras se incorporan a trabajos más precarios que requieren menor calificación que las segundas, logrando por tanto menores ingresos por sus trabajos. Ejemplo: las madres que se insertan en trabajos informales o en el servicio doméstico.

Esos datos ayudan a explicar por qué para las familias en situación de vulnerabilidad social el trabajo remunerado de las mujeres es tan importante. A la vez, dan
cuenta de su necesidad de ser apoyadas para lograr su inserción en puestos de mejor calidad y mayor retribución económica.

Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU-Mujer), las mujeres soportan de manera desproporcionada la carga de la pobreza en el mundo. Las estadísticas indican que son más propensas que los varones a ser pobres y a ingresar en la zona de riesgo de hambre, a causa de la discriminación sistemática que enfrentan en materia de educación, salud, empleo y control de los activos.

Las consecuencias son la pobreza generalizada de las mujeres, dejando a muchas sin ni siquiera los derechos básicos, como son el acceso al agua potable, al saneamiento, a la atención médica y al empleo decente. Ser pobre también significa tener poca protección contra la violencia y ninguna participación en la toma de las decisiones.

Según estimaciones, las mujeres representan 70 por ciento de los pobres del mundo. A menudo, se les paga menos por su trabajo. En 2008, la diferencia de salario medio fue de 17 por ciento. 

Las mujeres enfrentan una discriminación persistente en los temas económicos como, por ejemplo, en la solicitud de crédito.

La Organización Internacional del Trabajo estima que la recesión económica podría llevar a millones de mujeres al desempleo, poniendo en peligro el empoderamiento alcanzado en décadas de lucha.

En muchos países, sin embargo, el impacto va mucho más allá de la pérdida de empleos formales, ya que la mayoría de las mujeres tiende a trabajar en el sector informal (por ejemplo en el servicio doméstico) y, por lo tanto, no aparece en los informes oficiales de desempleo. Las políticas económicas y las instituciones no tienen en cuenta las disparidades de género de los sistemas fiscales y del presupuesto de los regímenes comerciales. Y con muy pocos asientos en las mesas donde las decisiones económicas se toman, las mujeres se han limitado a aprovechar las pocas oportunidades de influir en la política.

Promover la seguridad económica de las mujeres y sus derechos, ha sido siempre una prioridad para este Consejo de la Mujer. En el marco del Programa Mujeres Emprendedoras Platenses, lleva adelante la feria de mujeres emprendedoras. Esta iniciativa tiene como meta promover el autoempleo como política pública para combatir la pobreza y la dependencia económica de las mujeres en situación de vulnerabilidad social y económica. 

El CM apoya a las mujeres para reformar las condiciones en ambos extremos del espectro económico y de impulsar su participación en la política económica. Actúa para proporcionarles las habilidades prácticas necesarias para garantizar medios de vida sostenibles.

Este tipo de emprendimientos contribuye al desarrollo y a la dignidad de las mujeres. 

Con el Programa de Promoción del Desarrollo Eeconómico de las mujeres en el empleo y el trabajo, comenzaron a articularse acciones es ese sentido.

Es bueno recordar la frase de Amartya Sen, Premio Nobel de Economía: "El desarrollo no consiste solamente en aumentar la oferta de bienes y servicios, sino en acrecentar las capacidades de las personas".

(*) Presidenta del Consejo Municipal de la Mujer de la municipalidad de La Plata