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03-02-2013 | A dos años de la masacre de José León Suárez | |||
JoaquÃn Romero, el fusilado que vive | |||
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TÃmido y de pocas palabras, JoaquÃn Romero, el sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez, aún recuerda los escopetazos de "La Bonaerense". "TodavÃa siento cómo los perdigonazos pasaban por mi cabeza y daban en la chatarra que estaba a un costado", dijo. Hace dos años, poco después del mediodÃa del 3 de febrero de 2011, el joven -entonces de 19 años y hoy de 21- escapaba de la represión policial y los balazos que terminaron por alcanzarlo a la altura del pecho y del estómago, ambos por la espalda. Sus dos amigos de toda la vida, Mauricio "El Pela" Ramos, de 17, y Franco Almirón, de 16, murieron también intentando huir: el primero falleció antes de llegar al Hospital Belgrano; el segundo, unas horas después. Una de las balas le perforó el pulmón y salió de lado a lado. La otra, se incrustó en los intestinos. Mientras Romero permanecÃa internado -donde estuvo 15 dÃas- en el hospital municipal Dr. Diego Thompson, su familia le pedÃa a los investigadores de la masacre que quitaran al policÃa que le habÃan puesto de consigna en la puerta de su casa. Luego, el hombre de "la Bonaerense" fue remplazado por un gendarme. Además de vÃctima, Romero fue considerado como uno de los testigos clave del caso y gracias a su declaración, el oficial subinspector Gustavo Ezequiel Vega fue identificado como uno de los dos policÃas que disparó a mansalva contra los chicos y aún está preso. - ¿TenÃas miedo después de haber sido baleado? - Me llegaban comentarios de que me querÃan matar. HabÃa reconocido a Vega cuando se separó del montón de policÃas que estaban detrás del tren descarrilado y comenzó a dispararnos. No me dio ni tiempo a darme vuelta. Yo iba a esconderme detrás de unos postes y lo vi cuando me apuntó y me tiró. Estaba muy cerca. Por eso me incorporaron al programa de protección de testigos y toda mi familia fue aislada en una casaquinta. Romero estuvo poco tiempo allÃ. A la semana, uno de sus hermanos adolescentes no aguantó estar distanciado de su novia y volvió al barrio. Después le siguió su madre y el resto de sus hermanos. - Y abandonaste el programa… - Cuando mi hermano rompió "el cerco", nos quedamos solos con mi mujer. No aguantábamos más. Estábamos re bien, era una quinta gigante pero mi señora lloraba mucho y extrañaba, asà que volvimos. De vuelta en La Cárcova, el joven intentó empezar de nuevo pero ya nada era igual. Y el destino le aguardaba otra mala jugada: su mujer, Karen, una morocha del barrio, fue internada. Por el estrés y la tensión de esos dÃas, el hijo de ambos, que ya lo llevaba en su vientre al momento de la masacre, nació sietemesino. El bebé apenas pudo aguantar 20 dÃas en el Hospital Eva Perón y murió. Unos meses más tarde, la pareja tenÃa una nueva chance. - ¿Cómo tomaste esta nueva oportunidad? - Después de todo lo que pasó estaba muy deprimido. Me tiraba para estar en la calle todo el dÃa pero cuando ella volvió a quedar embarazada me empecé a rescatar. Ahora casi ni salgo, prefiero estar más tiempo con mi familia. - ¿Cómo recordás a tus amigos? - Nosotros parábamos juntos, los conocÃa de chiquitos a los dos. Con El Pela éramos más que amigos, casi hermanos. Cuando vivÃa con mi mamá, él se quedaba a dormir. Los tres Ãbamos juntos a la quema. De lunes a viernes. TodavÃa me acuerdo cuando el Pela pasaba a la tarde en bicicleta y tocaba un silbato para avisarle a los vecinos que estaban por abrir el Ceamse. "Joaco", como lo llaman en la villa La Cárcova, se crió en el barrio "desde que era todo campo y habÃa algunas montañas de coches abandonados. También habÃa como una laguna, es que estamos al borde del rÃo Reconquista", explica sentado en la improvisada vereda de su casa sobre la calle Costanera, una de las pocas cuadras asfaltadas del lugar, casi en la esquina de 1º de Mayo. La vista desde acá es basura, los restos de algún auto quemado, agua contaminada y del otro lado del rÃo más casas precarias. Los tres pibes, al igual que muchas familias de La Cárcova, el dÃa de la masacre iban a hacer lo de siempre. En bicicleta y con carritos, recorrÃan unas 20 cuadras y se agolpaban en las puertas del predio del Ceamse, hasta que las autoridades los dejaban pasar. Después, "rescatábamos lo que podÃamos. A veces volvÃa con salchichas, alfajores, fideos, toda esa gilada. Todo lo que juntaba se lo daba a 'La Toti' -su madre- para que vendiera en el barrio lo que servÃa", contó.El relato de Romero se interrumpe cuando aparece por la esquina, en brazos de Karen, Tiziano, el bebé de ocho meses de la joven pareja. Peinado a lo punk y con gafas de sol, se compra todas las miradas y atenciones. -¿Volviste a la quema? -SÃ, porque me costaba encontrar trabajo y tenÃa que hacer algo. Pero me costaba mucho armar las bolsas, nunca quedé bien después de las operaciones. Me dolÃa mucho. Una vez, vomité sangre por el esfuerzo. Por suerte, los otros pibes de la quema que saben lo que me pasó me ayudaban a cargar la bolsa. Poco después de la masacre, el Ministerio de Seguridad de Nación ordenó a GendarmerÃa patrullar las calles del barrio. Al principio los vecinos estaban conformes, hasta que se registraron una serie de abusos y maltratos con los pibes del lugar. Ahora, los gendarmes prefieren aguardar en las afueras y no intervienen en los tiroteos. "La GendarmerÃa asimiló rápidamente las prácticas de La Bonaerense y mientras arregla con los transas y el crimen organizado, estigmatiza a los pibes pobres del barrio", le dice a Tiempo Argentino uno de los militantes que trabaja en el barrio hace una década, aproximadamente. En el último invierno, Joaco volvió a ser vÃctima. Esta vez, de GendarmerÃa. "HacÃa mucho frÃo, iba para mi casa cuando me pararon unos gendarmes. Como andaba sin documentos me llevaron detenido a un galpón de TBA. Me sacaron las medias, las zapatillas, el buzo y la remera. Estaba solo, tenÃa miedo. Casi me desnudaron. No les podÃa decir nada porque me cagaban a palos. Asà me tuvieron ocho horas, desde las 12 a las 8. Después, me llevaron a la ComisarÃa 4ª, donde me pidieron plata para dejarme ir", denunció Romero.De a poco, su suerte comenzó a cambiar. Gracias a las gestiones de Julián RÃos, un dirigente del Movimiento Evita del barrio, el joven ingresó a trabajar en Tecnópolis, donde "cuidaba los tanques de guerra y le informaba a la gente que pasaba por ahÃ, como una especie de guÃa", aclara el sobreviviente. Con la plata que ganó, pudo "adornar su casa" y comprar algunas cosas para la de su madre. Ahora, trabaja como administrativo en la municipalidad de San MartÃn, donde realiza trámites en Tribunales y ayuda con el papeleo. "Estoy esperando cobrar la indemnización para poder irme a vivir afuera del barrio con mi familia", concluyóm según la nota registrada por Tiempo Argentino. La causa, a juicio oral La causa por el doble homicidio de Franco Almirón y Mauricio Ramos, y el intento de asesinato de JoaquÃn Romero fue elevada a juicio y este año se realizarÃa el debate oral. Los imputados son el subinspector Gustavo Vega de la ComisarÃa 2ª de San MartÃn y Gustavo Rey de la PolicÃa Buenos Aires 2, quienes continúan con prisión preventiva. El Tribunal Oral Criminal N° 1, que llevará adelante el juicio, no permitió que los abogados del CELS se presentaran como querellantes en representación de las familias de las vÃctimas. Esta medida habÃa sido aceptada por el juez de instrucción Nicolás Schiavo y la UFI 5, a cargo de Marcelo Sendot. Antes, el TOC 1 intentó desligarse del caso al considerar que el descarrilamiento habÃa sido intencional y pasó el expediente al fuero federal. Finalmente, el Tribunal Oral Federal y la Corte Suprema confirmaron que el accidente se produjo por el mal estado de las vÃas y que la causa deberÃa resolverse en el ámbito provincial. En la instrucción, tanto la fiscalÃa como la querella solicitaron la apertura de otra causa para que se investiguen las responsabilidades de las jerarquÃas policiales superiores involucradas en la masacre. Este nuevo expediente avanza y se espera que en los próximos dÃas se presenten a declarar los sospechosos de las comisarÃas 4º, 2º, 8º y 9º de San MartÃn, y de la PolicÃa Bonaerense 2. En su momento, el ministro Ricardo Casal defendió a la fuerza. Luego, ordenó la intervención de la comisarÃa y dispuso una purga en la Bonaerense. |