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Las grietas lógicas, por Horacio González (*) | |||
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Es evidente que el gobierno es una nave en la tormenta, entre vientos cruzados, mezclando muy diversas porciones de novedades y congojas. Por otro lado, es un gobierno que se halla en el interior de una ya antigua y complicada tradición polÃtica: el peronismo. Para muchos, estos son elementos naturalmente descalificadores; para otros esta serÃa la ventaja que brinda el respaldo de una masa de hechos históricos bien conocida, y aún para los de más allá, entre los que me encuentro, hallarÃamos aquà el ámbito de un imprescindible re-examen de lo posible y por lo tanto el de su necesaria superación. No el posibilismo, sino un horizonte abierto de potencialidades. Es lo real mismo, aquello que condiciona y abastece. Cuando llega al fin el lÃmite de lo posible, lo hace con un forzamiento, deja grietas y no una adecuación. Se produce una sensación de vacÃo o abismo, parecida al diálogo entre la fortuna y la virtú, que puede encontrarse en muchos momentos de las acciones del gobierno. El acaso y la decisión; también si siempre están presentes, el sentimiento de que "todo es posible" serÃa abrumador. Vivir asà es pesaroso pero no es imposible; muchos declaran fascinante este momento. Pero sin dejar de advertir sus primicias, agregarÃa algunas cuestiones que parecerÃan entrar en el rubro de las dificultades. No se puede decir que el gobierno esté integrado por polÃticos forjados en diversos ánimos utopistas. Es más bien, en lo visible, un gobierno de tipo neodesarrollista, si caben tales denominaciones. Hereda estilos y acepciones del peronismo clásico, convertido en una contraseña que parece adecuarse exclusivamente a un intercambio de prestaciones en cuya trama y contratrama permanece una gran porción apáticamente difusa, pero muy abarcadora del pueblo argentino. SerÃa fácil decir que Néstor Kirchner, escapó al destino que ya tenÃa trazado, el de una carrera lineal y convencional, de intendente a gobernador, en ambos casos con reelección incluida. Pero el acto de escapar al destino, dicen los trágicos antiguos, puede ser el acto que consiga consumarlo, y su momento dorado puede llegar mejor si el esfuerzo por lograrlo se abandona al azar o resulta torpe. Kirchner surgió de esas grietas de la lógica, quizás en un sentido contrario al que querÃa significar Perón cuando con sus aforismos sobre el "éxito" deseaba señalar que primero al éxito se lo preparaba, luego se lo obtenÃa y luego se lo explotaba. No encontraremos ese tipo de razonamiento positivista en Kirchner. Su pasión era la de un hombre poseedor de un sarcasmo aparentemente sin proclamas éticas que se tornaran evidentes. Quienes lo trataron atestiguan de su humor cachador, funcionando como revelación de las secretas ansiedades del interlocutor. No pasan de tres o cuatro las veces que hable con él -sucintamente, por teléfono, en una escalera, un ascensor-, pero me dio la impresión de que era un hombre de reversos ensimismados. Su continuo espÃritu burlón era contrapesado por un aire grave, no se si un poco trágico -pero a desgano- desde donde salieron las frases recordables que tenÃa guardadas desde hace mucho tiempo. Son las frases hoy festejadas y que está demás repetir una vez más. Es probable que no supiera si las recordarÃa asà o de otra manera, o incluso si las iba a poder pronunciar alguna vez, pero ese sentido de custodio de un par de sÃlabas articuladas que alguna vez tendrÃan su brecha para emerger, siempre parece haberlo preservado. Es ridÃculo que ahora se vea en él un negociante, un comprador de dólares, un especulador inmobiliario. Era un hombre envuelto en una cavidad de época, cauteloso, con no poco de especulativo, pero es preciso marcar la diferencia con tantos polÃticos que proclaman un tratado kantiano de las éticas, desde el vamos, y luego son inanes o intrascendentes, no pudiendo nunca mostrar en qué situación de riesgo serÃan realmente partidarios de algún imperativo categórico. Kirchner se propuso de entrada un conjunto de cuestiones o problemas que llamarÃamos "la doble razón del kirchnerismo". He allÃ, creo, uno de sus núcleos fundantes y también he allà la mayorÃa de las razones de sus dificultades. Si se quiere, podrÃamos llamar a este sistema, o mejor, estilo, como propio de un pragmatismo expiatorio. En muchos casos las decisiones solo se presentan fundadas en razones patrióticas, de justicia social, de un estatismo que recrea el colectivo social, de la manifestación de las voces populares, del interés emancipador de las mayorÃas, de un neo-latinoamericanismo con ánimos por momentos socializantes, de crÃticas a la razón capitalista más anómica. De tal modo, se expÃan viejos males e injusticias, aunque los instrumentos para tal empresa suelen brotar de un arcón previsible de pragmatismos. Pero se presentan de otra manera, con muchos otros nombres. Es porque el kirchnerismo es en este aspecto un utopismo heredado del peronismo, y espera que las agremiaciones sociales y laborales se incluyan en esta perspectiva de acción. No es entonces cuestión de nombres, en la vasta proliferación que ya ha practicado el peronismo. Pero también por eso no son pocas las ocasiones en que este lado vigoroso del kirchnerismo debe lidiar con mucha dificultad con las consecuencias de la ausencia de nociones más crÃticas sobre el ejercicio real de la polÃtica en los partidos polÃticos realmente existentes. Esto, por un lado. Y por otro, moviéndose de diversas maneras en las prácticas en el ámbito de negocios empresariales -intervención estatal de por medio-, donde a pesar de su contundente acción inicial sobre la ilegÃtima deuda que pesaba sobre la argentina, y la afirmación de la soberanÃa polÃtica sobre los fondos buitres, el gobierno debe estar necesaria y taxativamente atento a las redes de negocios. Abierto entonces a un mundo de entes de lo real que es algo asà como la segunda lengua que acompaña su versión epifánica original. Y salvo casos que donde se expresa cabalmente la intervención estatal -siguiendo viejas reclamaciones históricas-, se expone a que se pague un fuerte tributo a lo que aquà llamamos la doble razón kirchnerista: criterios de emancipación novedosos y estructuras neodesarrollistas que podrÃamos asemejar a las que corresponderÃan al estÃmulo de una "burguesÃa nacional". Pero el concepto, sea cual fuera la amplitud para llenarlo, está en ausencia, simplemente porque no hay ningún grupo de hecho merecedor de ese viejo talismán que desde antaño de las izquierdas nacionales. Queda el gobierno cercano a la "concepción de negocios", junto a sus otros hemisferios irreversibles e históricos, su valerosa polÃtica de derechos humanos y sus repentinos ataques a las corporaciones, que nada parecen tener que ver con la clishé del "clima de negocios", al que más bien se acusaba en los comienzos de ser el kirchnerismo quién lo alteraba. Cierta vez lo escuché a Kicrhner ironizar sobre esa expresión habitual en los cÃrculos financieros. Están también los discursos de la Presidenta, salidos de un extraño y sugestivo decir, donde se balancean inéditos desafÃos a los poderes y afirmaciones reiteradamente favorables a una clase empresarial que suele recibir beneficios a los que los beneficiarios suelen preferir sin contrapartidas de su parte. Los discursos de la Presidenta son un tema aparte y no tan aparte. Contienen fuertes interpelaciones en variadÃsimos niveles: coloquialidad directa, metáforas salidas de grandes sobreentendidos de la jerga del cenáculo polÃtico ("fierros") alusiones a conceptos desacostumbrados de cuño académico ("anarcocapitalismo"), y se convierten en fragmentos de intervención simbólica de gran significación. En un universo polÃtico fuertemente cruzado por operaciones mediáticas, la principal de ellas siempre fue la alegada "ilegitimidad" de la Presidenta para hablar de derechos humanos, y la supuesto la ruptura de una "sacralidad" con el tema de los usos de las instalaciones de tortura abandonadas por los represores. El tema de la falsÃa o la supercherÃa siempre sobrevoló la crÃtica más dura al kirchnerismo, y en ciertos momentos recrudece. A la luz de la polÃtica de derechos humanos realizada, obra de Kirchner con el certero acompañamiento, esencial, de Eduardo Luis Duhalde, resultan banales estos ataques, propios de una producción periodÃstica que conoce mejor su oficio demolicionista que las artes del viejo periodista que sabÃa dar su opinión con severidad y gracia, sin afectar los mÃnimos planos de objetividad de una situación. La Presidente responde con ironÃas directas, en el estilo twiter, los ataques que provienen del EpÃtome del incesante devastador -en todos sus niveles, grado, posgrado y philosophy doctor-, sin que le falte mordiente sarcasmo a la instancia gubernamental donde salen efectivas ocurrencias como "la Cámara en lo ClarÃn y en lo Rural". No obstante, en ciertas situaciones la Presidenta se ve obligada a salir al ruedo a defender posiciones sobre las que arrecia el fuego cruzado de los grandes medios, los polÃticos de turno en el espinel siempre con sus antenas ligadas a las más importantes redacciones de las empresas de semiologÃa polÃtica, que escuchan lo que allà se dice y hablan para confirmar la pretendida validez de lo que allà se dijo. La "noticia" son los dichos del polÃtico que el mismo medio previamente produjo. No creemos estrictamente que el discurso sea una fuerza productiva, pero en cambio sà es válido desplazar el concepto de producción hacia aspectos donde lo comunicacional opera con retóricas fijas que enclaustra temas, lenguajes y énfasis preformativos, convirtiéndolos en praxis retóricas, que son parte de la acción material. Esta materialidad engloba también aspectos enteros de que antes considerábamos el accionar libre y fijado en la autonomÃa de su interés social, por parte de los trabajadores. De ahà la dificultad de definir hoy a la clase trabajadora -y más si mi amigo Grüner descubre ahora que debemos hablar de "medios de producción de contenidos ideológicamente comunicables"- pues sin discordar con el concepto, que es el mismo que utilizan los medios de comunicación (haban de producción, contenidos, comunicabilidad, conectividad, etc.; de ellos es esta teorÃa)- llamo la atención sobre la necesidad entonces de redefinir que cosa sea de aquà en más la clase productora, el sujeto laboral o el obrero en su fábrica. Parece que algún criterio como los promocionados por Tony Negri a partir de ciertos fragmentos de El Capital, como "intellect general", acaso podrÃa ahora iluminar un terreno donde el productivismo es inmaterial y simbólico, y las relaciones de clase bien podrÃan tener la materialidad de twitter. No obstante, queda en este aspecto otra dimensión a examinar, y lo haremos brevemente, pues en verdad, darÃa para una larga exposición. La Presidenta tiene una noción fuerte y probada de las consignas de su gobierno. Hay una veta nacionalista patriótica, una social popular, otra fuertemente identitaria -el peronismo-, otra tecno-cientÃfica, y una más, dominante, la exteriorización de toda clase de valores discursivos en innumerables apariciones públicas. Allà luce su discurso repleto de ramificaciones, alusiones y sobreentendidos, donde definiciones cruciales conviven con observaciones de agudo filo sobre la actualidad más inmediata, no pocas veces alterando el lenguaje severo estatal con chascarillos tomados del vasto repertorio del habla polÃtica cotidiana. Un tema nuevo para la reflexión polÃtica. Por eso mismo, también es "nuevo" lo que ocurrió en la exEsma. Un asado. En realidad, es justo mencionar el modo en que se fue elaborando la idea de que el gobierno arrasa con la intangibilidad de los derechos humanos, que eran su "estrella guÃa", convirtiendo todo lo relacionado con ellos en materia vil. Ante esto, que es un razonamiento fuera de toda autocontención y sensatez, hay que afirmar lo que parece más que evidente: en vez de desacralizarlo, el predio recuperado de la Esma en un acto dramático, invita a lo que aún no se termina de desbrozar. ¿Qué debe hacerse allÃ? Dentro de la respuesta que pertenece a Hebe -llevar alegrÃa donde hubo muerte-, caben muchas actividades ligadas a ese razonamiento que invierte reivindicativamente los conceptos del bien y del mal. Pero debo decir que el significante que descubrieron los sabuesos del "periodismo independiente de investigación en lo civil y comercial", deja una estela de preocupación. No es un tema hasta ahora analizado, y deberÃamos destinarles más esfuerzos reflexivos. La connotación asado siempre tiene un aspecto sacrificial, de goce culpable que culmina expiatoiamente en aplausos rituales, Como ceremonia está en el origen de las religiones. Si decimos -como leo hoy en el diario Página 12 en el muy buen artÃculo de mi amiga Cecilia Sosa, de esta ceremonia casi cósmica donde se juntan la vida y la muerte -y que es una raÃz conviviencial de toda sociedad, basada en el hostia como metáfora de un cuerpo ingerido-, que puede convivir la clásica celebración alimentaria argentina con los recuerdos contundentes que flotan alrededor de esos sombrÃos edificios, acepto la discusión, sobretodo tan bien planteada en ese escrito. Pero agrego que hubiera sido bueno tomarlo como tema previamente, y haberlo previsto en todas sus dimensiones. Está ahà presente, en su poder de crear hondas metáforas que conmueven el espÃritu colectivo. Todo gobierno debe pensar el halo de metáforas que deja a su alrededor. Llamarse a esta discusión es mucho más interesante que poner este hecho en el ámbito minusválido de la opinión de una Patricia Bullrich, y rechazar el ahondamiento de un asunto que hace a las mitologÃas internas del lenguaje, que nos siguen conduciendo a lo aun no hemos descubierto de los años del terror. Cambiando un poco de tema, y en torno siempre a las dificultades del gobierno. No ha aparecido hasta el momento una ética del desarrollo colectivo que se supere a sà misma no por metas economicistas sino de promoción de la creación de un ámbito de reflexión sobre la existencia liberada. Muchas razones contribuyen a esta deficiencia del paÃs, más grave en las fuerzas de oposición, y si se quiere, en el sindicalismo. La antigua clase trabajadora, en su mayorÃa peronista, ya no es sujeto ubicable en el sÃ-mismo de su identidad irrevocable. No está solo la noción de peronismo en discusión aquÃ. Sino la de clase obrera. ¿Qué es ella hoy? Por donde miremos, vemos ya un apartamiento de las instituciones gremiales del sentido especÃfico que en otras épocas, desde el siglo XIX hasta otras más reciente, tuvo la clase trabajadora como bastidor heterogéneo que obró de referencia para todo el lenguaje polÃtico reivindicador. Que ahora se proclamen consignas que merecen apoyo, como la elevación del mÃnimo al impuesto al salario, o el 82 % móvil, no quiere decir que en su justicia efectiva, no surjan teñidas de la misma razón anfibológica que se le atribuye al kirchnerismo. ¿Dónde ubicar al trabajador, en ese sistema de sobredeterminaciones que implican Moyano, Momo Vanegas, la CGT azul y blanca, y como acopio más ideológico, el CTA de Miceli? Está ahà toda la carga de opacidad de las derechas, las izquierdas, ClarÃn, todo conjugado en lo que solo una izquierda ingenua podrÃa creer, respecto a que tales acontecimientos serÃan mucho más "objetivamente manifestaciones obreras", que ambiguos actos oscuros, de umbrosa opacidad, con fuertes impactos desestabilizadores. O que en el mejor de los casos, serÃan la variante póstuma de un entrismo que ya no tiene como protagonistas a Vandor ni a Nahuel Moreno, sino a sindicalistas empresarios (como bien los calificó Miceli alguna vez) y sindicalistas sin capacidad de totalizar una situación tan vasta y compleja como ésta. Asà lo veo a Miceli, posee un monolingüismo exaltado, figura de un tipo social de dirigente que hace girar su revolucionarismo, que entendemos legÃtimo, con aspas que cargan colgajos de todas las ligas hanseáticas sindicales que degradadamente ha aceptado y lo han aceptado a él. No a cualquiera se le dice degradado, pues algunos lo estuvieron siempre, y éste no es el caso de Miceli. Pero la polÃtica es una corriente que nos arrastra y a veces nosotros somos esa corriente, y ahora una fuerza superior a las ideologÃas -la ideologÃa lo sabe, siempre hay esa fuerza de mayorazgo, que también se llama ideologÃa, solo que son de última instancia, no sabidas por sus cultores- lleva a muchos dirigentes alternativos, sui-disant, a convivir con empresarios sindicalistas que influyen entre tantas otras cosas, en la lógica patronal y empresarial del comercio de granos, en el control del sistema de transportes que liquidó al ferrocarril, o en turbias maniobras matonescas bien conocidas. ¿Dónde buscar allÃ, por que tipo de operación fenomenológica, podrÃamos despejar la existencia viva de lo que llamábamos la Clase Obrera, que sin embargo está? Soterrada, recubierta de intereses estamentales y con conciencia segmentada, allà está, en el transfondo de los cánticos y blasones, almohadillada de irradiaciones que la aplacan y desfiguran. No es mejor el panorama del otro lado del puente. Sindicalistas sospechados de haber sido agentes de inteligencia, ortodoxias que se usan como pretexto para una contención ritual de los afiliados, etc. Una vieja apreciación del objetivismo polÃtico, decÃa que la eficacia de estas alianzas no provenÃa de su contenido ideológico sino de sus efectos reales en el espacio histórico. No es preciso hoy mantener esta noción equÃvoca. Pregunta La Paco Urondo cuál es el acontecimiento del año. Yo dirÃa: fue el sentimiento extraño y sumamente incómodo de que estamos a punto que las ideas más incisivas sobre el pueblo argentino y la clase obrera se deterioren en medio de esas resquebrajadas representaciones. Quedan afectadas nociones clásicas de la vida polÃtica, la de pueblo y la de clase trabajadora. Sobre estas trágicas situaciones, deberá trabajar la razón polÃtica. Las heterogéneas manifestaciones de lo popular, son por cierto lo que caracteriza la expresión del pueblo, que no es un hecho macizo sino una apelación interpósita que cada grupo se adjudica en torno a la utopÃa de una representación. Como se ha dicho, no hay Pueblo-Uno. Hay elaboraciones representativas y proyectos de identidad que se presentan como comprobadamente mayoritarios: en votos, en exhibición de sÃmbolos e identidades, en llamados que crean ámbitos de autoreconocimiento singulares. Eso pasa de varias maneras hoy, o sea, pasa de manera tal que puede desmembrarse de modo irrazonable la noción misma de pueblo, cesando el movimiento de la argamasa que lo crea y recrea constantemente. Apelando al viejo calendario gregoriano y no a criptogramas bizantinos, dirÃamos que los dos cacerolazos de septiembre y noviembre, contaron con distintas acepciones de lo popular. El primero, volátil, detrás de cortinados, acechante, riesgoso. El segundo, más numeroso, en la vÃa pública y ocupando buena parte de las adyacencias del obelisco. HabÃa identificaciones, del PRO y otras. Para la idea democrática de pueblo, es más aceptable esta última posibilidad que pone la visibilidad y no las sombras en primer plano, lógicamente favorecedora de la actitud desestabilizante, que es hoy el tono dominante que tiene esta acción de réplica al gobierno. Luego, los saqueos, cuya discusión sobre sus causas, protagonistas, agentes, inspiradores, activistas, gente con necesidades, gente desatendida, gente con hambre, dealers, barrabravas, grupos policiales, lúmpenes, actos previamente articulados, o sino solamente espontáneos, todo este florecer de interpretaciones suscitó grandes controversias imposibles de resolverse del modo en que se han planteado. Un umbral en el lÃmite de la vida colectiva ha sido cruzado, más allá de planes sociales, de la correcta acción de organismos públicos, esto en la mayorÃa de los casos, sin que debamos omitir las deficiencias, pero se percibe una incapacidad de llegar a un fondo anÃmico que de existir, de ninguna manera se tata de la clásica definición de pueblo (ciudadanÃa más memoria y más vida testimonial) sino de un nuevo tipo de existencia popular, con prolongaciones que llevan a submundos clandestinos y a una ilegalidad micro-económica como nueva fuerza productiva. No se lo resuelve sino con una revisión profunda de las existencias golpeadas, del hilo desgarrado que aun recorre la sociedad argentina y de la reconstrucción de la voluntad social asociativa entre lo popular, lo laboral y lo público. Ya se me hace larga esta respuesta, que al igual que la de Grüner ha preferido tomar los temas agrupándolos en un solo ámbito: si por un lado, como dije, el gobierno tiene grietas lógicas que permanecen desde su origen, pues de ellas surge, por otro lado, no se decide a nuclear en un único aprisco las decisiones que pertenecen a rangos, tradiciones y lenguajes diferenciados. La veta patriótica debe expresarse tranquila, es una forma de la madura reflexión popular, la sophrosyne, y no de la exaltación de los patanes. La apelación a lo popular no debe dejar de trasuntar la forma en que sigue herido el ámbito del pueblo, no solo los sin trabajo o sin ocupación y estudios estables, aunque estos casos son los que revisten notoria urgencia. La apuesta tecnológica, sumamente necesaria, no puede desequilibrar la gran herencia de las humanidades, desde las que se concibió el paÃs, y todas sus lÃneas de crÃtica, acción polÃtica y literaria. Se precisa entonces un nuevo equilibrio que de las grietas lógicas del gobierno extraiga renovados motivos de acción. Si YPF, en un gran gesto, pasó a dominio de la administración nacional, no es bueno solo decir que una vez bajo control estatal, la empresa va a hacer un tipo de explotación que en nada modifica a las apuestas de Bridas o Chevron. El capÃtulo ambientalista está con creces superado por opciones desarrollistas, que según las provincias que tratemos, generan problemas en un plazo no tan largo de tiempo que exige encarar de otra forma las polÃticas de equilibrio con la naturaleza, que en el fondo es el trabajo: la naturaleza es trabajo considerado en retención desde hace milenios, en el seno de rocas, tierras y cordilleras. No debe ser violentada. La ley de Medios, es claro, está imbricada con todos estos aspectos que ya llamarÃa como atinentes a la reconstrucción de la vida justa popular. Y asimismo, de la vida intelectual del paÃs. Aunque la lucha intermediática va suprimiendo ciertos usos de las palabras, y un argumento es llamado asÃ, con que solo consiga anudar un par de chicanas. Una fuerza reconstructiva de la lengua comunicacional es un horizonte que debe ir parejo a lo que al final serÃa la constitucionalidad entera de la Ley. Luego, habrá que trabajar en otra televisión que no copie modelos que vulneran el ámbito de autoreflexión personal. Mucho hizo en este terreno la televisión pública, Encuentro y en medida menor, otros canales. Pero hay que abrir la imaginación para que la relación sociedad y medios comunicacionales sea otra, totalmente distinta a la que atravesamos: con libertades creativas internas basadas en la historia del arte y de las formas interrogativas más genuinas de la vida popular. Son tan intensas las confrontaciones con ClarÃn y La Rural -las acompañamos dando razón al gobierno-, que devoran otros ámbitos de trabajo creativo. Hay que explorarlos. El paÃs no puede conformarse, en este plano, con ser una inmensa industria cultural. El a priori de este tipo de industrias debe ser el de que previamente hay obras. Y éstas no se determinan con la lógica industrial. Pero ni estas ni otras encrucijadas quedarán agotadas. Se vive de ellas, se triunfa o se fenece en ellas. Restituir el sentido de la clase trabajadora argentina, acentuar la sutileza de las presentaciones polÃticas al margen de los libretos construidos para los medios, supone un esfuerzo para hablar otros idiomas polÃticos, para no jactarse de alianzas dudosas (las de la oposición, con su corte de milagros y personajes limitados; las del gobierno, tomando lo que ha quedado a mano sin beneficio de inventario) y para reaprender un camino que por obra de su legitimidad puede seguir recorriendo este gobierno. Esta será sin duda la manera menos costosa de proponer, corregir e innovar en tantos terrenos aún inexplorados. Si asà no fuera, se verá actuar a una nueva clase polÃtica rastacuerista y sumisa, con sus nombres antiguos que bien conocemos pero sin memoria, y la presenciaremos diciendo de muchas maneras, astutas, que vienen con una contrarrevolución (en medio de risotadas), como la gran antÃtesis a los actos novedosos (que son actos reformistas raros, excesivos, porque no, no siempre preparados para salir a luz, pero abridores de infinitas discusiones) de este gobierno, que en uno de los paÃses más conservadores del mundo, se propuso un conjunto de reformas con la gente en la calle, reformas que debemos seguir defendiendo con voz libre, crÃticas adecuadas y compromisos que no se inspiren en los banderines que ya han sido flameados, sino en el combate por la historia y la aceptación de que lo agreste de los acontecimientos debe hacernos más y no menos reflexivos. Las grietas lógicas del kirchnerismo, si son tensiones que no lo hacen inclinar hacia conductas monocordes, pueden seguir actuando, excluyéndose también lo que de ellas, a menudo, se llama bonapartismo. La Presidente lo ha citado como tema de interés histórico. No hay posibilidad alguna que aquà se recree este estilo totalista de una ficción nacional sin grietas, por el tipo de escisión nacional que atravesamos, que entre otras cosas, deja al peronismo como una memoria actuante en la conciencia de un colectivo social extenso, pero a la vez deberÃa inhibirlo como vector de un nuevo reagrupamiento, pues de realizarse nuevamente bajo ese nombre se verificarÃa un hondo retroceso en la historia argentina. Aquella memoria que mentamos, en cambio, (y me muchos, incluyéndome, resguardamos) deberÃa servir para alimentar un frente social y polÃtico con caracterÃsticas novedosas, que sepa recoger las vetas sueltas del utopismo nacional, que se acompañe de una profunda discusión en torno al tiempo histórico (que no es el constitucional) y que realice balances no autocomplacientes de lo que en gran medida el gobierno de Cristina ha recorrido. Haciéndolo en medio de vendavales que solo ocurren cuando hay horizontes de cambio en una sociedad. Puedo decir dos cosas más. Es una pena que la izquierda no comprenda esto. Y que ser de izquierda, en gran medida, es comprender esto. Disentir es preciso. Criticar es necesario. Reconocer los frágiles esfuerzos humanos en medio de los combates, es imprescindible. ¿Alguien piensa que miles y miles de personas, provenientes de experiencias polÃticas diferentes, con capacidad de reflexión y autoexamen, ajenas en lo sustancial a las carreras polÃticas y muchas veces escépticas sobre los tejidos de palabras que sobrevuelan con rutinarios zumbidos sobre nuestras cabezas, nos hubieran interesado estas ocurrencias y nos hubiéramos nuevamente acercado a adhesiones y confianzas si todo esto hubiera sido o estuviese siendo una cáscara vacÃa? Indagar sin prejuicios estas estribaciones del espÃritu colectivo, me parece, también fue el hecho del año. (*) Sociólogo, intelectual de Carta Abierta y director de la Biblioteca Nacional aceptó el desafÃo propuesto por AGENCIA PACO URONDO de pensar el kirchnerismo.
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