18-04-2024
Nosotros nunca fuimos “jóvenes” por Emilce Moler(*)

 

A 36 años de aquel trágico septiembre y como homenaje a mis compañeros de militancia desaparecidos, comparto estas palabras. Si tengo que sintetizar mi principal recuerdo, no dudaría en decir que ese día dejé de "ser joven".

No se puede "ser joven" en un centro clandestino, secuestrada, atada, vendada, encarcelada. No se puede "ser joven" cuando ya una es ex detenida, querellante, militante de DD.HH. y se asume el compromiso de narrar los hechos y exigir justicia.

No se puede "ser joven" cuando en épocas de profunda impunidad había que dar pasos certeros para interpelar a una sociedad y mostrar la necesidad de mantener viva la memoria. De haber podido, gran parte hubiera optado por el borrón y cuenta nueva y se hubiera dejado caer por las mieles del olvido.

Tenía 27 años cuando testimonié contra Camps, jefe de la Policía bonaerense, en un primer intento de justicia de aquellos años. No recuerdo crónicas periodísticas que nos mencionaran como "jóvenes" a quienes brindábamos nuestros testimonios en épocas de incipiente democracia y futuro político incierto.

A lo largo de estos años, he sentido la necesidad de mantener el recuerdo de mis compañeros de militancia desaparecidos, informar sobre lo ocurrido aquel septiembre y, lo más importante, contribuir a comprender por qué ocurrieron estos trágicos episodios para que el deseo del "nunca más" sea una realidad.

Quienes asumimos el compromiso de abrazar la lucha por los derechos humanos nos planteamos en forma permanente el rol de la trasmisión de la memoria: ¿cómo transmitir a las futuras generaciones la historia del horror? ¿Qué queremos transmitir? ¿Cómo lo hacemos? Pese a que durante este tiempo fuimos encontrando respuestas -de acuerdo a las diferentes coyunturas políticas que atravesamos-, estos interrogantes siguen emergiendo y planteándonos nuevos desafíos para avanzar en el camino de verdad y justicia.

Durante todos estos años he compartido infinidad de charlas, entrevistas y encuentros con jóvenes que me han ayudado a comprender las demandas de cada momento, así como también los diferentes obstáculos a vencer: "¿Señora, es cierto que torturaban?" "¿Dónde están los militares que hicieron todo eso?" "¿Por qué se dedicaban a la política?". Preguntas que he contestado a lo largo de estos años, que diferencian los momentos sociales, históricos y políticos que atravesábamos. Siempre me encontré con jóvenes a los que les interesaba lo que narraba y ávidos de querer conocer mucho más de este pasado reciente.

Una nueva oportunidad se nos presentó a partir de 2003 cuando el Estado, por primera vez, empezó a acompañarnos en nuestros reclamos. Un nuevo escenario se nos presentó con un Gobierno que demostró en reiteradas oportunidades la voluntad política de hacer de los derechos humanos un tema central de su agenda. Nos da la oportunidad de interpretar de otro modo una historia que, por lo general, ha sido reducida al horror de la dictadura, invisibilizando las historias políticas y proyectos de aquellos años. El giro ocurrido en lo público ha abierto la oportunidad de otra indagación del pasado reciente: ha iniciado la posibilidad de correr un grueso velo que nos impedía pensar lo que fuimos, lo que soñamos, lo que significó nuestro compromiso político hasta ser alcanzado por la brutalidad del poder que terminó haciendo añicos ese impulso transformador. Se logra así completar las historias de los compañeros desaparecidos con sus militancias.

Y en este nuevo desafío son los jóvenes, quienes vuelven a crear interrogantes que nos atraviesan. Debemos permitir y promover que surjan estos conflictos naturales, estas contradicciones, porque es un paso no sólo necesario, sino sumamente motivador para que ellos puedan apropiarse de la historia. Algunos adultos se incomodan o paralizan frente a este tipo de intervenciones, pero hay que tener en cuenta que para los jóvenes las controversias y tensiones funcionan como una especie de antídoto ante situaciones que les resultan lejanas y colaboran en el proceso de producción del relato histórico.

Compartí infinidad de encuentros donde los jóvenes demuestran sus ansias de participación, con discusiones sobre representaciones políticas, incomodando seguramente a muchos adultos, como nos tienen acostumbrados. Una vez más, volví a hablar frente a estos chicos, que manifestaban alegría, cantaban cánticos políticos, con libertad, con proyectos por abrazar, construyendo su futuro.

Ahora cuando hablo frente a estos chicos, muchas veces me emociono, ahora más que antes. Quizá porque no puedo dejar de pensar en mis amigos, compañeros de militancia, a quienes no les dieron la posibilidad de transitar su juventud, ni la posibilidad de reconstruir esta Argentina que está resurgiendo.

Quizá porque a través de ellos puedo entender, cabalmente, el sentido de "ser joven".

(*) Ex detenida de La Noche de los Lápices, de la que hoy se cumplen 36 años.