Viggo Mortensen: "Viví en muchos lados pero con la Argentina tengo algo especial"
05-02-2025
26-08-2012 | ANTICIPA "TODOS TENEMOS UN PLAN"
Viggo Mortensen: "Viví en muchos lados pero con la Argentina tengo algo especial"

El actor que triunfa en Hollywood filmó por primera vez una película en la Argentina, donde vivió hasta los once años. Asegura que su infancia determinó el vínculo y, fana del "Ciclón", se enoja cuando ve a Carrefour en Boedo.

Viggo Mortensen es una de esas pocas estrellas de Hollywood que no se comporta como tal. Un actor (y fotógrafo y poeta y editor independiente) que no vive obsesionado por su seguridad ni da muestras de divismo. Y que cuando le toca atender a la prensa, en este caso por el estreno de "Todos tenemos un plan", el thriller argentino que protagoniza y llega este jueves a los cines, lo hace con amabilidad y la simpatía que se le conoce. La misma que lo llevó a revelar su fanatismo por San Lorenzo en un móvil de CNN durante la promoción de "El Señor de los Anillos" (y en plena crisis de 2001) o verse demorado en un aeropuerto por gritar como desaforado un gol del Pipi Romagnoli que salvaba del descenso a los de Boedo. La alegría colectiva de que Aragorn sea argentino, se desespere por el mate y cante tangos, según cuenta Juan Manuel Strassburgern en "Tiempo Argentino".

"Vivo este reencuentro con la Argentina de una manera distinta a las anteriores", contó con una sonrisa. "Porque desde que me fui del país, a los once años, siempre había regresado por poco tiempo, ya sea para promocionar una película, presentar un libro de mi editorial o ver a San Lorenzo, pero nunca para instalarme a vivir de nuevo, aunque fuera por unos meses. Y para esta película pasé todo el último invierno acá. Obviamente que la vida de filmar una película no es del todo la vida real. Pero casi", expresó.

- ¿Y cómo lo viviste?

- Me gustó mucho. A eso sumale el hecho de ser la primera vez que filmé en Argentina una película hecha por argentinos y con un guión muy argentino. Era algo que tenía pendiente. Que me debía. Y que disfruté muchísimo.

En la ópera prima de Ana Piterbarg (que también cuenta con Daniel Fanego, Soledad Villamil y Sofía Gala Castiglione en los papeles principales), Viggo Mortensen interpreta dos personajes: Agustín, un médico de buen porvenir y vida resuelta, que planea adoptar un hijo junto a su esposa Claudia (Villamil); y Pedro, su hermano, que lleva una vida modesta en las islas del Tigre, mantiene una relación destemplada con Rosa (Sofía Gala Castiglione) y se involucra en una serie de secuestros comandados en la zona por Adrián (Daniel Fanego). En principio, dos mundos completamente distintos pero que, con el correr de la película, no tardan en conectarse entre sí para ¿salvación? ¿condena? de Agustín. Una película de suspenso abierto que, como el Delta, no siempre permite pisar sobre tierra firme, en palabras de la propia directora.

- ¿Fue un desafío interpretar dos papeles tan diferentes dentro de la misma película?

- Sí. Fue interesante encontrar los matices de dos maneras de vivir tan distintas más allá de que geográficamente no estuvieran tan lejos: Agustín en la ciudad y Pedro en el Delta. Matices que probablemente sólo puedan distinguir un argentino o un uruguayo, pero que tenían que estar en la postura, la mirada y la voz de los personajes.

- ¿Hay algo de la doble vida y los cambio existenciales abruptos que te interese particularmente? Por que ya en Una historia violenta, de David Cronenberg, habías interpretado un personaje con una inquietud similar...

- Sí, me interesa cómo vive ese tipo de situaciones una persona normal, más allá de que no creo que exista "una persona normal". Como tampoco creo que haya un plan tan específico que te permita decidir el día exacto en que querés cambiar tu vida. No es fijo. Son, más bien, como sueños conscientes. Deseos que tienen mucha voluntad. Situaciones que por ahí querés que ocurran y planificás pero que al final nunca salen como planeás o querés. Siempre aparece algo que te desvía. Y más con todo el tiempo que transcurre entre el momento en que se te ocurre ese cambio y cuando lo concretás.

- ¿Tuviste ese tipo de cuentas pendientes en tu vida?

- Sí, hay cosas personales que todavía guardo o lamento o que aun no me siento cómodo. Puede ser una conversación, un desencuentro, la forma de haber dicho adiós o de no haber podido decir adiós. Cosas que están ahí. En lo profesional me pasa que veo una película y por ahí me lamento de por qué pusieron una toma o por qué no la hice de vuelta. Te volvés loco si te matás pensando en esas cosas, pero están.

- ¿Y en lo personal?

- Y... Hay cosas que yo las siento como personales más allá de que a alguien puede parecerle una tontería y es que a mí, como hincha de San Lorenzo, me molesta que este el Carrefour todavía. Por eso cada vez que aterrizo en Ezeiza le pido al tachero que pase por la Avenida La Plata. Necesito echar un vistazo, sólo verlo que sigue ahí y después seguir con las cosas que tengo que hacer. No me mata que esté el Carrefour, lo acepto hasta cierto punto. Pero lo quiero cambiar.

- Algo curioso que se da en la película es que, a priori, Agustín tiene una vida mucho mejor que la de Pedro. Sin embargo, la prefiere...

- Sí. A Agustín la vida de Pedro lo libera. Le parece sencilla. Igual es una situación improvisada, una oportunidad que le surje en el momento, una circunstancia. Hasta ese momento no tenía idea que iba a cruzarse con el hermano. Ahí se da cuenta que todo lo que tiene, una vida tranquila, una mujer linda, un departamento bien ubicado y un bebé en camino, todo lo que a cualquiera le encantaría tener, no lo satisface. Está paralizado. Y se miente todo el tiempo hasta que aparece el hermano.

- Es el detonante...

- Sí. Ahí se ilusiona con estar más sencillo, más libre. Ahí dice: nos parecemos, puedo hacer de él, conozco el Tigre, volveré a aprender cómo se maneja una lancha. Aunque luego se da cuenta de que no es lo suyo esto de la mentira porque requiere un trabajo continuo y lo que termina haciendo es una mentira total. Desde el nuevo nombre que lleva hasta las botas que se pone. Cada persona que se cruza lo obliga a preguntarse: ¿lo conozco? ¿somos amigos? ¿me odia? No tiene idea de cómo era esa vida antes y todo le parece falso. Hasta que en un momento empieza a sentirse cómodo con la mentira, se tranquiliza y acepta el paisaje, cómo está y dónde está, y ahí nace un nuevo personaje. Desaparece la mentira y aparece una verdad.

- ¿Conocías el trabajo previo de Daniel Fanego y Soledad Villamil? ¿Cómo fue grabar con ellos?

- Conocía un poquito el trabajo de Fanego, no mucho, y un poco más el de Soledad. Fue muy, muy divertido trabajar con ellos. Conversamos mucho. Charlamos bastante entre nosotros y sobre los personajes que nos tocó hacer. Me encantó el villano que hizo Fanego, me pareció muy logrado e interesante. Ambos fueron muy buenos compañeros de filmación.

- Fue un rodaje que tuvo mucho que ver con la naturaleza. El haber tenido una infancia en el Chaco, ¿te dio un plus a la hora de manipular las abejas, la lancha, los machetes?

- Sí, puede ser. Un poco. Sobre todo cuando hacés una toma y tenés que volver al inicio y prender de nuevo un motor y bueno, saber de eso, te ahorra tiempo. El tema es que el personaje de Agustín, justamente, se había olvidado de todo lo que había aprendido de chico. Entonces también tenía que hacer parecer que no sabía hacer esas cosas tan bien.

- ¿Qué tiene la Argentina para que te haya marcado como te marcó?

- Supongo que porque la primera década de tu vida no es la definitiva pero es la que te forma y te marca. Viví en muchos lados y tengo un lado danés por parte de mi padre y otro americano, por haber vivido allá, entender la cultura y el idioma. Pero con Argentina tengo algo especial.

- ¿Qué sentís que aportó a tu personalidad?

- No sé si lo puedo identificar bien. Pero a veces lo veo en la reacción de los otros. Por ejemplo, cuando me pronuncio de determinadas maneras sobre Obama me dicen: 'Bueno, lo que pasa es que vos no sos americano, sos medio argentino' (risas). Y obviamente tengo un vínculo fuerte con la Argentina, en la forma de hablar, las referencias, los lugares que ahora vos podés nombrarme y conozco. Me siento muy comodo acá. Siento que es mi casa, más allá de que la casa vaya cambiando porque lo que viví acá cuando era chico tiene poco que ver con lo que vivo ahora.

- ¿Dónde estabas cuando fue lo de 2001? ¿Cómo lo viviste?

- Estaba en Estados Unidos. Y obviamente me preocupé mucho cuando me enteré, me dolió mucho. Fue justo cuando se estrenaba El señor de los anillos, la primera parte. Y hasta ese momento no había tenido oportunidad de hacer prensa en la Argentina. Pero en un móvil de la CNN en español, cuando terminó la nota, mandé un saludo para toda la hinchada del cuervo. Y ahí empezó el vínculo.

- Filmaste con grandes directores todo tipo de películas, pero para la mayoría siempre vas a ser Aragorn, el gran guerrero de El Señor de los Anillos. ¿Es una carga o una bendición?

- La verdad no me molesta. Yo entiendo que hay gente a la que sólo le gusta ver ese tipo de películas y por suerte hay gustos para todos. A mí, Aragorn me dio muchas oportunidades. Por más comercial que alguien pueda decir que fue El señor de los Anillos tocó culturalmente una fibra muy fuerte. Una cosa impresionante que me pasó relacionado con el personaje y la película fue cuando estrenamos la tercera parte en Oslo, Noruega. Como la saga de Tolkien tomó mucho de la mitología escandinava, allá se vive todo el fenómeno mucho más. Al punto que cuando llegamos a la ciudad nos enteramos de que un grupo importante de gente había estado acampando en la calle durante semanas, pasando frío, perdiendo el trabajo, divorciándose para esperar la avant première y ver las tres películas juntas. Yo tenía que irme al día siguiente, pero decidí quedarme y sorprenderlos. No te puedo explicar la emoción cuando esa noche ingresé a la sala a oscuras, prendieron las luces y empecé a narrarles un poema sobre la historia. Se pusieron como una hinchada de fútbol en la Argentina. Todos locos, llorando. Ese tipo de cosas genera todavía hoy la película y me pone contento.

Obama y el Gobierno nacional

- En 2008, apoyaste a Dennis Kucinich, el más radical de los candidatos demócratas, aunque terminaste avalando a Obama cuando ganó la interna. ¿Qué te pareció su gobierno?

- No me sorprendió su gestión. Ya desde el momento de la gente que fichó para su Gabinete como Hillary Clinton y otros, ya sabía que la política exterior no iba a cambiar mucho. Ni con Oriente Medio, Israel, Irak o Afganistán. Tampoco la relación con Wall Street o los bancos. Sabía que en ese sentido iba a ser parecido a Bush, Clinton, Reagan. Pero sí tenía esperanzas de que cambiara cosas de la sanidad, el nuevo sistema social de ayuda medica. Pensé que eso podía cambiar. Y sé que él de verdad tenía intenciones de hacerlo. Pero al final no cambió mucho. En eso me decepcionó, no tanto como a otros que sintieron una decepción total. No esperaba algo muy revolucionario pero sí un poco más. Es cierto también que sufrió la estrategia de los republicanos, que le hiceron una oposición feroz y no les importaba que se fuera a la mierda el país. Tuvieron éxito en eso.

- ¿Cómo ves la situación acá?

- Bueno, pasó un año y medio de lo que había sido mi última visita y veo que esta todo un poco más apretado económicamente. Le está costando un poco más al gobierno federal seguir adelante con ciertas medidas que veía positivas. Está más difícil la cosa. El gobierno sufre una oposición constante, no sólo de Macri sino también de los medios. Creo que debe ser agotador tener que lidiar con todo eso.